Se necesita una aldea para criar a un bebé y, en el caso de algunas afortunadas, un hotel de lujo

El cunero del Retiro Posnatal Boram, en el hotel Langham en Manhattan el 11 de mayo de 2022. (Sara Naomi Lewkowicz/The New York Times)
El cunero del Retiro Posnatal Boram, en el hotel Langham en Manhattan el 11 de mayo de 2022. (Sara Naomi Lewkowicz/The New York Times)

Cuando Alicia Robbins tuvo a sus dos primeros hijos, al salir del hospital se sintió igual de abrumada que casi todas las mujeres después de un parto.

Poco importó que fuera obstetra y ginecóloga. En ambas ocasiones, tener un hijo “fue mucho más difícil de lo que esperaba”, relató Robbins, de 39 años. “No dejaba de preguntarme si era normal que la lactancia fuera tan difícil o que me sintiera angustiada. No dejaba de preguntarme: ‘¿De verdad esta es mi nueva normalidad?’”.

Su madre vino desde Arizona para ayudarla, “pero se quedó paralizada”, dijo Robbins. “La quiero, que Dios la bendiga, pero nos peleamos por cosas como si hay que esterilizar el sacaleche durante tres horas”.

Por eso, cuando Robbins, quien vive en Greenwich, Connecticut, tuvo a su tercer hijo, Otto, el 5 de abril, agradeció la oportunidad de ingresar a un retiro para madres acomodadas en periodo de posparto y sus bebés. Hasta ahora, estos retiros solían ser opciones privadas y comunitarias que no estaban disponibles para el público en general.

“Estamos ahí para facilitar la transición entre el hospital y el hogar”, explicó Boram Nam, que, junto con su marido Suk Park, fundó el Retiro Posnatal Boram, situado en el noveno piso del hotel de cinco estrellas Langham en Nueva York y que se inauguró el fin de semana del Día de la Madre (el retiro se llama Boram porque en coreano esa palabra significa “el fruto de un trabajo arduo”, comentó Nam).

Por un precio considerable de entre 1300 y 1400 dólares por noche, una mujer que acaba de tener un bebé recibe a cambio muchas de las cosas que necesita (como atención física y mental; aunque, la atención médica es responsabilidad de la madre y de su médico externo) y aún más en abundancia todo aquello que quizá desea (dormir; masajes en los pies bajo solicitud; envío a su habitación de un ‘banh mi’ [un sándwich vietnamita] y su sacaleche limpio). La mayoría de las huéspedes se quedan tres, cinco o siete noches.

‘Es el paraíso de las pacientes posparto’

Jennifer Jolorte Doro y su bebé, JP, en el Retiro Posnatal Boram, en el hotel Langham en Manhattan el 9 de mayo de 2022. (Sara Naomi Lewkowicz/The New York Times)
Jennifer Jolorte Doro y su bebé, JP, en el Retiro Posnatal Boram, en el hotel Langham en Manhattan el 9 de mayo de 2022. (Sara Naomi Lewkowicz/The New York Times)

Robbins hizo su reservación un mes después del nacimiento de Otto; se enteró del retiro Boram por un colega. Era su tercer parto por cesárea y la recuperación posoperatoria le estaba resultando muy difícil, más aún porque tenía otros dos hijos, de 4 y 2 años, en casa.

Cuando llegó a Boram, estaba agotada física y mentalmente, así que se consintió con un baño de burbujas, una ducha con una regadera que simula el agua de lluvia, una máquina de Nespresso y una cama de la marca sueca Duxiana. Su suite también estaba equipada con una cuna para bebé de grado hospitalario y pañales ecológicos desechables de la marca Coterie. El menú incluía platillos que se cree que nutren a las madres que acaban de parir: sopa de algas, médula y bistec.

Visitó la sala para madres, un sereno espacio con plantas y sofás mullidos. Había galletas para la lactancia, al menos media docena de variantes de té congelado y un refrigerador repleto de bebidas hidratantes. Boram también usa esa sala para que las madres puedan consultar a pediatras, fisioterapeutas y expertos en salud mental que brindan seminarios generales sobre temas como la terapia del piso pélvico y cómo quedarse dormidas más rápido.

No obstante, lo que más le gustaba a Robbins era el cunero, a cargo de una enfermera educadora que había trabajado en la Unidad de Terapia Intensiva Neonatal del Hospital Lenox Hill y contaba con personal especializado en el cuidado de recién nacidos, que se hacía cargo de los bebés cuando la mamá lo necesitara.

“Mandé a Otto al cunero en cuanto llegué y me fui a dormir”, dijo Robbins.

“Hasta leí un libro”, agregó, durante sus tres noches de estancia y su marido se quedó con ella una noche (las parejas también pueden quedarse, pero, como se puede entender, no se permiten más niños). “Es el paraíso de las pacientes posparto”, afirmó Robbins.

‘Muchas mujeres sufren en silencio’.

Incluso las mujeres que han pasado nueve meses preparándose para volver a casa con un bebé se sorprenden del poco apoyo institucional que reciben durante el puerperio. A menudo, las mujeres tienen que buscarse sus propias asesoras de lactancia para que las ayuden a amamantar y terapeutas para lidiar con la depresión posparto, explica Robbins.

“Los médicos pueden darte un número al que puedes llamar, pero la mayoría de las veces tienes que coordinar las cosas sola y ni siquiera sabes lo que necesitas hasta que pasas por ello”, explica Robbins. Muchas madres vuelven a casa del hospital apenas con una carpeta llena de folletos; otras recurren a grupos de Facebook incluso para los problemas más graves.

La salud posparto es algo que en Estados Unidos se pasa por alto en general, dijo Kristin Sapienza, fundadora de FemFirstHealth, una clínica de Nueva York que ofrece servicios a las madres después del parto.

En Estados Unidos, la tasa de mortalidad materna es mayor que en otros países desarrollados y esa tasa es desproporcionada en el caso de las mujeres de color. Las muertes maternas (mujeres que murieron durante el embarazo o poco después) aumentaron durante la pandemia de manera más marcada entre las mujeres negras y latinas, según un estudio del Centro Nacional de Estadísticas de Salud.

“Creo que muchas mujeres sufren en silencio o no reciben los recursos que necesitan”, comentó Sapienza.

“Si de verdad apoyáramos en la crianza a las familias como se hace en Suecia”, o en otras partes de Europa occidental donde las visitas a domicilio tras el parto, por ejemplo, forman parte de la atención médica universal, dijo Catherine Monk, profesora de salud mental femenina en obstetricia y ginecología del Colegio de Médicos y Cirujanos Vagelos de la Universidad de Columbia, “ni siquiera necesitaríamos un centro como este”.

‘Es como querer tapar el sol con un dedo, para resolver este problema universal’

Nam relató que su inspiración fueron los centros de retiro postnatal de Corea del Sur, conocidos como ‘sanhujori’, a donde acuden “las nuevas mamás durante 14 días, después de salir del hospital, para que las consientan”. El costo promedio de una estancia de dos semanas es de entre 2000 y 5000 dólares, por lo que, aunque no se puede decir que son baratos, son un poco más accesibles que un lugar como Boram.

Los centros ‘sanhujori’ son una arraigada tradición del puerperio porque las semanas posteriores al parto se consideran esenciales para la salud y el bienestar de la madre y el niño. Existe otra tradición, conocida como ‘baek-il’, en la que las madres y los bebés permanecen en reposo durante los primeros cien días después de nacimiento. Transcurridos los cien días, celebran.

Los centros de posparto, que surgieron hace unos 15 años en Corea del Sur, dijo Nam, fueron un paso natural para una cultura que prioriza el cuidado de las nuevas madres. “Se entiende que tienes familia y amigos que pueden ayudarte con el cuidado de los niños o la comida y asegurarte de que no estás sola”.

Después de parir dos bebés en hospitales de Nueva York, en 2010 y 2014, sintió que era necesario contar con un espacio como este.

“Después de tener a mi primer bebé, estaba en el baño buscando bolsas frías para aliviar el dolor vaginal mientras este bultito llorón se encontraba en mi habitación”, recordó Nam. “Me sentía muy mal porque no me sentía bien atendida mientras todas mis amigas en casa podían ir a esos lugares maravillosos”, agregó.

Incluso pensó en volver a Corea del Sur para dar a luz a su segundo hijo, pero en lugar de hacerlo decidió abrir un retiro postnatal en la ciudad. Ocho años después, en mayo, abrió Boram.

Monk dijo que este tipo de atención o tradición existe en muchos lugares del mundo, además de Corea del Sur.

En las culturas latinoamericanas, por ejemplo, una nueva madre descansa durante 40 días, durante un periodo llamado “la cuarentena”, mientras la gente de la comunidad hace las tareas domésticas por ella y le lleva sopas calientes y saludables.

Agregó que en China, las madres puérperas pueden quedarse un mes en casa, los cual se conoce como “zuo yuezi”, o, en mandarín, “sentarse el mes”, cuando recuperan fuerzas y fortalecen su vínculo con el bebé después del parto.

En opinión de Monk, un lugar como Boram es lo que toda nueva madre se merece: “Si pudiera diseñar el ideal, esto es lo que todas tendrían después del parto y sabrían que tendrían acceso a él”.

Sin embargo, con un costo tan elevado, Boram solo está disponible en este momento para quienes tienen los medios para pagarlo y son las mismas personas que pueden contratar enfermeras nocturnas, niñeras, doulas y consultoras de lactancia. “Boram es como querer tapar el sol con un dedo, para resolver este problema universal”, concluyó Monk.

Boram está consciente de que no es para cualquiera. “Estamos en negociaciones con empresas para que nuestro retiro pueda ser parte de las prestaciones para los empleados. Más adelante, queremos trabajar con las aseguradoras”, explicó Nam.

Sin embargo, por ahora la empresa insiste en que necesita cobrar esos precios tan elevados para mantener su nivel de servicio. “Tenemos que cobrar lo que cobramos para proveer este servicio”, afirmó.

Jennifer Jolorte Doro, de 35 años, es una nutrióloga clínica y chef de alimentos para el posparto que vive en Millbrook, Nueva York, una ciudad ubicada en el valle del Hudson. Tras dar a luz a su segundo hijo, JP, el 13 de abril, buscó una doula que pudiera cuidarla después del parto, pero se dio cuenta de que no había muchas en su zona. Así que hizo su reservación en Boram a las tres semanas y media de dar a luz.

Lo que más le gustó es la comida del hotel.

“La comida es en lo último que piensas, pero lo que más necesitas”, agregó.

A falta de ‘una aldea’

De hecho, Monk aseguró que formar una comunidad es esencial para la salud mental de la madre y la salud física del bebé. “Publicamos un artículo en 2019 en la Academia Nacional de Ciencias donde dividimos a las mujeres en tres grupos: estresadas físicamente, estresadas psicológicamente y sanas”, dijo.

“La red de apoyo (personas con quien hablar y apoyo social) era mucho más reducida en los grupos de mujeres estresadas”, dijo (también era importante tener personas que hicieran mandados).

“Cuando se nos dice que hay que volver al trabajo en seis semanas y no se nos ofrece nada que reconozca las nuevas exigencias o lo que hemos pasado, es desalentador”, dijo Monk. “Con esta opción, enviamos el mensaje de que vemos lo que acabas de hacer, vemos por lo que has pasado, y sabemos que es una transición enorme”.

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