Nelly Prono: la mala de las novelas que llegó de Paraguay y mantuvo su vida privada lejos de su gran pasión

Nelly Prono: la mala de las novelas que llegó exiliada de Paraguay y su trabajo fue su gran pasión
Nelly Prono: la mala de las novelas que llegó exiliada de Paraguay y su trabajo fue su gran pasión

Nelly Prono tenía 14 años cuando llegó a nuestro país, pero como ya tenía familia en la Argentina no le fue difícil adaptarse. Su bohemio padre, Ernesto Prono, era amigo de Carlos Gardel, quien solía frecuentar el bar de Don Sabino Prono, abuelo de la actriz. Y fue su padre también el que el inculcó seguramente el amor al arte, ese por el cual ella supo de joven que ningún personaje era menor.

Nació el 7 de agosto de 1926 en Asunción del Paraguay y murió a los 71 años, el 29 de agosto de 1997. Dio sus primeros pasos en teatro siendo una adolescente y en su ciudad natal, donde compartió escenario con los mejores actores del Ateneo Paraguayo bajo las órdenes de don Fernando Oca del Valle. Y ya en Buenos Aires fue a ver a María Esther Podestá para decirle que quería trabajar en su compañía. Dicen que le hicieron una prueba en el momento y quedaron tan satisfechos que la contrataron para hacer Noche de noche, de Françoise Billetdoux, y luego Barranca abajo, de Florencio Sánchez. Después se subiría nuevamente a los escenarios para formar parte de la obra Una luna para el bastardo, de Eugenio O’Neill, y para hacer junto con China Zorrilla Una margarita llamada Mercedes, de Jacobo Langsner, entre otras. También protagonizó Estrellas, en 1993, año en que recibió un premio en su país, de manos de su prestigioso compatriota Augusto Roa Bastos. Además en radio fue parte del elenco estable del radioteatro Felipe, encabezado por Luis Sandrini, con dirección de Coronado Paz y junto a Antonio Carrizo.

Si el teatro le dio prestigio, la televisión le dio popularidad. Trabajó en La novia de Felipe con Sandrini, en Alta comedia, Su comedia favorita, Mujeres en presidio, Lo mejor de nuestra vida... nuestros hijos, Nacido para odiarte, Un extraño en nuestras vidas, Papá Corazón con Andrea del Boca, Alguien como vos, Andrea Celeste, Verónica el rostro del amor, Paloma hay una sola, Amor prohibido, Sin marido, El duende azul, en Manuela con Grecia Colmenares, Flavia y Corazón de tiza, entre otras producciones. La tira Mi cuñado fue su último trabajo en televisión con Luis Brandoni y Ricardo Darín. También protagonizó unitarios como Ceremonia Secreta, Los físicos o La salud de los enfermos, con dirección de Alejandro Doria.

El recuerdo de los actores que trabajaron con ella

Gabriel Corrado recordó a Nelly Prono:
Gabriel Corrado recordó a Nelly Prono: "Fue emocionante trabajar con ella" - Créditos: @FABIAN MARELLI

Gabriel Corrado, que compartió escenas en Manuela con Prono, la recuerda para LA NACION: “Nelly era una persona muy dulce además de una gran actriz. Le encantaba conversar, era agradable y muy simpática. A pesar de que hacía muchos años que vivía en nuestro país, todavía conservaba el tono paraguayo. Era muy afectuosa, cálida. Y además fue emocionante trabajar con ella porque cuando era chico, en casa veíamos una novela donde ella estaba y a mamá le encantaba. Es lindo conocer gente que admirabas de chico y cuando me tocó trabajar con ella, fue muy lindo”.

Cecilia Dopazo también tiene un recuerdo muy cálido de Nelly Prono. “La conocí en la primera reunión de Mi cuñado. Era una actriz muy reconocida y yo me acordaba que cuando tenía 9 o 10 años la había visto en Andrea Celeste, donde interpretaba a una institutriz malísima, con esa altura, ese cuerpo, esos ojos claros y grandes; me hacía acordar a la bruja de Blancanieves y me impactaba. Y cuando la conocí personalmente era todo lo contrario, más buena... Amorosa. En ese momento, creo que era el 92, estaba en pleno duelo porque acababa de morir su mamá y estaba muy triste. Iban pasando los días, se conectaba con el trabajo, que era una comedia muy graciosa y veía cómo se le iluminaba la cara y disfrutaba. Le hizo muy bien. Una gran actriz, buena persona, correcta, muy cálida y querida por todos. Fue triste cuando se murió, estábamos haciendo Mi cuñado todavía. Me acuerdo que Ricardo (Darín) me dejó un mensaje en el contestador y me decía que habían suspendido el ensayo porque la habían internado. Fui a verla al sanatorio y me encontré con Ricardo y con algunos otros compañeros del elenco. Fue triste e inesperado. El mejor de los recuerdos para Nelly, fue hermoso haber trabajo con ella y no lo digo yo sola. Me acuerdo también de ese acento paraguayo que todavía conservaba a pesar de que hacía muchos años que estaba en nuestro país y que la hacía muy genuina y muy particular”, le confió a LA NACION.

En cine, Nelly Prono se destacó en Gracias por el fuego, de Sergio Renán, Pasajeros de una pesadilla, de Fernando Ayala, Comodines, La revelación, Las minas de Salomón Rey, Otra historia de amor, Este loco amor loco, El poder de las tinieblas, Papá corazón se quiere casar, Pájaro loco, Los enemigos, Don Segundo Sombra, entre otras.

En sus palabras

Nelly Prono y Ulises Dumont en el film Los Enemigos (1983)
Nelly Prono y Ulises Dumont en el film Los Enemigos (1983)

Sus colegas coinciden en decir que era una muy buena actriz dramática. Y su oficio era su gran pasión. En un diario de Paraguay contó en una entrevista: “Ser actriz es satisfacer mi necesidad permanente de evasión y encarnación. Es componer cada día una nueva personalidad. No ser más una misma, no tener una sola vida sino múltiples. Crear personajes siempre diferentes y hacerlos sentir, amar, odiar, darles una vida. Después el actor o la actriz existe y vive su vida normal entre el ser y el parecer, entre la liberación y una dominación de sí, en una vigilancia más o menos sabia y más o menos secreta, cuya penetración es muy difícil. Cada actor tiene un comportamiento particular, un mecanismo diferente, y las condiciones que lo rodean, la época, el lugar, el público, la obra que interpreta, todo ejerce en él una influencia, todo repercute, todo le provoca alteraciones que busca y que utiliza y en las que se complace. La vocación no es más que el resultado de la práctica del oficio durante muchos años y haber sufrido sus decepciones y medido sus imprevisibles dificultades. La vocación no es más que una elección persistente. Sus verdaderas recompensas son totalmente interiores y muy tardías”.

Y cuando le preguntaban por qué había elegido esa profesión, decía convencida: “No sabría decir cómo he hecho teatro. No advierto signo alguno en mi infancia, no hubo allí predestinación. Un día me encontré en el teatro, en una sala y después en el escenario: aún ahora me asombro y eso me agrada y satisface. Lo más estimable y dichoso en la vida es asombrarse. Del fondo de uno emerge la conciencia de lo que se ha deseado o realizado: eso es vivir. Basta con dejarse llevar por esos sentimientos, aceptar sus consecuencias y serles fiel. La libertad consiste en la aceptación del destino y el dócil cumplimiento de las exigencias de un oficio”.

Celosa de su vida privada, poco se supo de su intimidad, pero nunca se casó ni tuvo hijos.