Nené de Baviera, la hermana de Sissi que se quedó sin ser Emperatriz
La reciente serie de televisión sobre Sissi ha vuelto a centrar la atención en la familia de la Emperatriz del Imperio Austrohúngaro. La candidata inicial no era ella, sino su hermana mayor Elena. Sin embargo, Francisco José quedó encandilado ante la proverbial belleza de la pequeña princesa de Baviera. ¿Qué pasó con la desconsolada novia? Nené -como la llamaban en casa- estuvo por un tiempo enojada por la afrenta, aunque terminó reconciliándose con Sissi. Se casó con un príncipe de la casa Thurn y Taxis, riquísima familia del Imperio que tenía el monopolio de los servicios de correos. Como todos los Wittelsbach, la Princesa sufría crisis nerviosas y depresivas, aunque su enajenación no llegó a los niveles de su mitificada hermana.
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Elena (1834) era la mayor de las hijas del príncipe Maximiliano y de su esposa Ludovica, nacida Alteza Real. Ella tenía más rango social que él, al ser hija del rey Maximiliano I de Baviera y hermana de la archiduquesa Sofía, madre del emperador Francisco José. El matrimonio crió a sus nueve hijos en el castillo familiar de Possenhofen, a pocos kilómetros de Munich. Los jóvenes crecieron entre la naturaleza y los bosques salvajes, sin protocolo y con nulas responsabilidades en la corte, algo que les reprocharon muchos parientes.
En Viena, el joven Francisco José, todavía soltero y sin hijos, acababa de sufrir un intento de asesinato. Su madre, pensó entonces que había llegado la hora de buscarle una esposa. La mejor opción era la de su sobrina Elena, que pese a carecer de la formación adecuada, parecía dócil y con pedigrí. Rápidamente se organizó un encuentro en Bad Ischi, el pequeño pueblo balneario ubicado en las orillas del río Traun, en la Alta Austria. Ludovica preparó a su hija en el conocimiento del francés -el idioma de las cortes en Europa- y decidió, a última hora, que le acompañase la pequeña Sissi. Al encontrarse en 1853, el Emperador se enamoró rápidamente de la menor de sus primas y días después se anunció el compromiso. La historia es la misma que nos han contado en la melindrosa película de Sissi (1955) del director Ernst Marischka, protagonizada por Romy Scheneider.
Elena de Baviera volvió a casa compuesta y sin prometido. Una sensación de amargura de la que tardó meses en recuperarse. Pasó el tiempo y ante la perspectiva de una soltería poco alentadora para su rango al haber cumplido ya los veintidós años, pensaron en otro pretendiente para convertirlo en esposo. El elegido fue Maximiliano de Thurn y Taxis, príncipe heredero de una de las familias del Imperio económicamente más importantes. La boda se celebró el 24 de agosto de 1858 en Possenhofen, con los emperadores del Imperio Austrohúngaro como testigos. Él no era muy apuesto, pero si inmensamente rico gracias a las lucrativas ganancias que su familia obtenía del monopolio del servicio postal. Sin embargo, no pertenecía a una Casa Real. Sólo a una casa principesca.
La pareja se estableció en Ratisbona y tuvo cuatro hijos. Pero la tragedia se cebó con ellos: Maximiliano murió en 1867 a causa de una parálisis y el primogénito del matrimonio, también Maximiliano, fallecía poco después debido a una enfermedad cardiaca que arrastraba desde la infancia. El título pasó entonces al menor de los hermanos, Alberto. Sin embargo, Elena no pudo soportar tanta pérdida. Viajó con Sissi a Corfú tratando de buscar “la paz del alma” -como se decía en la época- pero ya era tarde: las crisis de melancolía le acompañaron el resto de sus días. Igual que a su primo, Luis II, rey de Baviera, tan excéntrico que aparecía muerto en extrañas circunstancias en el lago Starnberg, cerca de la residencia de Nené.
Elena de Baviera, la hermana de Sissi que nunca llegó a ser Emperatriz, fallecía en Ratisbona en 1890 a causa de una inflamación de garganta. Sus restos descansan en la cripta de la familia Thurn y Taxis en la abadía de San Emerano.Los Thurn y Taxis perdieron el monopolio del servicio postal poco después de la unificación de Alemania orquestada por Bismarck. Sin embargo, la familia continuó siendo una de las más potentadas del Imperio gracias, en parte, a una popular marca de cervezas.