Netflix: Déjalo ir es un western crepuscular tenso e inquietante sobre lazos familiares, con dos intérpretes ejemplares
Déjalo ir (Let Him Go, Estados Unidos/2020). Guión y dirección: Thomas Bezucha. Fotografía: Guy Godfree. Música: Michael Giacchino. Edición: Jeffrey Ford y Meg Retiger. Elenco: Diane Lane, Kevin Costner, Kayli Carter, Ryan Bruce, Lesley Manville, Jeffrey Donovan. Duración: 113 minutos. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
En medio de una penumbra casi completa, con la naturalidad del que lleva toda la vida repitiendo con destreza ese ritual, un hombre ensilla a su caballo. Entre las sombras se perfila un detalle que define de inmediato al protagonista de la escena: tiene el típico sombrero de los cowboys.
El tono crepuscular de las imágenes confirma la presunción. Lo que ocurre al comienzo de Déjalo ir (Let Him Go) pertenece al territorio del western contemporáneo. Un mundo en el que algunas viejas certezas y tradiciones todavía se conservan, pero en medio de un entorno que parece haber tomado definitiva distancia de ellas.
El silencioso hombre que se sube al caballo y emprende su camino es el hijo de George y Margaret Blackledge, dos personalidades que expresan de manera íntegra el espíritu de una época y una manera de vivir que se resiste a ser recuerdo. George (Kevin Costner) es un sheriff jubilado que disfruta de su retiro en la propiedad rural que comparte con su familia. Margaret (Diane Lane) es una hacendosa ama de casa y abuela orgullosa. Su hijo James y su nuera Lorna, padres hace muy poco de un niño llamado Jimmy, viven con ellos. No hay razones a la vista para romper esa armonía.
Pero en la novela de Larry Watson adaptada con destreza por el director Thomas Bezucha, ambientada a comienzos de la década de 1960, aparece muy rápido un hecho que derriba toda la seguridad acumulada hasta ese momento en un hogar sin manchas. El hombre que salió montando a caballo nunca volvió. Un accidente acaba en un instante con la vida de James Blackledge. Y de manera simbólica, esa fatalidad le pone fin al mundo previsible en el que vivía esa familia.
Antes de que ocurriera la desgracia, la cámara de Bezucha se fue posando con sutileza y discreción en cada uno de los actos del ceremonial cotidiano de los Blackledge. Gestos que definen a dos personajes seguros de lo que hacen, dueños de su verdad y de valores que no necesitan demasiadas palabras para expresarse.
A los grandes actores les alcanza con la mirada para anticipar lo que van a hacer. Costner y Lane son dos grandes de verdad, intérpretes tan clásicos en los modos y hasta en la postura corporal que no necesitan más que unas pocas palabras y los movimientos justos para mostrarnos la decisión que tomaron al enterarse que nuera y nieta dejaron el rancho sin previo aviso.
Un pequeño detalle visual registrado por el lúcido Bezucha dice más que cualquier explicación. En el momento en que se vislumbra la irreversible adversidad, Margaret tiene en brazos a su pequeña nieta. Un momento de cine puro (habrá muchos más en las casi dos horas de Déjalo ir) que funciona como signo de pertenencia y ejemplo de uno de los relatos más robustos y precisos sobre lazos familiares que haya dado el cine norteamericano en los últimos años.
No hay ningún sentimentalismo o expresión plañidera alrededor de la búsqueda que emprenden los Blackledge para rescatar a su nieta y devolverla al hogar y a su estirpe. El curtido matrimonio intuye que fuera de allí la pequeña estará en peligro constante. El tiempo en el que viven ya no es el del Viejo Oeste, pero ciertas costumbres se repiten. Inclusive en una realidad más cercana a nosotros como la de los años 60 es posible que la vida en ciertos parajes norteamericanos transcurra en medio de una sociedad sin ley.
Sobre todo cuando los Blackledge comprueban que las instituciones supuestamente encargadas de mantener el orden y hacer cumplir las normas están descaradamente del lado de los caprichos y las arbitrariedades de los Weboy, el clan que da cobijo a Lorna después de casarse con uno de ellos. Los Blackledge no tardan en reconocer a un tipo de familia muy diferente al suyo: agresivos, pendencieros, falaces, despreciativos. El rescate de Jimmy se convierte en una misión peligrosa, en la que los Blackledge solo cuentan con la ayuda de un joven de familia originaria que vive alejado del mundo, otra señal de la película que alude a tradiciones en peligro.
Déjalo ir sostiene en todo momento un tono melancólico que hace mucho más inquietantes los estallidos de violencia y las amenazas ciertas a las que se exponen George y Margaret. El personaje de Costner es una sutil variante del John Dutton que extraordinariamente el actor encarna en Yellowstone. Aquí también el arraigo a la familia y a la tierra es preciso e incuestionable, pero en este caso con una sombra de duda (nacida del dolor) que Dutton jamás se permitiría. Al mezclar ese recelo con la nobleza y la dignidad de quien al final siempre tomará la decisión correcta, asumiendo todos los riesgos, Costner suma otro gran papel a su notable carrera.
Lo de Lane va todavía más allá. En una historia sin final feliz será ella la encargada de sostener contra todos los peligros un comportamiento decente y honrado. Su Margaret es una heroína con todas las letras, instalada en la historia con un perfil que recuerda nítidamente a las mujeres de las películas de Howard Hawks: intrépida, decidida, segura de sí misma y fiel a su compañero de toda la vida. Lane conserva intacta su belleza en un rostro que a la vez sabe mostrar todo lo que enseña la vida a lo largo de los años.
Fue sabia la decisión de Bezucha de sostener a través de estos intérpretes magníficos (que en su momento llegaron a ser nada más y nada menos que los padres de Superman) una historia de título muy sugerente, cargada de nostalgia, pesadumbre y desconsuelo.