Netflix: La diplomática combina la intriga de la alta política de The West Wing con el romance laboral de Grey’s Anatomy
La diplomática (The Diplomat, Reino Unido-Estados Unidos/2023). Creadora: Deborah Cahn. Elenco: Keri Russell, Rufus Sewell, Rory Kinnear, Ato Essandoh, Ali Ahn, David Gyasi, Nana Mensah, Michael McKean. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Si parecía que este año Netflix había concluido con la resurrección de viejas fórmulas de la televisión de fines de los 90, La diplomática llega para confirmar que quizás es solo el comienzo de esa estrategia. El éxito de El agente nocturno, comandado por el veterano Shawn Ryan y situado en el corazón de la Casa Blanca, fue un claro eco de la adrenalina de la legendaria 24, una historia de dobles agentes y traiciones en el servicio secreto, enredando la geopolítica contemporánea con las narrativas de espías y conspiraciones. La diplomática va por otro camino, que no se asienta en grandes intrigas y persecuciones febriles sino en la mesa de discusión de la alta política, pero asume ese mismo origen anclado en la revolución televisiva de fines del siglo pasado. Deborah Cahn, la creadora, fue una de las productoras de The West Wing bajo el paraguas de Aaron Sorkin, y si bien su paso por Homeland le permitió internarse en los conflictos de Medio Oriente que aquí retoma, es aquella historia sobre el presidente y su corte de asesores y consejeros la clave para comprender esta nueva ficción.
La diplomática comienza con una designación imprevista, la de Katherine Wyler (Keri Russell) al frente de la embajada de Estados Unidos en Londres, justo en el centro de una crisis internacional: un portaaviones británico fue atacado con misiles en las aguas del Golfo Pérsico. Todas las señales apuntan a Irán y las alertas rojas se disparan en lo que puede ser una crisis irreparable entre la OTAN y Medio Oriente. La decisión del presidente norteamericano alberga una carta secreta y un aliado valioso: Wyler irá a probar su valía a tierras inglesas mientras se la considera para sustituir a la vicepresidenta a punto de renunciar; el aliado del gobierno no es otro que su marido, Hal Wyler (Rufus Sewell), diplomático poco ortodoxo que ha comandado embajadas y ocasionado más de un conflicto con su extravagante personalidad. Lo que sigue es el viaje del matrimonio Wyler a Londres y el intento de la flamante embajadora de evitar un estallido en las negociaciones diplomáticas y resolver las diputas con su marido sin naufragar en su nuevo puesto.
La serie se afirma en los diálogos, que son precisos y abundantes, y atraviesan desde las escenas más íntimas hasta las más públicas. Cahn equilibra la tensión sexual de los Wyler con sus desavenencias profesionales, delineando un entramado de conversaciones agitadas, mentiras develadas y hasta rutinas de pugilato que ofrecen la metáfora más divertida de la aquella advertencia sobre los inconvenientes de compartir cama y trabajo. Keri Russell y Rufus Sewell construyen a la perfección una pareja en sintonía con la volatilidad de un mundo en el que una expresión equivocada o un gesto a destiempo pueden desatar la catástrofe. Ambos deben lidiar con envidias y resquemores que han erosionado la relación por años y que hoy, cuando una alianza resulta clave para evitar la debacle, funcionan como la réplica perfecta en el círculo doméstico de lo difíciles que resultan los acuerdos y los compromisos a largo plazo.
Desde el comienzo, Kahn esquiva tanto las exigencias del misterio -no hay traiciones, secretos a develar o dobles agentes- como del vértigo en la acción, centrando la planificación en despachos y salas de conferencias, convirtiendo el caserón de la embajada en el teatro de operaciones en el que se subliman los disparos del lejano campo de batalla. Katherine es capaz de demostrar su estatura profesional y su experiencia internacional frente al presidente de Estados Unidos con el vestido lleno de hojas y barro tras una disputa con Hal en el jardín de la embajada. Y también de cumplir con protocolos y entrevistas con Vogue sin ceder al estereotipo de la princesa de la democracia, silenciosa y educada con destino de figurita de decoración. Los personajes que completan el cuadro, desde el primer ministro (Rory Kinnear), los encargados de inteligencia y ceremonial, hasta la delegación presidencial de Estados Unidos -con un presidente acusado de débil y senil y una secretaria de Estado como maestra de ceremonias- enriquecen las múltiples capas de una arena política que extiende sus raíces a las vidas personales de sus intérpretes.
En tanto los problemas que copan la mesa de operaciones de la política internacional parecen siempre de vida o muerte, la serie consigue una mirada irónica sin caer en la parodia. Desde los enredos matrimoniales de los Wyler -que evocan la dinámica de una comedia de rematrimonio- hasta la pátina satírica sobre la tentación fascista del líder inglés y la ancianidad de su par estadounidense, con guiños a las figuras de Boris Johnson y Joe Biden, La diplomática se afirma en ese esquivo corazón de la geopolítica donde las palabras y los gestos son más importantes que las batallas ganadas o perdidas.