Netflix: en Entrapped, la tierra ancestral le pone precio a la vida
Entrapped (Islandia/2022). Creador: Baltasar Kormákur. Elenco: Ólafur Darri Ólafsson, Ilmur Kristjánsdóttir, Björn Hlynur Haraldsson, Egill Ólafsson, Haraldur Stefansson, Thomas Bo Larsen, Sigurður Þór Óskarsson. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
El detective Andri Ólaffson (Ólafur Darri Ólafsson) está de vuelta. Han pasado varios años y un nuevo crimen lo convoca a aquel pueblo del norte de Islandia donde lo conocimos en la primera temporada de Trapped. Bajo el nombre de Entrapped –pensado como un juego de palabras que reemplaza el encierro geográfico en aquella región confinada por una tormenta invernal por el encierro simbólico en las culpas y los recuerdos del pasado-, esta renovada incursión del creador Baltasar Kormákur en el terreno del scandinoir tiene algunas novedades.
Andri ya no es el jefe de policía del pueblo sino un detective de asuntos financieros en Reykjavik; su esposa y sus hijas viven en Estocolmo; y su exsuegro acaba de salir de la cárcel luego de una condena de cinco años. En esos días templados del verano islandés se comete un crimen brutal: Ívar (Jóhann Kristófer Stefánsson) es asesinado a martillazos en las tierras que ocupa La Familia, una secta religiosa liderada por un viejo colono, Oddur (Egill Ólafsson). Ívar no es cualquier habitante: en el pasado fue acusado injustamente de la desaparición de su novia, apremiado en la comisaría por Andri, marcado en el pueblo por esa tragedia. Su novia nunca apareció, el desconocido raptor sigue impune, Andri revive ahora aquellos viejos fantasmas.
Entrapped tiene algunos puntos en común con su antecesora. En primer lugar, un cadáver como disparador del misterio. En segundo lugar, la competencia entre las autoridades del pueblo –exiliado Andri, Hinrika (Ilmur Kristjánsdóttir) es la jefa de policía- y las de Reykjavik –nuevamente Trausti (Björn Hlynur Haraldsson ) es quien reclama un liderazgo que no sabe ejercer- por la resolución de la investigación. En tercer lugar, un delito aledaño que complica la búsqueda de la verdad: antes era la trata de personas vinculada a la mafia lituana, ahora es el tráfico de drogas manejado por un motoquero danés que se hace llamar “Danish” Hopper (Thomas Bo Larsen). Y, por último, el peso del pasado reverbera en ambas historias: en la primera temporada de Trapped era la muerte de la joven cuñada de Andri en un incendio y la culpa que marcaba a la familia y a su antiguo novio Hjörtur (Baltasar Breki Samper); en Entrapped, la desaparición de Lina en el pasado une los destinos de Andri y el joven Ívar y en el crimen del presente resuenan aquellas viejas heridas.
“Me siento atrapada en una pesadilla”, declaraba Hinrika, casi en ritmo de lamento, en el corazón de la investigación de Trapped, tras la pesquisa del cadáver mutilado de un viejo enemigo del pueblo. Aquel primer eslabón dio paso a nuevos cadáveres, enfrentamientos entre pobladores, secretos y mentiras que parecían tornar el aire tan espeso como la nieve que caía del cielo. Trapped honraba el gélido corazón del scandinoir, asumía la potencia del clima helado, presentaba los asesinatos como síntomas de las oscuridades camufladas en la bonhomía pueblerina, animaba los fantasmas que asediaban a los detectives como grietas en cualquier perfección de su tarea. La nueva Entrapped abreva en otras tradiciones; la más evidente es el folk horror con sus ceremonias rituales, sus cultos misteriosos, su paganismo frente a la lógica racional de lo civilizado.
Esta nueva serie se sostiene sobre la disputa por unas tierras ancestrales. Por un lado, el reclamo de Oddur y su comunidad, erigida en el secretismo y la reclusión; por el otro, una pandilla de motociclistas daneses que esgrimen el derecho del joven Gunnar (Haraldur Stefansson) a ese territorio. Gunnar no es otro que el hijo descarriado de Oddur, abandonado a los vicios por el profeta y recogido por su tío vestido de cuero y protagonista de su propia Easy Rider. Kormákur conjuga elementos ajenos al scandinoir en busca de un relato más universal y menos autóctono, y apuesta por una narrativa menos frondosa (recordemos que en Trapped se conjugaban el crimen con la trata de personas, los negocios inmobiliarios, la tormenta de nieve, el recuerdo trágico del incendio) y concentrada en la posible conexión del crimen de Ívar con un importante cargamento de droga proveniente de Dinamarca.
Por último, este tercer acto en la vida de Andri también delinea su propio crepúsculo. Kormákur profundiza la melancolía del personaje en la ausencia de su familia, la separación de su viejo grupo de trabajo, el peso de sus errores del pasado y sus fracasos del presente. Entrapped es menos oscura en su fotografía, menos nocturna e invernal en su registro del espacio y la atmósfera, y también menos inquietante en el retrato de ese pueblo –el mal parece dividido en esa disputa entre los motociclistas y los miembros del culto pagano, antes que un emergente del entorno social-, pero sí logra explorar los contraluces del estado de ánimo de Andri. Ólafsson consigue dar a su personaje una tristeza más profunda, más arraigada, heredera de ese cansancio que trae la vida cuando ya se ha visto demasiado.