Netflix: la historia del éxito fugaz y explosivo de Wham!, contada en un documental ágil y entretenido

George Michael y Andrew Ridgeley en la Muralla China, en 1985, en el ápice de su fama global
George Michael y Andrew Ridgeley en la Muralla China, en 1985, en el ápice de su fama global - Créditos: @BBC Mundo/Getty Images

Wham! (Reino Unido/2023). Dirección: Chris Smith. Duración: 92 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.

La historia de Wham! fue fugaz pero muy exitosa. Entre 1981 y 1986, el proyecto musical que George Michael y Andrew Ridgeley amasaron en su época de estudiantes en el colegio Bushey Meads School de Watford (al norte de Londres) y convirtieron en un suceso impresionante en todo el mundo funcionó a todo vapor. Y algo de esa eficacia dependió de la inteligencia con la que manejaron el reparto de roles. En este documental que acaba de estrenar Netflix queda claro que Ridgeley supo ocupar el espacio que era más conveniente en una sociedad donde ser mascarón de proa no era su lugar. La personalidad de George Michael, prudente y reservado en las entrevistas pero mucho más voluptuoso y sensual sobre los escenarios, fue una de las claves de Wham!, que apareció en una época en la que la industria musical funcionaba con parámetros completamente diferentes a los actuales, cuando estar en Top of the Pops podía definir el rumbo de una carrera. No existían plataformas de streaming, redes sociales ni algoritmos para orientar los consumos. Y llegar a un ciclo televisivo por el que habían pasado los Beatles, los Stones, Bowie, Queen, Stevie Wonder y Elton John no era un logro menor.

Wham! explotó a partir de esa experiencia. Y el azar, como en muchas historias de éxito, jugó un papel decisivo: en 1982 los convocaron unas horas antes porque una banda que tenía cerrada su presencia en el célebre programa de la BBC se bajó a último momento. Michael y Ridgeley, caras visibles de una formación que en vivo incluía coristas femeninas y sesionistas, apostaron por una elocuente declaración de principios que los alejó de la imagen de sus inicios, cuando la prensa inglesa hablaba de “funk con conciencia social”: presentaron “Young Guns (Go For It!)” con un coreografía no muy prolija pero, justamente por eso, divertida. Y se plantaron en el set con una actitud que ya revelaba el discurso decididamente hedonista que asumirían de lleno un año más tarde con “Club Tropicana”, la canción en la que Wham! le decía al mundo que la emancipación no estaba en ninguna revolución contra el sistema, sino más bien en Ibiza, el paraíso de los ricos y famosos.

También director de Jim and Andy: The Great Beyond, otro documental que se encuentra en Netflix, enfocado en la exótica experiencia de Jim Carrey durante la filmación de El mundo de Andy –la película de Milos Forman en la que interpretó al comediante Andy Kaufman– Chris Smith estructura esta historia de Wham! asociando sus distintas etapas con una colección de álbumes numerados y cargados de recortes de la prensa a los que la mamá de Ridgeley se abocó durante años con el esmero de una fan.

Las voces de los dos músicos llevan el hilo del relato. La de Michael, fallecido en 2016 a los 53 años cuando parecía que sus serios problemas con las drogas estaban bastante controlados, proviene del archivo, mientras que la de Ridgeley analiza desde el presente pero sin aprovechar la ventaja: no parece que haya rencores por una disolución que su compañero fomentó cuando pensó que era momento de abandonar la liviandad de Wham! para intentar cultivar un perfil de solista algo más sofisticado y distanciado de la histeria de los fanáticos adolescentes.

Terminado el recorrido de Wham!, la vida de George Michael tuvo la suficiente cantidad de condimentos como para alimentar otra película más escabrosa que esta: los conflictos con sus sexualidad, la fama y una serie de escándalos públicos que marcaron sus últimos diez años de vida son ese tipo de material que siempre despierta el morbo del público masivo. Pero lo que aparece aquí es la previa de esas tormentas, las pistas que sirven para entender al menos una parte de todo aquello que lo torturaba mientras llovían aplausos y dinero.

Cuando Wham! asomó la cabeza había mucha competencia en el panorama de la música pop: Culture Club con “Karma Chameleon”, Billy Joel con “Uptown Girl”, UB40 con “Red Red Wine”, The Police con “Every Breath You Take”, David Bowie con “Let’s Dance”, Michael Jackson con “Billie Jean”, Lionel Richie con “All Night Long (All Night)”. Ganarse un lugar en los charts, cuando eso era tan importante como lo son hoy la cantidad de streamings, no era fácil, y Michael fue un compositor con el gancho necesario para conseguirlo: “Wake Me Up Before You Go-Go”, “Careless Whisper”, “Freedom”, “Everything She Wants”, “I’m Your Man”, “A Different Corner”, “The Edge of Heaven” fueron número uno en los rankings del Reino Unido y abrieron también las puertas de los Estados Unidos, Japón e incluso China, cuando en el gigante asiático había poco espacio para los artistas de Occidente. Wham! llegó a un país teñido por los tonos grisáceos y la solemnidad del comunismo con su look colorido y desenfadado antes de la caída del Muro, cuando el pop todavía era mala palabra allí, e hizo historia. Fueron los primeros. De algún modo confirmaron que incluso en regímenes caracterizados por la rigidez y los mandatos, la cultura pop conserva su poder sugestivo.

Paradójicamente, este documental deja claro que Michael estaba obsesionado con cambiar su imagen. Dejar de lado la astucia para el cálculo y la superficialidad que requiere la industria para encajar en su lógica y llegar a otro estatus. Hay una historia que cuenta la película que es muy significativa al respecto: “Careless Whisper”, el “lento” que varias generaciones de románticos adoraron (y adoran), es una canción que Wham! grabó por primera vez en 1981 y se guardó estratégicamente para lanzarla en el momento más oportuno. Y ese momento llegó cuando ya George Michael ya había decidido un futuro como solista. Wham! empezaba a apagarse en fade y, en aras de una carrera más “seria”, se resolvió grabar el tema con Jerry Wexler, legendario productor de Aretha Franklin y Ray Charles, en los Muscle Shoals Sound Studio. La versión quedó rara: demasiado apagada, desprovista de esa burbujeante vitalidad que era marca de fábrica del dúo. Michael decidió rehacerla haciéndose cargo de la producción y agregando el famoso saxo de Steve Gregory que es uno de los rasgos característicos del tema que se convirtió en hit internacional. El cuentito sirve para graficar que Michael controló siempre su producción, en Wham! y después. Y que tenía plena conciencia de que una estrella de pop madura difícilmente podría seguir con shorts de lycra apretados y ropa deportiva chillona si quería evitar la parodia.

En ese sentido, fue un caso singular. Georgios Kyriacos Panayiotou, hijo de un grecochipriota que hubiera preferido para él la medicina, la abogacía o los asuntos contables y recién lo apoyó cuando era una figura mundial indiscutible, se propuso cambiar de piel cuando tenía solo 24 años y su permanencia en la cima del negocio musical y la fama se percibía asegurada. Tampoco pretendía ser un artista de vanguardia. Pero el desprecio de un sector de la crítica especializada lo acomplejaba desde muy temprano y se quiso curar en salud. Lo que vino una vez terminado Wham! puso de manifiesto, más allá del éxito que mantuvo como solista, que los fantasmas no se fueron nunca. Es otra historia digna de contar por su anomalía y que sería un buen complemento para este documental que se concentra en la euforia relativamente efímera de la que fue, según una encuesta publicada por New Musical Express en 2008, “La mejor boy band de todos los tiempos”, por encima de Backstreet Boys y NSYNC. Una caricia insuficiente para alguien que soñaba con un reconocimiento que en vida le llegó en la voz y el cariño de Elton John, otra personalidad amenazada por la autodestrucción.