Netflix: El hombre de Toronto es la más torpe imitación de una fórmula que supo ser muy exitosa
El hombre de Toronto (The Man from Toronto, Estados Unidos/2022). Dirección: Patrick Hughes. Guión: Robbie Fox y Chris Bremner. Fotografía: Rob Hardy. Música: Ramin Djawadi. Edición: Craig Alpert. Elenco: Kevin Hart, Woody Harrelson, Jasmine Mathews, Kaley Cuoco, Pierson Fode, Ellen Barkin. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: mala
En 2017, con Duro de cuidar (The Hitman’s Bodyguard), el director australiano Patrick Hughes apareció como plausible custodio de una herencia de cierto valor. La divertida e inesperada alianza entre un guardaespaldas de élite y un peligroso asesino a sueldo era el motor de la última aventura destacada de un género que funcionó realmente bien entre las décadas de 1970 y 1990, el de las comedias de acción en clave de buddy movies.
Aquí el protagonismo y el eje de la acción son compartidos por dos personajes bien distintos (aunque a veces cumplan la misma función), unidos a la fuerza para llevar adelante juntos una determinada misión. Arma mortal, Una pareja explosiva, 48 horas y Dos policías rebeldes son ejemplos eficaces de una tradición que El hombre de Toronto procura retomar.
El secreto del éxito de las buddy movies de otras décadas consiste en entender que de las tontas discusiones que sostienen a cada momento dos seres incompatibles, empecinados todo el tiempo en imponer su propio criterio sobre el ajeno, pueden surgir las decisiones más originales, sorprendentes e ingeniosas, puestas siempre al servicio de la acción. El entretenimiento queda asegurado y nuestros héroes (o antihéroes, según el caso) se convierten en las personas más simpáticas del mundo. Eso explica la ansiedad del público por nuevas aventuras: casi todos los éxitos de esta corriente tuvieron secuelas.
Pasó también con Duro de cuidar, pero su segunda parte no pudo ser rescatada ni siquiera por el carisma probado de Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson. Hughes tomó aquí todas las decisiones equivocadas y llevó a sus personajes por caminos inexplicables y sobre todo inverosímiles. Duro de cuidar 2 terminaba subestimando por completo al espectador. Se equivocaban sus responsables al pensar que el público aceptaría todo lo que estaba viendo solo porque un par de actores simpáticos, decididos y desenvueltos se sienten capaces de transformar cualquier variante argumental sin sustento en algo creíble.
Hughes lo hizo aquí de nuevo. El hombre de Toronto sigue el mismo camino. Trata directamente al espectador de tonto desde el momento en que un torpe y fracasado emprendedor, en la tercera década del siglo XXI, es confundido con un infalible asesino a sueldo porque la hoja impresa con la reserva de una cabaña en la que iba a pasar un romántico fin de semana con su pareja resulta casi ilegible y lo lleva al destino equivocado. Cualquier PC o teléfono inteligente tiene el dato correcto. Ningún personaje se da cuenta de ese detalle. Cualquier espectador, sí. Toda la trama se activa a partir de ese equívoco. ¿Cómo sostener semejante lógica sin ofender la inteligencia de quien está viendo?
Pese a ser el más incompetente hombre de negocios que pueda imaginarse, Kevin Hart (intérprete de un único gesto gracioso) es convocado por el FBI para cumplir una acción que ni siquiera confiaría a sus agentes más probados. Harrelson encarna fuera de su registro (y con buenos puños, eso sí) a un asesino a sueldo que hubiese encontrado identidad más apropiada en la línea de Jason Statham. Con escenas de acción que imitan lo que ya vimos muchas veces (Kingsman y Uncharted son referencias muy evidentes) y varios finales superpuestos, El hombre de Toronto fracasa como homenaje y como actualización de una fórmula que en el pasado supo funcionar. También por el lado de su elenco: desaprovecha de manera inexplicable a Kaley Cuoco y convierte en una sombra (vestida, eso sí, de blanco inmaculado) a Ellen Barkin, una actriz que siempre supo brillar.