Netflix nos pone de frente con la estupidez humana en su máxima potencia

Cuando la sensación de injusticia sirve como bandeja emocional para contar una historia real, entonces se pueden conseguir series o películas documentales que dejan huella. De esas que remueven entrañas ante la impotencia que contagia el hacernos testigos de la impunidad más cruel. Desde Dolores: La verdad sobre el Caso Wanninkhof, pasando por Así nos ven, El timador de Tinder o Dopesick, propuestas del streaming tan diferentes entre sí pero que nos contagiaron el mismo rechazo emocional en masa. Pues Netflix tiene otra historia que cae en el mismo saco pero que, en esta ocasión, el crimen es la mera estupidez humana en su máxima potencia.

Se trata de El hombre más odiado de internet, una serie documental de tres episodios que repasa el auge y caída de Hunter Moore, el creador de un sitio web que explotaba el ‘porno venganza’ cuando Internet estaba en pañales. Una historia que nos pone de frente y sin escapatoria ante la aborrecible cultura del odio.

Hunter Moore en 'El hombre más odiado de internet'. Cr. Netflix © 2022
Hunter Moore en 'El hombre más odiado de internet'. Cr. Netflix © 2022

Con el estilo similar de A los gatos, ni tocarlos: un asesino en Internet y El timador de Tinder, esta nueva serie documental nos remota al año 2010 cuando el sitio web ‘IsAnyoneUp.com’ comenzó a ganar popularidad en EE.UU., creando un seguimiento de culto a su fundador y poniendo de moda el odio sin límites. En esta página los usuarios podían subir fotografías explícitas de exparejas, u otras personas en general, junto con información personal como sus nombres reales, números de teléfono y perfiles de redes sociales. Lo que en ese momento pasaría a conocerse como ‘porno venganza’.

Y más allá de la humillación de exponer a una persona de esta manera, violando su intimidad y confianza, el sitio perpetraba los comentarios y alentaba el linchamiento de palabras con insultos y bullying. Básicamente sirviendo un camino directo hacia las víctimas a través de la exposición de sus redes sociales, con mensajes de odio en sus perfiles privados pero también haciendo más fácil el reconocimiento. Por ejemplo, una maestra perdió su puesto de trabajo sin siquiera saber en ese momento que sus fotografías privadas se habían colgado. Y a una estudiante de enfermería le afectó tanto la humillación y sensación de vulnerabilidad ante el rechazo de Hunter Moore de retirar sus fotos, que afectó su salud mental hasta intentar suicidarse.

Hablamos de mujeres jóvenes pero también de hombres, personas discapacitadas o ancianas. Era el oeste salvaje de la humillación gratuita. Insultos, denigraciones, insinuaciones por privado… las víctimas se convertían en elemento de sacrificio para un culto que veneraba a Hunter Moore como rey del bullying. Él mismo ventilaba su arrogancia por encima de la ley e intenciones sin escrúpulos con total libertad a través de entrevistas en televisión y podcasts, así como en sus propias redes sociales.

Y es que en aquel entonces la ley no reconocía las actividades de Moore como ilegales, al ser los usuarios los responsables de violar las normas de copyright publicando fotografías de otras personas. La excusa de este hombre era que su sitio web solo servía de fórum. Que él no era el culpable pero tampoco sentía remordimiento porque “no conocía” a las personas de las fotos. Sin embargo, gracias a una madre coraje que se enfrentó a Hunter Moore públicamente cuando su hija se convirtió en víctima, se consiguió que el FBI lo investigara. Porque algo no cuadrada. Muchas de las víctimas, incluida la hija de esta mujer, jamás habían enviado sus fotografías íntimas a nadie sino que sus cuentas de emails habían sido hackeadas.

Sin embargo, lo que realmente consigue El hombre más odiado de internet es exponer la cultura del odio como la lacra ridícula que es. La parte más emocional de la historia la conocemos a través de entrevistas con algunas víctimas y personas que se enfrentaron a Moore. Pero es a través de los vídeos de sus seguidores -que se hacían llamar ‘La Familia’ como si fueran una mafia-, los tuits y declaraciones de Hunter Moore por aquel entonces y los comentarios a su favor volcados en redes, que nos plantamos de cara y sin armaduras frente a la estupidez humana.

Hablo de personas que hacían lo que Hunter Moore les ordenaba por tener un momento de fama viral. Desde colocarse petardos encendidos entre las nalgas para la cámara, a desnudarse, tirarse pedos o incluso insertarse objetos en partes íntimas. Como también amenazar de muerte y acosar a quien desafiara al líder. Y todo para llamar su atención y tener cinco segundos de viralidad. Podemos debatir largo y tendido sobre la manipulación en mentes adolescentes, el seguimiento de culto y la vulnerabilidad de la edad. Pero aquí se nos plantea un debate interesante sobre la carencia de límites en la búsqueda de la notoriedad viral, hasta el punto de normalizar el hacer daño al prójimo.

Por otro lado, el documental expone el odio desatado que se vive en redes sociales, con insultos y humillaciones como moneda de cambio. En el caso de este sitio web llegaban a enviarse amenazas de muerte y un acoso terrible contra personas expuestas sin su consentimiento de forma tan vulnerable. Una práctica que muchas influencers, actores y personajes públicos actualmente siguen denunciando, exponiendo el odio que reciben a través de sus perfiles. Desde Violeta Mangriñán a Cristina Pedroche, así como personajes con pasos polémicos por La isla de las tentaciones, como Lucía Sánchez o Lola. Incluso actores como Nicola Coughlan (Penelope en Los Bridgerton) o varios intérpretes nuevos dentro del universo de Star Wars. Son muchos los personajes que han expuesto el acoso de los insultos que reciben en redes.

Dos realidades que nos hablan de insensatez, falta de empatía pero muchas carencias. Y, sobre todo, la estupidez más cruda.

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El hombre más odiado de Internet es una serie documental con el mismo estilo trepidante de las otras obras de Netflix mencionadas, contando el caso mientras dan amparo a las víctimas y con un tono narrativo ligero pero certero, siendo perfecta para el maratón de turno.

Moore terminó siendo ridiculizado por un activista anti-bullying que lo convenció de que le vendiera el sitio web con la excusa de haber descubierto que algunas fotografías pertenecían a menores de edad. Lo asustó tanto con repercusiones legales que logró comprarle la página por menos de $15.000. Este hombre se llama James McGibney, un exmilitar que sufrió abusos y bullying en su infancia. Al conseguir el dominio hizo que la web dirigiera automáticamente a su propio sitio anti-bullying. Es más, borró todos los servidores y sus copias. Moore jamás podrá exponer de nuevo a esas personas.

En menos de dos años, Hunter Moore pasó de disfrutar celebridad y veneración fugaz a servir dos años y seis meses de prisión, pagar una multa de $2.000 y otros $147.000 en restitución. Y lo más importante, el juez le prohibió el uso de las redes sociales.

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