Netflix tiene un problema gordo y la gente se está dando cuenta

‘¿Qué me recomiendas ver en Netflix?’ es una pregunta típica que solemos escuchar. Y no solo la comunidad de críticos y periodistas dedicados al audiovisual (por eso de estar tan al día con las series y películas que van llegando de manera semanal), sino todos los usuarios en general. Recomendar estrenos es una práctica tan vieja como el cine mismo y ante el aluvión de propuestas que estrena Netflix cada semana, y el poco tiempo que nos deja la vida en general, toca ser más selectivos.

Sin embargo, hace tiempo que noto que me cuesta dar con una respuesta espontánea, enérgica y apasionadamente seriéfila cuando alguien me hace esa pregunta. En realidad termino recomendando series pasadas, como Dark, Mindhunter, Sex Education, Así nos ven u Ozark. Y he visto que no soy la única. Varios allegados me comentaron lo mismo recientemente. Y viendo que podría estar ante una especie de desilusión en alza, opté por hacer un repaso por redes sociales. Y vaya sorpresa me llevé.

BRASIL - 2022/07/06: En esta ilustración fotográfica, una mujer recortada sostiene un teléfono inteligente con el logotipo de Netflix en la pantalla. (Ilustración fotográfica de Rafael Henrique/SOPA Images/LightRocket vía Getty Images)
BRASIL - 2022/07/06: En esta ilustración fotográfica, una mujer recortada sostiene un teléfono inteligente con el logotipo de Netflix en la pantalla. (Ilustración fotográfica de Rafael Henrique/SOPA Images/LightRocket vía Getty Images)

No hice más que buscar comentarios sobre Netflix en Twitter que enseguida noté una tendencia: la de advertir o anunciar la baja del servicio a golpe de tuit punzante. Usuarios que por la misma decepción de llevar una temporada sin encontrar series de calidad y adictivas más allá del fenómeno de turno (como el regreso de Stranger Things o películas de tono blockbuster como El agente invisible), sumado al costo del servicio y las próximas estrategias que irán implementando, están tirando la toalla. Y no solo eso, lo anuncian con bombos y platillos como si fuera una estocada personal contra la plataforma. Es más, muchos de los comentarios van acompañados del hashtag #ChauNetflix, sobre todo los pertenecientes a Latinoamérica donde pronto se implementará la prohibición de compartir contraseñas, a no ser que se abone un coste adicional.

Entre la mala recepción que está teniendo la nueva estrategia (y que comenzará en varios países el 22 de agosto), así como el coste premium de 17 euros mensuales en España (para que cuatro pantallas puedan verse al mismo tiempo) y la falta de series nuevas de calidad altamente adictivas, es evidente que Netflix podría tener un problema. Porque una cosa es el éxito de turno que olvidamos enseguida; como Interceptor, Persuasión, Spiderhead, Bienvenidos a Edén, Pálpito o la serie o película que suele colarse entre lo más popular del servicio para desaparecer en pocos días; y otra muy distinta es conseguir fenómenos que logren elevar a Netflix al pedestal de las series de calidad. Un peldaño que escala esporádicamente cuando una serie consigue dar la nota, pero con tantos estrenos semanales el consumo de historias se convierte en algo fugaz, contagiándonos la sensación que prima más la cantidad que la calidad.

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La plataforma anunció haber perdido 200.000 suscriptores en el primer trimestre de 2022. En el segundo sumaron otros 970.000. Un resultado que según los analistas estaría relacionado con “la competencia, recesión, inflación y los temores generales sobre la economía” (The Washington Post), pero ¿estarán considerando el impacto que la calidad variable de sus producciones puede tener en todo esto?

Porque más allá de series ya afianzadas como Stranger Things, The Witcher, Los Bridgerton o Sex Education, muchos de sus estrenos promocionados cada vez transpiran más sabor palomitero o comercial, con narrativas previsibles que no demandan un espectador exigente. Muy diferente a otras apuestas que nos engancharon en masa y dieron qué hablar al mundo entero, como Gambito de dama, Unorthodox, Mindhunter, Creedme, El juego del calamar o hasta Tiger King.

La cantidad de estrenos semanales tampoco creo que les haga un gran favor. Les habrá funcionado cuando la plataforma estaba en proceso de afianzarse entre el público, así como en pandemia cuando estábamos obligados a buscar distracciones en casa, pero que ahora sigan estrenando una gran cantidad de opciones cada semana la está convirtiendo en una plataforma de mucho contenido pero poca calidad.

Cada semana somos testigos del aterrizaje de un buen puñado de historias -desde series a documentales y películas- pero ¿cuántas de ellas nos apasionan y nos apetece recomendarlas con ganas? Más allá del gusto de cada uno creo que podemos estar de acuerdo que no son muchas para la cantidad de estrenos que realizan a la semana. Es más, entre semejante marea de nuevas propuestas terminan pasando desapercibidas historias maravillosas pero pequeñas como El tiempo que te doy, Love, Death + Robots o Apolo 10 1/2, por nombrar recientes. Como si el aluvión constante centrado en la cantidad terminara pasándole factura a aquello que la plataforma podría explotar mejor.

Confieso que detesto empezar series y no terminarlas. Me pasó toda la vida. Con libros, películas… si empiezo una historia siento la necesidad de terminarla. Pero últimamente ha empezado a costarme menos ante la sensación de pérdida de tiempo que me transmiten la historias previsibles. Es más, me pasó este mismo fin de semana cuando le di tres oportunidades a Netflix. Empecé a ver Fanático, la nueva serie española pero su juerga callejera forzada y trama previsible no me permitió engancharme. La dejé y seguí con Sigue respirando, el drama sobre una joven embarazada que intenta sobrevivir en un bosque tras un accidente de avión. Transpiraba tantos clichés que después de tres capítulos dije ‘next’. Y luego probé con Desparejado, la comedia con Neil Patrick Harris. Tampoco, nada nuevo para el género, más clichés y terminé desistiendo.

Entonces me pasé a Apple TV+ donde el viernes estrenaron un thriller de momento inquietante (solo hay tres capítulos disponibles) -Apariencias-, hice un paso por Disney para continuar con el thriller basado en una historia real Por mandato del cielo, estrenado la semana pasada con Andrew Garfield (muy intenso para devorarlo en maratón) y terminé el fin de semana en Starz con otro true crime dramatizado protagonizado por Elle Fanning, The girl of Plainville, que de momento me tiene enganchadísima. Es decir, todos ellos me dejaron con ganas de más, algo que Netflix parece que hace tiempo no me contagia con sus series o películas (un mundo aparte es el true crime, donde esta plataforma siempre termina dando la nota).

Quizás además de buscar alternativas para rentabilizar el servicio -como no permitir el intercambio de contraseñas o añadir publicidad- sea hora que Netflix se plantee cómo está rellenando su servicio a la hora de mantener la fidelidad del usuario. Un usuario que no siempre busca una mera distracción pasajera, sino que busca en su catálogo series adictivas, que nos desafíen narrativamente y den la sorpresa cuando menos lo espera. Netflix tuvo muchas series de este estilo en el pasado, incluso El juego del calamar lo consiguió sorprendiendo a la propia plataforma con un éxito que nadie esperaba. Pero tengo la sensación de que hace tiempo que no vivimos la pasión universal por una historia nueva con el mismo fervor que contagiaron series como Gambito de dama o Unorthodox, por nombrar algunas que captaron a un target amplio de espectadores (no incluyo a El juego del calamar porque fue un fenómeno puntual enorme y no sería justo esperar semejante nivel de convocatoria a menudo). Quizás ¿Quién es Anna? se acercó bastante, pero tengo mis dudas.

En resumen, si tenemos en cuenta el coste mensual para una vivienda de varios usuarios, la limitación al acceso al que muchos suscriptores estaban acostumbrados y que tampoco estrenan series magníficas altamente recomendables cada semana, entonces resulta comprensible que varios usuarios barajen su continuidad con el servicio.

Al final, todo es subjetivo y depende mucho de las preferencias de cada uno. Después de todo, deben haber opciones para todos los gustos. Pero si algo me dice esa tendencia de celebrar la baja del servicio en Twitter, es que Netflix podría estar cociendo un problema de fidelidad cuando lleva dos trimestres perdiendo suscripciones. Y quizás esa estrategia de estrenar a mansalva sin una medición aparente de medir calidad sobre cantidad ya no le beneficie tanto.

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