Netflix: Entre la vida y la muerte es un relato de amor adolescente que parece escrito por una inteligencia artificial diseñada para satisfacer las necesidades del algoritmo

Joey King y Kyle Allen en Entre la vida y la muerte
Tina Rowden/Netflix

Entre la vida y la muerte (The In Between / Estados Unidos, 2022). Dirección: Arie Posin. Guion: Marc Klein. Elenco: Joey King, Kyle Allen, John Ortiz, Kim Dickens. Duración: 115 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular

Entre la vida y la muerte es un nuevo film que se suma a la larga lista de romances juveniles trágicos que ya hace algunos años parecen ser la fórmula más elegida para contar el amor durante la adolescencia. Entre las ramas del subgénero que incluye enfermedades terminales y depresión entre sus causas preferidas para desatar las lágrimas y esquivar al final feliz, una que se destaca por repetida es la del amor más allá de la muerte causada por un accidente. En este caso, la historia de Tessa (Joey King), una joven con talento para la fotografía y unos cuantos traumas que la hicieron desconfiar en el amor, y Skylar (Kyle Allen), el chico políglota, atlético y sensible que se enamora perdidamente de ella , empieza por el final.

En un accidente automovilístico que ocurre fuera de cuadro, Skyler muere y Tessa sobrevive aunque queda con el corazón roto. Literalmente. Aunque suene demasiado cursi para ser cierto, ese es el punto de partida de la película: una joven con el corazón doblemente roto que siente que su amor trascendió a la muerte y es posible establecer contacto con su amado. Con un guion que parece escrito por una inteligencia artificial diseñada para satisfacer todas las necesidades del algoritmo, Entre la vida y la muerte cumple al menos con ese objetivo. El film logró ubicarse entre lo más visto de Netflix, aunque su efectividad es considerablemente más baja si se tienen en cuenta otras variables como la creatividad o la originalidad .

“Tessa, el amor nunca muere”, le dice Skylar a su amada en uno de los tantos flashbacks que la trama utiliza para contar el romance de los protagonistas. Pero la obviedad no es patrimonio exclusivo del muchacho. Mel (John Ortiz), padre adoptivo de Tessa, mientras ella todavía está haciendo el duelo por su novio muerto, le grita que es una inconstante igual que la madre que la abandonó, con una carga de crueldad que la película ni siquiera se ocupa de resaltar; la protagonista se recupera de la operación de corazón de la que casi no sobrevive y casualmente comparte enfermera con una experta en comunicación entre los vivos y los muertos y, para coronar la falta de sutileza de la narración, la canción que marca el amor entre los trágicos enamorados es “Never Tear Us Apart”. Si, el himno romántico de INXS, editado en 1987, se repite una y otra vez en este cuento de amor y pérdida para la generación Z. La asincronía se explica fácil y sin temor al ridículo: Tessa y Skylar, son chicos analógicos, prefieren escuchar viejos cassettes en el auto antes que sacarse selfies, y ver el film francés Betty Blue y bailar un vals antes que hacer coreografías en Tik Tok.

El idílico pueblo costero en el que se conocen tiene todo el aspecto de un lugar romántico si quien lo estuviese describiendo fuera, una vez más, una inteligencia artificial. Tan plástico y vacío resulta toda la puesta en escena que por momentos el espectador puede pensar que hasta los recuerdos del pasado de Tessa forman parte de una fantasía inducida por el dolor y los medicamentos. Pero no. La misma película se ocupa de aclarar que debemos creer que esas imágenes de la pareja recorriendo un hotel abandonado en el que pasan casualmente por un cartel con la inscripción “la tierra del amor” o los consejos que le da su profesora de arte a Tessa sobre “encontrar su voz”, no son delirios sino situaciones verosímiles del relato.

Una escena de Entre la vida y la muerte
Tina Rowden/Netflix


Una escena de Entre la vida y la muerte (Tina Rowden/Netflix/)

Una película con un guion tan perezoso y mediocre como el de Entre la vida y la muerte lo hieren de muerte desde su concepción . El explícito guiño a Ghost: la sombra del amor (hay un póster del film de Demi Moore y Patrick Swayze en una escena, en la vieja sala de cine en la que trabaja Tessa) y el coqueteo con el terror que contradice todo el contrato de lectura con el espectador al que en todo momento se le presenta la posibilidad de la comunicación entre la vida y la muerte como la mayor prueba del amor, son algunos de los desaciertos más notables de un film que está repleto de ellos.

En medio de la confusión y las malas decisiones narrativas, la luz al final del túnel de Entre la vida y la muerte son sus protagonistas. King, actriz desde la infancia que logró dar el paso hacia papeles más adultos, hace lo que puede con su hosca criatura, que de tan desarticulada casi hace extrañar -con el énfasis puesto en casi- a Elle, su personaje en la fallida trilogía de El stand de los besos. Y Allen, desaprovechado, al menos demuestra que está listo para ser el nuevo novio de Internet, esa corona que alguna vez llevó Noah Centineo al que, casualmente, Allen reemplazó como protagonista del ambicioso proyecto de relanzar la historia de He-Man, Masters of the Universe, que Netflix prometió para 2024. Talentoso bailarín, actor carismático y con un notable parecido con el Heath Ledger de 10 cosas que odio de ti, el intérprete que formó parte del elenco de Amor sin barreras y encabezó la encantadora The Map of Perfect Tiny Things (disponible en Amazon Prime Video), es lo mejor de Entre la vida y la muerte, una película que haría bien en olvidar.