Niko, la aventura de las narices frías: animación navideña ágil y de fácil digestión para los más chicos

Niko, la aventura de las narices frías, estreno del jueves 14
Niko, la aventura de las narices frías, estreno del jueves 14

Niko, la aventura de las narices frías (Niko: Beyond the Northern Lights, Finlandia-Alemania/2024). Dirección: Kari Juusonen, Jørgen Lerdam. Guion: Kari Juusonen, Marteinn Thorisson, Hannu Tuomainen. Música: Eimear Noone, Craig Stuart Garfinkle. Edición: Benjamín Mercer. Con las voces de: Ángel Rodríguez, Pamela Mendoza, Gerardo García, Gerardo Vázquez, Rafael Pacheco. Duración: 85 minutos. Calificación: apta para todo público. Distribuidora: BF Paris. Nuestra opinión: buena.

En sintonía con la ansiedad reinante, y habiendo iniciado ya hace rato la cuenta regresiva para fin de año, las producciones navideñas comienzan a invadir la pantalla grande. La semana pasada fue la encomiable Código: traje rojo, y ahora le toca el turno a la animación con Niko, la aventura de las narices frías.

El primer problema que tiene la película dirigida por el finlandés Kari Juusonen -más allá de lo tramposo del título, que en su traducción remite a la memoria emotiva del clásico de Disney, La noche de las narices frías- es que no se trata de una producción original, sino de la tercera parte de una saga, que por estas latitudes el 99 por ciento del público desconoce.

¿Perjudica lo anterior a la comprensión de la historia que se va a ver? Para nada. Pero sí conspira contra cualquier identificación que la platea pueda tener con los personajes. Las aspiraciones del protagonista en convertirse en un reno volador (conflicto de la primera entrega), su relación familiar con padres y hermanos (eje de la segunda), sumado a su clan de laderos y demás personajes secundarios, no terminan de calar en el espectador en ningún momento. Son encantadores, pero tan fríos como el lugar en el que habitan, por falta de una “puesta al día” para neófitos. Es como llegar tarde, muy tarde, a un cumpleaños donde encima no se conoce a nadie. Integrarse no será imposible, pero tampoco tarea fácil.

Niko, que ya es todo un preadolescente, está listo para enfrentar el desafío de tomar el único lugar vacante en las “fuerzas voladoras” que tiran del trineo de Papá Noel, codo a codo con su padre. El problema comienza cuando aparece Stella, otra reno dispuesta a sacarle el lugar: serán tres pruebas que revelen al ganador. Sin embargo, y aquí es donde aparece el primer giro sorpresivo de la trama, el verdadero objetivo de Stella es robar el trineo de Papá Noel, algo que logra gracias a la inocencia de Niko. De esta manera, el pequeño reno deberá enmendar su error y recuperar el vehículo, a 24 horas de comenzar la Navidad. Si no, todo estará perdido.

Una vez presentado el conflicto, solo restará seguirle los pasos a una historia lineal, con las piruetas necesarias, el ritmo sostenido, y una colorida animación para no aburrir, ni a los grandes ni a los chicos.

Aprovechando que los destinatarios del film son, evidentemente, nenes muy chiquitos, el guion cuela algunos conceptos relacionados con los valores familiares, las relaciones entre padres e hijos, la amistad y la responsabilidad de crecer. Nada nuevo, es cierto, pero siempre es mejor cuando están presentes, que cuando brillan por su ausencia. Nobleza obliga, también es necesario señalar que ninguno de esos elementos tiene el suficiente peso para llegar a convertirse en una enseñanza que perdure más allá del momento. Funcionan más bien como subtramas que ayudan cuando la misión principal flaquea, víctima de su propia debilidad.

Niko, la aventura de las narices frías es una película entretenida y de fácil digestión para los más chicos de la familia, quienes seguramente quedarán deslumbrados por lo que les devuelve la pantalla. El entusiasmo será inversamente proporcional de acuerdo a la cantidad de años cumplidos.

Y si bien está claro que no será un título de referencia en ningún ranking navideño, tampoco parece ser un galardón que le interese ostentar. Una vez concluida, uno abandona la sala con la sensación de que le alcanza con ser un espectáculo simpático y agradable de ver. Modestas ambiciones, ampliamente logradas.