No existe una sola forma de resolver ese problema
A muchos hombres, cuando niños, nos enseñan que existe una sola manera de resolver conflictos y componer problemas. Pero esta creencia, por lo unívoca, lo que termina es generando temores, el miedo a no encontrar ese único modo de solucionar ese dilema. Porque, cualquiera que sea el camino de reparación que hallemos, lo único que sí deseamos, es que de buen resultado. Es decir: que todo termine bien.
Para Neil Pasricha, escritor y orador que se caracteriza por su defensa de la positividad y placeres simples, autor y director del Institute for Global Happiness, lo que sucede es que muchas veces nos atascamos en ese primer paso cuando no nos sentimos capaces de hacer algo y, en base a eso, desarrollas la una caída de motivación que perjudica el siguiente paso, imprescindible para seguir avanzando en la superación del inconveniente.
Nuestra línea de acción acostumbrada es, primero pensar que puedes hacer algo, luego que lo quieres hacer, y con esa confirmación mental, lo haces. En otras palabras, concebir un plan de acción, sentirte motivado de hacerlo y después hacer lo necesario para llegar a la meta propuesta es el derrotero normal. Lo que sucede a menudo, es que no nos sentimos lo suficientemente determinados y eventualmente bajamos los brazos. Esta situación nos hace sentir más temor la próxima vez que lo intentemos.
Pero es posible romper el mandato de hacer las cosas de un solo modo, dejar atrás aquello que escuchamos desde que nacemos más de 100.000 veces: “Hazlo así, como yo te digo”, “debes decirlo de este modo”, “tienes que tomar ESTE rumbo ”, “no hay otra forma de hacerlo"… Porque esto crea unas barreras mentales que nos hacen movernos sobre patrones de "lo que está bien o mal”.
Afortunadamente, décadas de investigación sugieren que la creencia de que las habilidades son estáticas es errónea, las habilidades de todo tipo son muy flexibles. Aceptar el hecho de que es posible el cambio logra que pueden valorarse mejores opciones y alcanzar todo nuestro potencial. Las personas cuyos objetivos son mejorar, toman las dificultades con calma y aprecian las opciones de caminos para llegar al destino.
Por eso, si queremos desarrollar al máximo nuestra capacidad creativa, es imprescindible que rompamos nuestras barreras mentales y que cambiemos nuestro punto de vista. La propuesta es mirar las cosas desde otro lugar y descubrir cómo y cuánto cambian. El punto de vista puede modificar el significado del mundo que nos rodea. Sabremos cómo enfrentar algo, tan sólo cambiando la forma en que estructuramos nuestro plan de acción.
Es cuestión de ajustar nuestra perspectiva para lograr que una acción determine tu forma de pensar, en vez de dejar que tu forma de pensar determine si eres capaz de actuar o no de cierta manera. Una de las formas más efectivas para hacer que las cosas pasen es empezar por el final. A veces, el problema es empezar por el comienzo, pues en ocasiones hacerlo uno puede quedar envuelto en montañas de información, hacer grandes análisis, profundos planteamientos y dando vueltas en círculos sin avanzar un solo centímetro.
Debemos vencer el miedo a equivocarnos, y comprender que la serendipia puede llevarnos a grandes ideas. Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta o bien hacerlo de una manera diferente.
Por ello, empezar por el final no es mala idea, ya que muchos proyectos se postergan indefinidamente porque no sabemos por dónde comenzar. Puede ser tan abrumador que, sin una siguiente acción inmediata para ejecutar, todo continuará en la lista de pendientes.
Por último, Neil Pasricha recomienda cambiar el orden de tu línea de acción. Es decir, que 1) hagas algo, 2) pienses que puedes hacerlo, y 3) quieras hacerlo. De esta forma, al empezar, no tendremos prejuicios contra nosotros mismos sobre si podemos hacer algo o no. Si saltamos inmediatamente a hacerlo y nos damos cuenta que somos capaces de hacerlo, entonces tendremos la motivación de querer hacerlo y avanzaremos.
¿Te animas?