No le tengas miedo a las alcachofas: así de fácil es prepararlas

La primavera es la segunda temporada idóneo para disfrutar de la alcachofa tras el otoño. Es el momento en el que llegan a la mesa las que se recolectan en el área mediterránea. Sin embargo, es cierto que, al mismo tiempo que nos encanta encontrarla en el plato en un restaurante, nos cuesta prepararla en casa. Esta hortaliza cuenta con una mala fama de resultar difícil de preparar y de cocinar que no siempre se corresponde con la realidad. Vamos con una guía sencilla para que preparar unas buenas alcachofas en casa sea mucho más sencillo de lo que parece.

No hay que tener miedo a las alcachofas. Foto: Pixabay.
No hay que tener miedo a las alcachofas. Foto: Pixabay.

Para entender cómo cocinar las alcachofas, la mejor aproximación consiste en conocerlas de adentro hacia afuera. A primera vista, las alcachofas no parecen muy apetecibles. Su capa exterior de hojas muy duras podría asemejarse a una especie de armadura pero asomarnos a su interior nos ofrece una visión completa. En realidad, las alcachofas son los capullos de flores sin abrir de una planta grande de la familia del cardo. Normalmente, produce tallos con una alcachofa grande en el extremo y varias alcachofas más pequeñas debajo de él. Una alcachofa madura grande tiene hojas fibrosas y duras que se disponen en capas sobre hojas cada vez más tiernas hasta llegar a un núcleo denso, la ‘alcachofa corazón’.

Para adquirir los mejores ejemplares, hay que fijarse en el peso y el color. Las mejores son las que resultan pesadas, cuentan con una gran firmeza y hojas de un tono verde oscura.
Un poco de color marrón en las puntas no es demasiado importante, pero conviene evitar las alcachofas con hojas muy sueltas o partidas.

Una vez que hemos comprado alcachofas, hay que conservarlas adecuadamente hasta que vayamos a cocinarlas. Lo mejor es mojarlas y almacenarlas en una bolsa de plástico hermética hasta un máximo de cinco días, pero el momento idóneo de consumo requiere comerlas después de uno o dos días.

Llegamos al momento clave. Lo primero es lavarla bajo el grifo y cepillarla desde la base hasta la punta con un cepillo específico para verduras, con lo que eliminamos el amargor de la capa exterior. A continuación, cortamos con un cuchillo la parte superior de la alcachofa. En cuanto al tallo, si las vamos a hornear, hay que cortarlo justo en la base y tirar de las hojas que se encuentran unidos. Eso sí, no hay por qué tirarlo: puede cocinarse y comerse la carne de su interior, que es tierna.

Las alcachofas admiten varios cocinados, como la cocción. Foto: Wikipedia/Pepperedjane (CC).
Las alcachofas admiten varios cocinados, como la cocción. Foto: Wikipedia/Pepperedjane (CC).

A continuación, toca retirar las hojas inferiores decoloradas con unas tijeras de cocina. Después debemos recortar las puntas duras de las hojas exteriores restantes. De este modo, nos quedaremos con las hojas interiores, que son las más tiernas. Podemos remojar la alcachofa en agua con limón durante una hora más o menos antes de cocinar para mejorar un poco más el sabor y la ternura. Antes de cocinarlas, podemos separar suavemente las hojas antes de cocinar para permitir que tanto los condimentos como el calor penetren en el núcleo. Hay que tener en cuenta que el color verde brillante de una alcachofa cruda se apagará mientras se cocina, lo que es completamente normal.

El tiempo total de cocción puede variar mucho dependiendo del tamaño de su alcachofa. Las alcachofas están hechas cuando la base se puede perforar fácilmente con un cuchillo afilado. En cuanto a las formas de cocinarlas, pueden elaborarse al vapor, siempre a fuego lento entre 30 y 60 minutos. También pueden cocinarse cociéndolas entre 30 y 45 minutos. Finalmente, otra opción es cocinarlas parcialmente para luego terminarlas en la parrilla tras cortarlas de arriba abajo.

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