Oler la comida hace que engordemos más (maldita sea)

Hay estudios que parecen diseñados para, de manera meticulosa y concienzuda, arruinarnos el día. Es el caso de uno realizado por los investigadores de la Universidad de Berkeley, en California. Este grupo de seres despiadados ha concluido que simplemente el hecho de oler un alimento antes de comerlo puede causar aumento de peso. Ya no estamos hablando de que haya que seguir una dieta esctricta y carente de emociones fuertes, sino que, además, ahora, cada vez que pasemos por una pizzería, deberemos contener la respiración. Pero, ¿cómo hemos llegado a este punto de lo que no mata, directamente, engorda? Vamos con el drama.

(Foto: Pixabay)
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Los científicos que nos ocupan cogieron tres grupos de ratones, a los que proporcionaron una dieta “con grasa al estilo de Burger King” (así las describen los propios investigadores). Dividieron a los ratones en tres grupos: unos ratones con su sentido del olfato normal, otros con el olfato inhibido y otros a los que se les iba quitando o poniendo. Pues bien, los ratones “normales” doblaron su tamaño, mientras que los que no podías oler solo cogieron un 10% más de peso. Finalmente, los que a veces olían y a veces no, perdieron gran parte del peso ganado cuando se vieron privados del sentido del olfato. Y para más inri, la mayor parte de lo que perdieron fue grasa pura.

Este descubrimiento “realmente novedoso” (de nuevo en palabras de los investigadores) parece demostrar que el sentido del olfato del cuerpo parece ligado a su decisión de almacenar grasa en lugar de quemarla. Hay que tener en cuenta que el estudio se llevó a cabo únicamente en ratones, pero sigue demostrando una correlación bastante notable. Además, entroncaría con otros descubrimientos que señalan que, a medida que el ser humano va saciándose, huele menos. Es lo que ocurre, por ejemplo, al final de una comida, cuando el sentido del olfato pierde potencia de manera significativa.

(Foto: Wikipedia)
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Evidentemente, esto abre una serie de posibilidades para trabajar con seres humanos en la prevención y tratamiento de la obesidad. Sin embargo, plantea tambié algunos riesgos. En el caso de los ratones que perdieron el sentido del olfato, aunque fuera solo temporalmente, se disparó el nivel de norepinefrina, una hormona y neurotransmisor que juega un papel importante en nuestro organismo. El mantenimiento de altos índices de norepinefrina puede llevar a un incremento en el riesgo de padecer un ataque al corazón. En el caso de una persona obesa, y quizá más propensa a problemas coronarios, podría ser un peligro inasumible. El otro problema es que comer sin olfato equivale a no poder disfrutar de la comida en su totalidad. Y si no probad, probad, a comeros vuestra próxima hamburguesa con una pinza en la nariz. Nada que ver…