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Oscar 2022: adaptaciones de la literatura al cine que aspiran a quedarse con el gran premio de Hollywood

Adaptaciones de la literatura al cine que aspiran a quedarse con el gran premio de Hollywood
Kerry Hayes

“Traduttore, traditore” es un clásico proverbio italiano que sugiere que toda traducción esconde, en esencia, una “traición” al material original. Lo mismo se podría decir del cine cuando adapta textos literarios. No se trata solo de “resumir” una obra de cuantiosas páginas (que llevarían muchas más horas de lectura que los minutos que propone una película de duración promedio), sino de adaptar la esencia a un medio totalmente distinto.

El paso al lenguaje audiovisual supone, también, un acto de traición: como advertía el sufrido Charlie Kaufmann en el comienzo de El ladrón de orquídeas, cuando se resistía a transformar una obra literaria en una típica película de Hollywood con personajes que enfrentan obstáculos, aprenden lecciones de vida, y triunfan al final, porque “el libro no es así y la vida no es así”. Aquí, un repaso por cuatro de las mayores adaptaciones de la literatura al cine que este domingo aspiran a alzarse con el Oscar a mejor película .

El poder del perro

“Phil siempre hacía las castraciones”: así comienza la obra de Thomas Savage, publicada en 1967, que sirvió de base para la película nominada al Oscar de Jane Campion. El film, el guion (escrito por la directora de La lección de piano) y la novela original contienen la misma historia: la relación entre los dos hermanos Burbank, en Montana, desequilibrada por la llegada de la viuda Gordon con su hijo. El protagonista es Phil, el ranchero que interpreta Benedict Cumberbatch, y siempre rememora los “viejos tiempos” que pasó junto a Bronco Henry, una figura que solo perdura en los relatos del vaquero que le otorga un estatus cuasi mítico.

En la novela de Savage a Phil se lo presenta como un terrateniente que no tiene miedo de trabajar en el campo, y con animales, sin usar guantes. En el guion escrito por Campion se lo presenta como un personaje con una sensibilidad única, contemplando algo que solo él puede ver en las montañas. En la película aparece por primera vez “encuadrado” por el marco de una ventana, casi como si fuera John Wayne al final de Más corazón que odio. No es el único cambio entre novela-guion-película. Muchos de los diálogos que envilecían más a Phil fueron eliminados de la película: Campion afirmó que no quería hacer una película de “buenos contra malos” . Tal vez esa fue una de las razones por las que se suprimió un relato central en la obra de Savage: el marido de la viuda, interpretada por Kirsten Dunst, en la novela de Thomas Savage se suicida con una soga (entre otros motivos) por el maltrato que recibía de parte de Phil. Al suprimir de la película el pasado entre la familia Gordon y los Burbank, el relato cinematográfico gana en ambigüedad. Uno de los tantos giros argumentales que esconde El poder del perro cambia de significado por ese cambio en la adaptación.

Duna

Pese al entusiasmo de Jason Momoa, que confesó querer ver la versión que dura “4 y 6 horas” de Duna, el director canadiense Denis Villeneuve dijo que el corte definitivo de la película es el que dura 155 minutos: “Filmamos más, pero esta es la versión final”. La desmesura se entiende porque la novela original de Frank Herbert se consideró, no solo por su densidad narrativa, como algo imposible de filmar durante varios años.

La versión de David Lynch, en 1984, fue un fracaso de crítica y taquilla. Alejandro Jodorowski tampoco pudo llevar la historia, pese a reiterados intentos, a la pantalla grande. El éxito de esta nueva versión no es menor: requirió el proceso colaborativo de tres personas (Villeneuve, John Spaits y Eric Roth, guionista de Forrest Gump) para adaptar apenas la primera mitad del primer libro escrito por Herbert, considerada por muchos una de las obras esenciales (y fundacionales) de literatura seria de ciencia ficción. Los tropos de Duna son recurrentes en los relatos de fantasía: desde la leyenda del elegido para restaurar la paz en el universo (como en La guerra de las galaxias) hasta las intrigas palaciegas llenas de traiciones de Game Of Thrones, todas son obras que beben de la complejidad argumental de Duna.

“ La novela de Herbert fue mi Biblia durante la filmación: su profunda melancolía, el sentimiento de asilamiento, el atractivo por los lugares masivos y las culturas extranjeras me impactaron ”, reconocía el director y guionista. En el proceso de adaptación, en todo el sentido de la palabra, algunas palabras se cambiaron: en la novela original el protagonista que desciende de la realeza imperial, Paul Atreides, trata de controlar a una civilización salvaje que vive en el desierto y tiene visiones sobre una “yihad” hecha en su nombre; en el primer trailer de la película la palabra se cambió por “cruzada”. En la película, la palabra “cruzada” fue reemplaza por “guerra santa”. La novela, de 1965, concibió a la cultura islámica como un poder extraño y exótico (alienígena, para la mirada de la mayoría de sus lectores occidentales), que sirvió como catalizador para impulsar el arco argumental del protagonista. Quizás por eso el director de Sicario y La llegada dice que Duna no es otra historia sobre un “salvador blanco” sino “todo lo contrario”.

Drive My Car

No es novedosa la idea de una película que contiene dentro suyo una obra de teatro que, a su vez, es la adaptación de una novela. En Birdman, el personaje de Michael Keaton quería llevar adelante una producción teatral basada en la obra de Raymond Carver, ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?. Tampoco son nuevas las reinterpretaciones de textos clásicos: la película turca Sueño de invierno recreaba La esposa, de Dostoievski ubicando el drama en Anatolia. Ni siquiera son nuevas las adaptaciones de Murakami al cine, como ya hizo la película coreana Burning. Pero uno de los logros de Ryusuke Hamaguchi, director y guionista de Drive My Car (que ganó el premio a mejor guion en Cannes, y consiguió nominaciones en ambas categorías para el Oscar), es adaptar no solo un cuento corto del novelista japonés en una película de 3 horas, sino incorporar al relato una adaptación dentro de otra adaptación.

El protagonista de Drive My Car es un director teatral que está realizando una versión de Tío Vanya, de Chéjov. Murakami ni siquiera la dedica más de una página a esa obra de teatro dentro de la ficción. En la película nominada al Oscar, la idea de Kafuku, el protagonista, es hacer una versión de Tío Vanya con actores que hablan todos lenguajes distintos: japonés, coreano, chino mandarín, y hasta lenguaje de señas. El cuento no tiene más de 50 páginas en su publicación original. “ Sabía que no era suficiente material para una película. Tomé ideas de otras historias dentro de la misma colección de cuentos de Murakami. La desesperación, la pérdida, la falta de comunicación y las ideas que recorren la obra de Murakami son experiencias universales. Siempre me interesó Chéjov y, cuando leí que Tío Vanya se mencionaba en Drive My Car, sentí un llamado y una conexión con la historia que había para contar ”, asumió el realizador.

El callejón de las almas perdidas

Cuando le preguntan por qué hizo una nueva versión de Nightmare Alley, la película clásica de 1947 con Tyron Power, sobre un estafador circense que dice tener poderes como mentalista, Guillermo del Toro responde que, antes que ver esa película, leyó la novela original de William Lindsay Gresham y que su versión cinematográfica es una adaptación de ese libro antes que una remake: “ Adaptar todo es imposible porque es una saga, pero muchos elementos son más sombríos en el libro que en la película original. Yo quería hacer una película noir y esto era horror y noir. Era mi oportunidad para contar una historia directa y sencilla, muy oscura ”.

Gresham escribió la novela original basándose en relatos que había escuchado sobre atracciones ambulantes, con personajes deformes y personas rebajadas a condiciones infrahumanas en el pico de la Gran Depresión. El título de la obra hace referencia a un lugar imaginario al que tratan de escapar las almas desposeídas en épocas de crisis económicas, dispuestas a hacer lo que sea para llegar a la salvación, sin darse cuenta de que el sueño (americano) en realidad es una pesadilla. La película, que se divide en dos secciones bien diferenciadas por el ambiente (uno carnavalesco, otro art decó), es un relato moral que tiene más en común con la novela que con la primera adaptación que, en comparación directa, es un relato menos oscuro y complejo que el del cineasta de El laberinto del fauno.