Pantalones de 20.000 dólares y otras aventuras en la reventa de artículos de lujo para caballero
NUEVA YORK — Un viernes de enero por la noche, Vincent Ferraro vendía ropa de lujo en un loft de SoHo. Más o menos.
A un lado de la sala, un artista del tatuaje cubría la palma de la mano de una joven con la ilustración de un rollo de billetes. Algunas personas hojeaban despreocupadas los estantes de Chrome Hearts y Enfants Riches Déprimés, pero Ferraro, esbelto, con la cabeza rapada y cubierto de tatuajes, no les prestó mucha atención. En lugar de eso, servía chupitos de Patrón, posaba para fotos de Instagram y, de vez en cuando, desaparecía con alguna de las varias mujeres que habían venido a competir por su atención.
En el sitio de reventa de ropa masculina Grailed, Ferraro, que antes de la pandemia trabajaba en la industria de la vida nocturna, más recientemente como gerente general y director creativo de Rose Bar en el Gramercy Park Hotel, vende bajo el nombre de 4GSELLER, y en los últimos dos años, se ha convertido en una fuente para conseguir Chrome Hearts, piezas de Louis Vuitton y camisetas vintage, construyendo un negocio que, a decir suyo, tiene ingresos anuales de siete cifras.
“Me inspiré en gran medida en lo que hacía en el sector de la hostelería y lo integré en lo que estoy haciendo ahora”, comentó Ferraro, de 32 años, semanas antes de la fiesta, mientras descansaba una tarde en la sala de exposiciones con una gorra de los Yankees, camiseta blanca y pantalones de esquí de Louis Vuitton. En el sofá junto a él tenía una pequeña pila de inventario nuevo de Chrome Hearts, y una pieza destacaba: pantalones pesados de cuero negro con bolsillos exagerados y accesorios hechos para durar.
Los pantalones tenían un precio original al por menor, aseguró, de casi 6000 a 7000 dólares, pero estaba planeando ponerles un precio de lista de más de 20.000 dólares.
“El tipo que los compró esperó un año”, señaló, refiriéndose a la espera, a veces larga, de los pedidos de Chrome Hearts. “Pero la gente no viene aquí a esperar un año. Vienen para llevárselos ahora mismo. Así que eso tiene su valor”.
Aun así, 20.000 dólares equivalen a unos cuantos pagos de hipoteca, un collar de diamantes, un cuadro, quizá un auto pequeño. ¿A nadie le espanta el precio?
“Ya he vendido tres”, dice sin pestañear.
Bienvenido al alocado mundo de la reventa de artículos de lujo para hombre, que ha comenzado a experimentar un auge en los últimos años, debido en gran parte a la graduación del joven cliente masculino que alcanzó la mayoría de edad en la era de los zapatos deportivos de edición limitada y los artículos Supreme como activos, y para quien los iconos del hip-hop y las superestrellas del deporte son también héroes de la alta costura.
Todas esas tendencias le han allanado el terreno al mercado de la reventa de artículos de lujo para hombre, que se está ampliando rápidamente, un crecimiento que se refleja en vendedores como Ferraro; Justin Reed, cuya sala de exposición en Los Ángeles se ha convertido en un patio de juegos de famosos; y Luke Fracher, una especie de dependiente moderno de la moda, que acaba de abrir Luke’s, la primera tienda de compra-venta-intercambio en Nueva York para esta generación de ropa de lujo para hombre.
Fracher, de 34 años, fue uno de los fundadores del imperio Round Two, que durante la década de 2010 convirtió el comercio de camisetas de segunda mano en un negocio multimillonario con nueve locales en cinco ciudades. Dejó Round Two el año pasado y abrió Luke’s en diciembre, apostando a que parte de la clientela que se había hecho con ropa de calle y zapatos deportivos estaría dispuesta a cambiar a algo más elegante.
También señaló que la insaciabilidad de las redes sociales ha creado una demanda persistente y renovable de ropa de lujo.
“En primer lugar, está la homogeneización de la forma de vestir en todas las ciudades del mundo”, afirmó, haciendo hincapié en cómo la ropa se ha convertido en un lenguaje global. “Y luego está la necesidad de presumir sin parar y de tener ropa nueva todo el tiempo para poder publicar fotos de tu cuerpo y conseguir un subidón de dopamina y, con suerte, algo de influencia”.
Como compra su inventario al contado y tiene poco espacio para almacenarlo, Fracher quiere mover el producto con rapidez, lo que quizá le deja márgenes más estrechos que los de Ferraro o Reed, quienes operan como salas de exhibición con presencia en línea.
El espacio de Reed, situado en un almacén del distrito artístico del centro de Los Ángeles, es bucólico y relajante, casi como un espejo. En el centro de la sala principal hay un sofá Terrazza de cuatro cuerpos de Sede de principios de los setenta, aún con su cuero beige original, que compró a un productor de Hollywood. Ha sido un accesorio en su Instagram durante unos años, dándole una identidad visual única y sofisticada mientras su sitio web, que comenzó en 2017, se estaba poniendo en pie.
Ahora Reed, de 35 años, es uno de los nombres más fiables en la reventa de lujo para hombre. En su sala de exposición, que durante una visita en diciembre estaba decorada con una tabla de surf de Givenchy, obras de arte de Joyce Pensato y un banco del desfile de primavera de 2022 de Louis Vuitton, entretiene a clientes famosos como el boxeador Gervonta Davis, el receptor abierto de los Buffalo Bills Stefon Diggs, el veterano de la moda Luka Sabbat y Shai Gilgeous-Alexander, base de los Oklahoma City Thunder, todos conmemorados en una pared de Polaroids. (Reed dice que solo una cuarta parte de su negocio procede de clientes famosos).
Reed, que llevaba una sudadera con capucha de St. John’s —su alma mater— y botas militares de Balenciaga, se describió como “un chico autodidacta de la calle”. Nacido y criado en Nueva York, vendía fotocopiadoras puerta a puerta antes de empezar a revender zapatos por internet a mediados de la década de 2010. Una vez que empezó a concentrarse en artículos de lujo para hombre, contribuyó de manera eficaz a crear mercado, gracias a una elegante presencia en internet y a su reputación de abastecerse de piezas poco comunes. El año pasado le vendió a Kim Kardashian una de las únicas chaquetas conocidas de Pastelle, una de las primeras marcas de Kanye West. Al igual que Ferraro, comercia a buen ritmo con Chrome Hearts, sobre todo con objetos extraordinarios, como una funda de cuero para cables de arranque o un banco de pesas.
A diferencia de Ferraro, dirige la mayor parte de su negocio en consignación; sus ingresos de 2022 fueron de casi 8 millones de dólares, señaló, y prácticamente se han duplicado cada año desde 2019. Su pedido promedio en el sitio web es de 1300 dólares, aseguró, y alrededor de 100.000 personas visitan su sitio cada mes casi sin publicidad.
Hablando de manera general, hay que agradecer al hip-hop. Los raperos empezaron a adoptar la moda de lujo en las décadas de 1990 y 2000, justo cuando el género se abría camino a marchas forzadas hacia el centro de la música pop estadounidense. En la década de 2000, Kanye West y Pharrell Williams estrecharon los lazos entre música y moda, dando paso a la generación de ASAP Rocky y Tyler, the Creator, seguidos de Travis Scott y Playboi Carti. Esta actitud se ha extendido a los deportes profesionales, sobre todo al basquetbol y al fútbol, donde los jugadores son filmados y fotografiados de manera habitual con la ropa que llevan a los partidos.
En cierto modo, los artículos de alta costura han suplantado a la cadena de rapero como la compra de lujo de rigor.
“Hay que estar forrado para que alguien diga: ‘Eh, estoy aquí y voy a ponerme unos pantalones de mezclilla de 10.000 dólares, arrastrarlos por el suelo y voy a ganar más dinero’”, comentó Ferraro.
A mediados de la década de 2010, ser fan del hip-hop significaba casi implícitamente convertirse en aficionado al estilo, y empezar a aprender a vestir como tal. Más o menos al mismo tiempo, se introdujo Grailed, que formalizó una caótica red de ventas que en su mayor parte tenía lugar en foros en línea y construyó un mercado auténtico y transparente a partir de lo que habían sido transacciones mano a mano.
Arun Gupta, cofundador y director ejecutivo de Grailed —que el año pasado fue adquirida por el Grupo GOAT, propietario también del distribuidor de tenis Flight Club—, afirma que las ventas de ropa de lujo han crecido año tras año, gracias a que los clientes tienen más cultura.
“El nivel de conocimiento se ha disparado”, opinó Gupta. “El número de marcas de moda que conoce el consumidor medio quizá se ha multiplicado por diez. La autoexpresión en la década de 1990 era tu colección de CDs, pero en la década de 2020, se trata de tu guardarropa”.
Antes de Grailed, la reventa de ropa masculina de lujo se limitaba a tiendas de segunda mano, como la que Ina Bernstein abrió en Thompson Street, Manhattan, a principios de los noventa. Al inicio no vendía ropa de hombre en su tienda homónima. Con el tiempo, fue introduciendo algunas prendas: trajes y corbatas, Armani y Calvin Klein, y tal vez un poco de Yohji. A mediados de los noventa, abrió una pequeña tienda exclusiva para hombres en Mott Street. La clientela era fiel, pero escasa. Los hombres no estaban preparados.
“Les resultaba muy extraño pensar en probarse la ropa de otra persona”, dijo en una entrevista telefónica el mes pasado.
Incluso hace solo una década, el público de algunos de los artículos de lujo para hombre menos comunes era tan pequeño que daba risa. Alex Kasavin, antes de abrir Idol en Brooklyn en 2014, revendía ropa masculina de nicho de gama alta, como prendas de Carol Christian Poell y los primeros Rick Owens, a través de una sala de exposición llamada Gray Market a partir de 2012.
“Hubo un tiempo en que conocía a casi todos los propietarios de esas marcas clave”, relató Kasavin. “No había toda una generación que creciera con ellas. Ahora sí, y esa generación tiene poder adquisitivo”.
También tiene un conocimiento sólido de cómo mantiene su valor la ropa de esta categoría.
“Ahora es como comprar acciones”, comentó Gupta, que añade que las compras caras implican ahora menos riesgo debido a la estabilidad del mercado de reventa.
Este mercado en expansión también está atrayendo la atención de marcas y minoristas de lujo. Reed dijo que se le habían acercado grandes firmas de moda interesadas en asociarse con él: “Creo que puedo ser el Barneys del mercado secundario”.
Ferraro, por su parte, prefiere seguir siendo parte de un nicho.
“No busco ser una empresa de 50 millones de dólares”, afirmó. “Intento ser fiel a los productos”. Vende todo el espectro del lujo moderno, incluido Saint Laurent y Balmain, “solo en la época de Decarnin”, pero Chrome Hearts es su pan de cada día y, en cierto modo, su imagen pública. Él es en realidad un representante para su base de clientes, que incluye raperos como Lil Tecca, rockeros como Travis Barker, y atletas como Odell Beckham Jr. y Travis Kelce, que pasó por la sala de exposición de Ferraro no mucho después de su Kansas City Chiefs ganó el Súper Tazón el mes pasado.
“Tecca u Odell suelen venir aquí, y salimos después”, aseguró Ferraro. “Y luego volvemos aquí y compran ropa”. Una vez lo citaron en casa de Offset y Cardi B el Día del Padre para que le enseñara a Cardi algunas piezas poco comunes de Chrome Hearts. Incluso le ha vendido Chrome Hearts vintage a Kristian Stark, vástago de la familia dueña de la marca.
De los tres vendedores, el negocio de Reed es el más grande, y su atención al mercado es minuciosa. Ha realizado algunos micromercados en los últimos años, participando desde el principio en el resurgimiento de los pantalones de mezclilla Chrome Hearts y vendiendo algunas de las únicas colaboraciones de Prada con Homer, la marca de lujo de Frank Ocean, que han llegado al mercado de reventa.
El techo de este mercado de reventa de lujo aún está por determinarse. La ropa está cada vez más separada de la escena y la subcultura, por lo que hay muchas más propuestas de estilo demandadas en un momento dado. Sin embargo, solo se fabrica una cantidad limitada de productos de este nivel, y solo una parte de ellos circula en un momento dado.
“Los atletas, los artistas... retienen, no quieren vender”, dijo Reed. “Lo que creo que les gusta es tener un clóset que sea como una tienda”.
Ver estos artículos tan caros tratados de forma tan informal amenaza con socavar el propio concepto de lujo. Si todo el mundo se viste de lujo, ¿hay alguien que realmente se vista de lujo? Pero también sugiere la verdadera circularidad del mercado, la escala de la oferta disponible y el potencial de una demanda infinitamente renovable, incluso ante una posible recesión.
A Fracher no le preocupan demasiado estas cuestiones filosóficas.
“Creo que a medida que aumente la diferencia de riqueza real, cada vez más gente normal querrá disfrazarse de ricos, y esta es la forma más fácil de hacerlo”, explicó. “Estaré aquí para atenderlos”.
c.2023 The New York Times Company