Paola Papini: hija de una actriz famosa, fue la primera en ser tapa de revistas en cola less y cambió rotundamente de vida
Creció con una mamá diva de los 60 y 70 y le molestaban las fotos y los chismes de las revistas del corazón. Justamente una tapa en una revista de la época la puso en el centro de la mirada de todos y su vida cambió para siempre. Paola Papini conversó con LA NACIÓN sobre la relación con su mamá, María Aurelia Bisutti, la rebeldía adolescente, sus verdaderos deseos cuando se inició en el mundo del espectáculo y el cambio de vida que eligió hace veinte años.
Fue parte de muchas ficciones, entre ellas Ricos y famosos, Resistiré, Montecristo, Los Benvenutto, Amándote, Sin marido y Mujeres de nadie. También hizo cine y teatro, pero el trabajo mermó un poco cuando decidió mudarse a Ingeniero Maschwitz para criar a sus hijos, Catalina y Cristóbal y estar más en contacto con la naturaleza. Sin embargo, nunca dejó de trabajar. “Ahora tengo un proyecto de una película en coproducción con Italia que se pasó para el año que viene y estoy haciendo castings, cosa que antes nunca había hecho. También autocastings, y es un lío porque tenés que estar atenta a la luz, al teléfono, al encuadre y a que tenés que hablar con alguien que no está. Pero es parte de lo nuevo (risas). Tengo muchas ganas de trabajar. Lo último que hice fue una serie de documentales para History Channel, La vampira del barranco. Y hago mucho radioteatro con Nora Cárpena”, detalla Paola Papini.
–¿Qué hiciste en estos años en los que apareciste menos por televisión?
–Me reinventé. Alquilo el quincho de mi casa, que adapté y funciona como una casa. Alguna vez he cocinado, porque cocino muy bien; cocinaba para afuera, hacía caterings, viandas y tuve un programa de cocina en Miami que era un éxito. Me llamaron de Gourmet y dije que no porque quería actuar. Después me arrepentí (risas) porque ya no hay ficción. Me acuerdo que en una época terminaba de grabar una novela y empezaba otra.
–¿Quién te enseñó a cocinar?
–Mi ex marido era cocinero: el padre de mis hijos, Pancho Carreras. Falleció hace poco. Estuvimos veinte años juntos y ya estábamos separados. De alguna manera, me tocó ser madre y padre de mis hijos. Soy muy madraza. Tuve una mamá especial, era una estrella, una diva. Y era más mi hermana que mi madre. Me criaron mis abuelos maternos porque ella trabajaba mucho y viajaba. Entonces, como mamá, yo fui todo lo contrario.
–¿Te retiraste cuando fuiste mamá?
–Sí. Cristóbal tuvo epilepsia. En ese momento vivíamos en San Telmo y sentí que si me iba de la ciudad, se iba a curar. Y nos mudamos a Maschwitz. Había terminado de pagar el crédito de mi primera casa y no podía comprar algo más grande en la ciudad, pero en Maschwitz compré una casa enorme con pileta, parque. La casa era vieja y la fui arreglando e hice de albañil, de plomero, de jardinera, de electricista. Siempre quise vivir en una casa, tener un jardín, pasto; soy bastante salvaje y me gusta mucho la naturaleza. Y Cristóbal se curó.
–¿Y tu intuición funcionó?
–Si. No quería dejar a mi hijo con nadie. Cuando tuve a Cata paré un tiempo, después volví hasta que le pasó esto a Cristóbal. De todas maneras, si miro mi currículum, todos los años hice algo, sobre todo mucho teatro independiente. Tengo muchas ganas de trabajar. Cuidé a mis abuelos, a mi mamá, a mi exmarido, a mis hijos y siento que es mi momento. Nunca paro, de todas maneras. Por ejemplo, construí mi casa sola, hice los planos, compré los materiales, contraté a cuatro albañiles y me hice una casa de dos pisos. Y todavía no se cayó (risas). Compré puertas y ventanas recicladas y ahí soy feliz.
–Decías que tu mamá fue más una hermana que una mamá, ¿por qué?
–Mamá era una diva que hizo lo que pudo como madre, y lo entendí de grande. De chica lo sufrí porque todo el tiempo había notas, fotos y yo no sabía ni quién era yo. Me tuve que alejar un poco y me metí más en el under. Fue una manera de encontrarme.
–Trabajaste con ella en varias oportunidades, ¿cómo fue la experiencia de compartir escenario?
–Si, hicimos una obra de teatro en Carlos Paz. Y en un capítulo del unitario Un cortado interpretamos el mismo personaje de joven y de más grande. También hicimos Los muchachos de antes no usaban gomina, en el Teatro Alvear. Nos llevábamos bien trabajando. Mi mamá era muy profesional y yo lo heredé. Y soy bastante obsesiva. Quizá teníamos encontronazos antes o después. Tuve que diferenciarme de mamá, necesité salir de ese mundo.
–¿Cómo fue crecer con una mamá diva?
–Me crio mi abuela. Mi mamá era bastante aniñada, trabajaba muchas horas. Soy hija única y nieta única, pero no tengo ninguna de esas características porque, de alguna manera, mi mamá fue mi hermana. Ella viajaba mucho y en algún momento se metió en la iglesia evangelista. Los domingos la acompañaba a la iglesia hasta que un día dijeron que bailar era un culto a satanás. Yo tendría unos 9 años y me encantaba bailar, así que chau iglesia evangelista. Pero compartimos eso por un tiempo y fue lindo.
–¿Y cómo era la relación con tu papá?
–Mi papá no existía. Se separaron cuando yo era un bebé y mi mamá no lo quería ni ver; se cortó ese vinculo. Él se volvió a casar y no lo vi hasta mis 29 años, cuando fue a verme al teatro mientras estaba haciendo Qué noche de casamiento, con Javier Portales, en el Teatro Regio. Apareció sentado en una butaca, con unas flores. Recién ahí empezamos a tener una relación. Era un playboy, la gente lo quería mucho, trabajaba en el mundo del fútbol. Yo de chica decía que era empresario, aunque no entendía muy bien qué hacía. Mi abuelo tenía una fábrica de vidrios y no me quedó ni un cenicerito (risas). Estuvo bueno recuperar ese vínculo. Desde chiquita estoy acostumbrada a hacer todo sola. Y he buscado hombres a quienes salvar. Mi mamá decía que mi papá era drogadicto y esto y lo otro. Y yo buscaba hombres así, para salvarlos. Ya no (risas).
–Empezaste como modelo, ¿qué recuerdos tenés de esos inicios?
–Sí, empecé como modelo, de casualidad. Pero no me gustaba, quería ser actriz del Teatro San Martín y a los 16 estudiaba teatro con Carlos Gandolfo. Me acuerdo que trabajaba para una marca de jeans y me hicieron una foto de atrás, con una remera y en malla y salió mi cola en la tapa de Radiolandia diciendo que era la primera cola less. Lo negué mucho tiempo porque quería ser una actriz dramática. Es más, decidí ser actriz una vez que fui con el colegio al San Martín y sentí que el escenario era mi lugar.
–Pero a tu pesar, fuiste una sex symbol en la época del destape, después de la dictadura militar...
–Y renegué mucho de eso (risas). Empecé en televisión con Tato Bores y fue un placer trabajar con él, un capo. Después hice Mesa de noticias, un programa hermoso. Y vinieron novelas y el teatro, hasta que la ficción fue mermando e hice teatro en cooperativa y como los ensayos no se pagan me costaba venir desde tan lejos. Tenía que poner plata; lo he hecho, pero después no pude sostenerlo. Cuando era joven compartí departamento con el director Luis Romero y con el actor y autor Gustavo Belatti, que durante tres años fueron mi familia. Mi mamá no era de traer amigos a casa y eso de compartir con los actores me mostró otro costado del medio.
–¿Es verdad que te sugirieron que te llamaras Paola Bisutti y no quisiste?
–Es verdad. Me sugirieron que me llamara Paola Bisutti porque me iba a servir. No acepté porque mi nombre es Paola Papini. Cuando empecé con Tato Bores no dije que era hija de mi mamá hasta que un día apareció uno de los productores, Eduardo Borda, que me preguntó si era hija de la Bisutti. No quería decirlo, necesitaba hacer mi camino.
–Fue tu época rebelde...
–Sí. A los 12 años ya sabía que quería ser actriz. Después hice Música en libertad infantil, pero me asusté de ver tantos chicos, a las madres, todo era un caos. Dejé y empecé a estudiar teatro. De chica tenía mucha exposición. Me acuerdo cuando me operaron del corazón a los 8 años y de pronto entraron a sacarme fotos. Por eso elegí tener un perfil bajo siempre, y si tenía un romance nadie se enteraba. Algo que nunca cuento es que durante la operación veía a todos desde arriba, a mi mamá, a mi papá, a los médicos. Y me pregunté si quería volver. Y sí, quería. Cuando me desperté vi por la ventana un edificio en construcción lleno de inodoros y dije: “ah, esto es una mierda” (risas).
–¿Tuviste otros problemas de salud?
–No. La operación fue por una comunicación intrauricular. No dije nada durante muchos años porque me había quedado una cicatriz y yo tenía esa necesidad de ser perfecta.
–Y fuiste una sex symbol con cicatriz y todo...
–Por eso salía de cola en las tapas de las revistas (risas). Ni se nota, pero en ese momento tenía un problema con el tema. Tenía el cuadro de perfección de mi madre. Ella no salía a la calle si no se maquillaba y estaba de punta en blanco. Tuve una época salvaje cuando me fui a Maschwitz y ahora se equilibró y sé que estar bien es parte de mi trabajo. Nunca me hice cirugías y me maquillo poco, también voy poco a la peluquería. Elegí este camino, ser lo que soy. Hago yoga, biodanza, trabajo más en lo espiritual, no soy consumista; me gusta leer, estar con mis hijos, soy madraza. Mi hija Cata trabaja con Donato de Santis, es su mano derecha y Cristóbal vive conmigo y es músico. Tiene su disco, Persy Perseo y está haciendo otro.
–De las ficciones que hiciste, ¿cuál es tu favorita?
–Me gustó mucho mi personaje en Ricos y famosos. Entré por veinte capítulos y me quedé dos años. Mi personaje era una chica de la villa que se quedaba con el bebé de la protagonista. Y recuerdo mucho Resistiré y Montecristo. Fuero hermosas experiencias, como así también las novelas de Alberto Migré, maravillosas. También me gusta escribir y estoy en algo que puede llegar a ser una obra de teatro. Y en teatro me gustó mucho hacer Desde el jardín, con Raúl Rizzo, Roberto Catarineu, Fito Gianelli, Alfredo Allende.