Su papá fue el conductor más disruptivo de la TV y hoy habla de la herencia recibida: “Fue el Tinder de su época”
“Para mí era papá, compinche, ídolo, todo eso y muchísimo más”, confiesa Florencia Galán y le rinde homenaje al recordado Roberto, mítico conductor de la tevé, en el día de su natalicio, un 21 de febrero de 1917. Y rememora cuando en Si lo sabe cante, una de sus exitosas creaciones, aparecían sus recordadas secretarias para entregar el canario Porta al ganador del concurso en el programa que se emitía por el entonces Canal 11. “Se me pone la piel de gallina cuando lo mencionás y me hace recordar a sus queridas colaboradoras: Jorgelina Aranda, Dorita Delgado Gladys Mancini, Estelita Muñoz... Las quise y las quiero tanto, eran como mis tías porque yo me la pasaba con mi viejo, me encantaba estar en la tele”.
A medida que avanza la charla con LA NACIÓN, los recuerdos aparecen uno tras otro: “Yo era la luz de sus ojos, eso me repetía continuamente. ‘Mi princesita rubia de marfil’, decía y me mimaba, me cantaba, un papá genial, como la peli. Tenía solo once años cuando se separó de mamá (N de la R: Inés “Galleta” Miguens). Me fui a vivir a Miami con ella a los trece y nos extrañábamos un montón. Él no paraba de laburar...”.
El hombre que inventó “el Tinder de antes”
Roberto seguía con sus exitosos Si lo sabe cante, Yo me quiero casar ¿y usted? y Las locuras de Galán. Y Florencia siempre estaba su lado. “Recuerdo que estaba en la escuela primaria, salía y me iba a Canal 11, andaba por todos los estudios de su mano y me cruzaba con Martín Karadagian y sus titanes, una época increíble. Volvíamos con mamá y él cantado en el auto. Él arrancaba y nosotros seguíamos, era muy divertido. Siempre empezábamos con La marcha de San Lorenzo. Él era fanático del Ciclón. Cómo sería que se había comprado un Ford Taunus azul y le hizo pintar la franja colorada en el centro. Mami lo padecía porque era de Huracán, justo la contra”, rememora en diálogo con este medio.
Eran tiempos en los que Roberto Galán, además de los programas, hacía giras por el interior del país. “A mí me divertía Si lo sabe cante fue durante mi época de la primaria; estaba todo el tiempo con él, lo acompañaba cuando hacía los concursos y bailes por las provincias. Íbamos con las secretarias y las chicas me maquillaban y todo como si fuera una de ellas. Fueron los momentos que más disfruté y viví. También trabajé produciendo con papá en el Yo me quiero casar ¿y usted? y vendiendo publicidad ¡Era polifuncional! Él quería que aprendiera de todo. A los que no vieron el programa porque son muy jóvenes, siempre les cuento a manera de broma que papá era el Tinder de entonces, cuando mucha gente ni siquiera tenía teléfono fijo, y cuando lo pedías tardaban años en colocártelo”.
Florencia remarca que en los años 70 no existía ningún programa similar que incluyera al público: “Por eso fue criticado y relegado. Es que a los profesionales de la tevé no les gustaba porque decían por lo bajo que debían estar ellos. Igual eso mucho no cambió, en el medio tienen la costumbre de hablar mal o denostar cuando alguien trata de innovar, de romper con las estructuras. Y papá un especialista en eso, se reía de los que lo cuestionaban: ‘A lo nuevo siempre lo quieren eliminar’, insistía. Después lo quisieron imitar y no pudieron. A él no le importaba porque enseguida inventaba programas diferentes”.
Un dandy de punta en blanco
Florencia cuenta que su papá era un verdadero dandy también de entrecasa, cuando dejaba el clásico traje a rayas azul y la corbata roja: “Era su outfit preferido por los colores de San Lorenzo, hasta en eso se fijaba. Cuando vivíamos en Olivos, en la calle Chacabuco, le encantaba hacer asados para los invitados. Eso sí, no sé cómo hacía pero terminaba de punta en blanco. Aparecía con su gorrito y sus bermudas y zapatillas al tono, siempre impecable. Teníamos un patio grande y jardín con pileta. Venía toda la familia y amigos famosos también, el periodista Tito Urovich, Enrique Llamas de Madariaga, Ámbar La Fox, que vivió en casa un buen tiempo cuando se separó. Él hacía Las locuras de galán con Ámbar, bailaba y cantaba con ella, era muy divertido. Nuestra casa era un refugio para todos los que lo querían, igual que a mamá”.
Mientras recorre su vida, explica que de él aprendió muchas cosas que hoy aplica en su vida: “Papá me enseñó a resurgir de las cenizas. Él siempre fue fiel a su esencia, a su honor y a su verdad, fue la mejor enseñanza que me dejó, por eso siempre lo tengo presente, se me aparece en todos lados cuando lo necesito. Heredé también de él la locura por cantar. Es mi verdadera pasión, arranqué en Estados Unidos, tenía una banda, y acá lo hice durante un buen tiempo. Compuse canciones, tuve varios shows. Es que desde que soy chiquita cantamos los tres como te conté antes. Me gusta todo, boleros, rock con blues. Mamá siempre fue cantante de tangos reos de Osvaldo Pugliese, tenemos ese especial sentimiento con la música, de transmitir sentimientos. Hoy canto en la ducha. Es que apenas empecé tuve mis dos hijos (Sol y Pablo, con su marido de entonces, Pety Peltenburg) y se me complicó. Las giras me llevaban tiempo. Mi grupo se llamaba Psicoflor, hacíamos blues. Estaba el Bolsa González, que era baterista de Pappo, Alambre en primera guitarra, Martín Millán, batero de Árbol. Ahora sigo cantando para mis amigos”.
Además de ser fan de la música, Florencia también experimenta ese sentimiento por los animales y la vida en el campo. Hace años está instalada en Uruguay y en pareja con el empresario e importador Sergio Levenzon: “Vivimos en Pueblo Edén, a 45 kilómetros de Punta del Este, en medio de la sierra. Papá era bicho de ciudad, ahí sí salí todo lo contrario a él. Ahí vivimos entre vacas, toros, ovejas, gallinas comunes y de Guinea, pavos reales, conejos, faisanes, conejos, patos criollos, ñandúes, caballos, gansos. Todos tienen su nombre y son parte de la familia, Bartolito, Juana y Pepa los burros, el toro René y un perro que vienen corriendo a comer bananas. Ayudamos a parir a las vacas, todo de manera muy sana, en contacto directo con la naturaleza”.
“Te tengo una primicia”
Para el final del diálogo se guarda una primicia en la que está trabajando y mucho: “Era una cuenta pendiente y se dio. Ya pusimos en marcha una gran producción para hacer un documental con la vida de papá, con imágenes inéditas, fotos y videos increíbles que conservo. Cada vez que me pongo a escribir o preparar material me emociono, siento como que está ahí con su sonrisa y encanto de siempre y me dice lo que me repetía siempre: ‘Dale, mi princesita rubia de marfil, que vos podés’”.