Pasan los años y las palabras de Matthew McConaughey en los Oscars no se olvidan

Pocos artistas logran un discurso emotivo y humano sin reivindicaciones políticas, sociales o culturales

Matthew McConaughey acepta el premio a Mejor Actor por 'Dallas Buyers Club' durante los Oscar en el Dolby Theatre el 2 de marzo de 2014 en Hollywood, California. (Photo by Kevin Winter/Getty Images)
Matthew McConaughey acepta el premio a Mejor Actor por 'Dallas Buyers Club' durante los Oscar en el Dolby Theatre el 2 de marzo de 2014 en Hollywood, California. (Photo by Kevin Winter/Getty Images)

En 2014, Matthew McConaughey sentenciaba la “McConaissance”, ese renacer consciente que vivió tras desligarse de la comedia romántica en 2009 tras la terrible El fantasma de mis exnovias, al ganar el primer Oscar a mejor actor de su carrera. Lo consiguió gracias a perder 17 kilos de peso hasta quedarse casi cadavérico y entregarse por completo al papel de un paciente con SIDA que luchó contra el negocio de las farmacéuticas en Dallas Buyers Club.

En aquella ceremonia número 86 de los premios de la Academia, Matthew subió al escenario extasiado, horas después de que su compañero, Jared Leto, ganara la estatuilla a mejor actor de reparto. Era el año de 12 años de esclavitud y Gravity, y su categoría estaba plagada de favoritos como Christian Bale (American Hustle), Bruce Dern (Nebraska), Chiwetel Ejiofor (12 años de esclavitud) y Leonardo DiCaprio (El lobo de Wall Street). Pero el premio fue para él, quien dio un discurso que pasó a la historia con aquel ‘alright, alright, alright’, pero que analizado en detalle descubrimos uno de los mensajes más honestos, emotivos e inspiradores de la historia de los Oscar.

Es cierto que Matthew es un actor extremo, que da pocas entrevistas y que se dedica a su “arte” desde su residencia lejos de Hollywood. Hace tiempo que se alejó del bullicio de la ciudad de las estrellas y vive en la ciudad de Austin, Texas, donde comparte su vida con su esposa Camila Alves y sus tres hijos.

Tras la revelación del ganador con una insegura Jennifer Lawrence -que hizo una broma que nadie entendió quizás por los nervios del momento- el actor levantó su premio y arrancó su discurso diciendo tres veces “gracias” para luego, tras una pausa, añadir “a la Academia”. Más de uno se esperaba un discurso extraño, muy a lo McConaughey, y quien no prestó atención a sus palabras seguramente se quedó con un vocabulario sinsentido de unos 3 minutos de duración. Pero las palabras de Matthew, leídas con cuidado, son de reconocimiento.

Tras sacarse unos cuantos “gracias” del pecho, Matthew entregó un discurso pensado, con las pausas correctas y enfatizando en los momentos necesarios. Como si lo hubiera ensayado con un experto en discursos políticos. Pero su entrega es tan honesta que funciona. Matthew comenzaba su discurso dividiéndolo en tres etapas. 

Hay unas tres cosas que necesito cada día. Uno, necesito algo que admirar; otra cosa a la que esperar y lo otro es alguien a quien perseguir” y continuó agradeciendo a Dios (probablemente el más agradecido en la historia de los premios). “Él me ha bendecido con oportunidades que sé que no son obra de mi mano ni la mano de ningún humano. Me ha demostrado que es un hecho científico que la gratitud crea reciprocidad. En las palabras del fallecido Charlie Laughton, quien dijo ‘Cuando tienes a Dios, tienes a un amigo, y ese amigo eres tú”.

Agradeció a su madre, que estaba entre el público, y a su padre fallecido, a quien imaginó observándolo desde el cielo con una cacerola de gumbo (un guisado sureño), una tarta de limón y merengue y una lata fría de Miller Lite en su ropa interior y bailando de alegría.

A ti papá, porque me enseñaste lo que significa ser un hombre. A ti mamá, por demandar a mí y a mis hermanos que nos respetáramos a nosotros mismos. Y que, a cambio, aprenderíamos que así respetaríamos mejor a otros. A mi esposa Camila, y mis hijos Levi, Vida, Livingston. El coraje y significado que me dan cada día para salir por la puerta no tiene comparación. Son las cuatro personas de mi vida a las que quiero hacer orgullosos de mí“, continuó.

Refiriéndose a esos capítulos iniciales, dijo que Dios es a quien admira, y su familia es a la que espera. “Y mi héroe, el que persigo”.

Cuando tenía 15 años, tuve una persona importante en mi vida que me dijo ‘¿Quién es tu héroe?’ Y le dije que no sabía, que tenía que pensarlo, que me diera un par de semanas. Volvió dos semanas después y me preguntó ‘¿Quién es tu héroe?’ Lo pensé y le dije que ya lo sabía, que era yo dentro de 10 años”.

Cumplí 25, 10 años más tarde la misma persona me preguntó ‘¿entonces ya eres un héroe?’ Y le dije que no estaba ni cerca. No, no, no. Y me preguntó por qué. Le dije que porque mi héroe sería yo a los 35. Cada día, cada semana, cada mes y cada año de mi vida, mi héroe siempre soy yo en 10 años. Nunca podré superar a mi héroe. Nunca lo alcanzaré, sé que no. Y está bien porque me mantiene persiguiendo a alguien”, dijo emocionado.

Así que, para cualquiera de nosotros, lo que sean esas cosas, lo que sea que admiremos, que busquemos y a quien sea que persigan, díganles amen. A ellos les digo, alright, alright, alright. Y a eso le digo que siga latente viviendo. Gracias”.

Si bien casi todas las estrellas de Hollywood agradecen a Dios, su equipo y su familia, muy pocos logran dar un discurso emotivo cargado de mensajes humanos y positivos sin reivindicaciones políticas, sociales o culturales de por medio. Y Matthew fue uno de ellos.

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