Un paseo por las playas legendarias de Río de Janeiro

Una estatua de Ayrton Senna, el legendario piloto de carreras brasileño, junto a la playa de Copacabana en Río de Janeiro, el 21 de mayo de 2023. (Ian Cheibub/The New York Times)
Una estatua de Ayrton Senna, el legendario piloto de carreras brasileño, junto a la playa de Copacabana en Río de Janeiro, el 21 de mayo de 2023. (Ian Cheibub/The New York Times)

Para los primerizos, un paseo de 8 kilómetros por las playas de Copacabana e Ipanema —los dos paréntesis de arena más legendarios de Río de Janeiro— despertará sentimientos incluso en aquellos que siempre, y sin un ápice de ironía, han mencionado las “caminatas por la playa” como uno de sus pasatiempos favoritos.

Tales reacciones pueden ir desde la nostalgia hipotética (“Imagínate crecer en un lugar como este”) hasta momentos culturales tipo “¡Ajá!” (“La bossa nova tiene tanto sentido ahora”) y ensoñaciones a mediano plazo (“¿Me repites cuáles son los requisitos para obtener una visa como nómada digital en Brasil?”).

Después de más de 20 visitas, todavía me emociono un poco cada vez que regreso a Río y pongo un pie en el malecón sin tablas donde se lleva a cabo la gran mayoría de este paseo. Los brasileños llaman a esa acera frente a la playa “calçadão”, pero olvídate de pronunciarlo y concéntrate en su sonido oficial: mil chanclas abofeteando el pavimento portugués al contoneo de las olas.

La ruta es simple: camina a lo largo de la primera playa, corta camino tierra adentro brevemente para bordear una península rocosa y luego camina a lo largo de una segunda playa. Haz una parada para refrescarte en los innumerables quioscos a lo largo del camino. Cuando sientas las ganas, gira a la izquierda para darte un chapuzón en el agua o a la derecha para una incursión urbana.

Comienza a media tarde un día soleado: ver las playas de Río bajo un cielo gris es como ir a Italia durante una escasez de pasta. Los fines de semana son buenos, los fines de semana veraniegos de diciembre a febrero son mejores, y los domingos son ideales, ya que la ciudad cierra la avenida adyacente a la playa para darles paso a las multitudes y tangas de lugareños que pasean.

Puedes usar zapatillas deportivas o chanclas, pero por favor, no sandalias con calcetines: las playas de Río de Janeiro aceptan todo tipo de cuerpos y los lugareños están acostumbrados a las manías de los turistas como los bikinis holgados y la piel de gringo asada d el color de los camarones, pero incluso ellos tienen su límite. Lleva bloqueador solar, una tarjeta de crédito —la tecnología de contacto inalámbrico está prácticamente en todos lados, incluso con los vendedores ambulantes— y mantén tu teléfono inteligente escondido en tu bolsillo. (Este es un tramo de Río donde los turistas pueden caminar durante el día con relativa seguridad, pero aun así). No es necesario tener un contador de pasos; mide tu progreso con base en los puestos de socorristas (“postos”) a lo largo del camino, numerados del 1 al 12.

Un surfista limpia su tabla de surf en la playa de Leme en Río de Janeiro, el 22 de mayo de 2023. (Ian Cheibub/The New York Times)
Un surfista limpia su tabla de surf en la playa de Leme en Río de Janeiro, el 22 de mayo de 2023. (Ian Cheibub/The New York Times)

Comienza en el extremo norte de la playa de Leme (que pronto se convierte en Copacabana), tómate el tiempo para pasear por el “Camino de los pescadores” a lo largo de las rocas para saludar la estatua de bronce de Clarice Lispector, una de las grandes novelistas brasileñas del siglo XX, o a pescadores reales, quizá más receptivos. Luego pasa por el ambiente alrededor del posto 1, en el que verás a jóvenes tomando el sol y jugando altinha, el presumido juego de mantener la pelota de fútbol en el aire.

Si ves el posto 2, significa que estás en Copacabana, a la vez turística (gracias a los hoteles) y diversa (gracias al transporte público). Está rebosante de energía, voleibol de pie, esculturas de arena y una notable escultura que no es de arena de Ayrton Senna, el piloto campeón de la Fórmula Uno que tiene un estatus cercano al de Pelé por estos rumbos. Detente y observa con detenimiento el Palacio Copacabana, el hotel inspirado en la Riviera Francesa, inaugurado en 1923 y que todavía le da categoría a la playa.

No mucho después del posto 6, la primera playa llega a su fin en el Fuerte de Copacabana. Cruza por la calle Francisco Otaviano, camina más de tres cuadras y atraviesa un parque hasta la playa de Arpoador, mejor conocida por los surfistas matutinos y los entusiastas de las puestas del sol, pero que también alberga un pequeño y encantador parque en la cima de la península.

Entre los postos 7 y 8 se encuentra la próxima estatua de bronce, la del guitarrista Tom Jobim, compositor de (¿qué más?) el clásico de la bossa nova “Garota de Ipanema”. Si es domingo, desvíate una cuadra hacia la plaza General Osório para comprar artesanías en la Feria Hippie, y luego dirígete hacia los especímenes humanos finamente esculpidos cerca del posto 9. Este podría ser un buen momento para tomar un descanso en la arena: un amable arrendador de sillas de playa del vecindario aparecerá por arte de magia.

Si aún no has salido de la playa, considera girar a la derecha en la calle Vinícius de Moraes (llamada así por el letrista de “Garota de Ipanema”) hacia la calle principal del elegante barrio de Ipanema para disfrutar de un helado en Vero o un jugo de guayaba helado o un sándwich a la plancha en Polis Sucos.

Luego regresa a la playa, cruza el canal y ya estarás en el tramo más tranquilo (incluso más elegante) conocido como Leblon. Desde el final de la playa, sube el camino corto pero sinuoso hasta el mirador o, mejor aún, dirígete hacia el interior para unirte a la multitud local en Boteco Boa Praça y pedir una jarra de cerveza: hay mucho más de Río por descubrir, pero no hay Río sin una cerveza de barril helada y espumosa al final de un día de playa.

Distancia: 8 kilómetros

Dificultad: Fácil, porque el recorrido es casi completamente plano, pero tendrás calor y sudarás en un día soleado.

Tiempo de caminata: De 2 horas y media a 3 horas, con tiempos de descanso.

Bueno para niños: Quizás no sea el mejor plan para niños pequeños dada la extensión del trayecto y el hecho de que probablemente estarán más interesados en jugar en la playa.

c.2023 The New York Times Company