Patalano, el empresario que llevó a España a los grandes artistas argentinos
MADRID.-
Escena en el Hotel Conde Duque de Madrid. Pero también podría ser en el Hotel Óscar. La escena se repetirá innumerables veces, pero esta pieza no tiene ni una pizca del Teatro del Absurdo. Está inspirada en diálogos verdaderos. Solo el número de la habitación ha sido modificado.
–Busco a Lino Patalano.
–Habitación 804.
–¿Sabe la habitación de cada uno de los huéspedes del hotel?
–No, sólo la suya. Es que el señor es muy querido aquí.
Lino Patalano se hacía querer y respetar donde fuera. No importaba con qué figura del espectáculo estuviera trabajando, él también era una estrella. Productor de las exitosísimas temporadas de Escenas de la vida conyugal, con Ricardo Darín, trajo también a los Teatros del Canal a Martín Bossi, con El impostor apasionado; a Mauricio Dayub, con El equilibrista; y a Ivanna Rossi, con La Celia. Fue el representante de Gerónimo Rauch. Décadas antes trajo a España a Facundo Cabral y a Julio Bocca, a quien representó y produjo durante décadas. Pero, e ntre los hitos que dejó grabados en las marquesinas de España, sin lugar a dudas, se destaca su vínculo con Les Luthiers. “Socio” era el modo que a él gustaba referirse a su vínculo con la compañía ícono del buen gusto y del humor inteligente .
“ Tengo un problema y es que amo lo que hago. Por suerte, siempre hice lo que quise, aunque no siempre me fue bien ”, decía a LA NACION en 2016 en Madrid. La sensación tras la partida de Patalano es de orfandad. Así lo sienten sus amigos, los artistas que trabajaron con él y también los periodistas locales, a quienes les llamaba la atención que alguien tan influyente fuese tan amable.
Entusiasta, apasionado, líder y empresario, apostaba por la calidad y no temía tomar riesgos. Produjo La vida a palos. Testamento, protagonizada por Imanol Arias, dirigida por Carlota Ferrer, que se estrenó en 2018 en los Teatros de Canal y que luego viajó al porteño Maipo. También fue el catalizador del regreso de Paloma San Basilio a los escenarios, quien volvió a las tablas gracias a su insistencia, con Sunset Boulevard, acompañada por Rauch.
Carla Juliano productora de artes escénicas, argentina radicada en Madrid, conoció a Lino Patalano cuando tenía 18 años, en Londres, cuando Julio Bocca actuaba en Covent Garden: “Nuestros caminos se cruzaron. A partir de ese momento yo fui su hija adoptiva. Él me trató siempre como a su hija. Siempre todo era muy amoroso con él. Más allá de un padre, fue un amigo, un socio con el que me animé a hacer muchas cosas, donde nada era imposible. Lino es todo para mí. Estuvo presente en mi vida cotidiana en todos los detalles. Me contuvo, lo contuve, confrontamos. Lo recuerdo con las luces puestas en el compromiso en el disfrute, pero no el disfrute porque sí: en el compromiso por ser felices y por honrar la vida”.
Patalano era un dandy, un domador de egos, un hombre-enciclopedia y un psicólogo no profesional que ejercía de aquello que tanto nos cuesta a todos, víctimas del vértigo cotidiano: escuchar al otro. Con su copa de vino de blanco brindaba siempre por la vida, por el éxito y por el talento. Los amantes del teatro en España que nunca han viajado a Buenos Aires sueñan con conocer el Obelisco y el Maipo, un templo pagano que Patalano cubrió con su aura.
El telón no baja. No hay apagón. Solo luces de colores que acarician al espectador.