Patricia della Giovampaola, la princesa del glamour

María Teresa de Jesús Alvarez
María Teresa de Jesús Alvarez

Nació en Montepulciano, un pintoresco pueblo de la Toscana que tuvo su auge durante el Renacimiento, pero su vida dio un giro para siempre cuando se casó con el príncipe Rodrigo d’Arenberg –hijo adoptivo del príncipe Eric Engelbert, onceavo duque D’Arenberg, y de Marie-Thérèse de la Pöeze d’Harambure–, de quien enviudó en 2007.

Patricia della Giovampaola –quien suelta una carcajada cuando se le pregunta su edad y ataja con una sonrisa: "Ni muerta te la digo"– viajó a Argentina por primera vez a los 18 años para visitar a sus tíos que, tras haber emigrado a Sudamérica al final de la Segunda Guerra Mundial, se convirtieron en unos de los primeros inversores en proyectos urbanísticos en Punta del Este. Era verano y casi todas las noches Patricia estaba invitada a una fiesta, en las que deslumbraba por su belleza. En una de estas veladas vio por primera vez a quien más tarde se convertiría en su marido. Aunque el de ellos, dijeron siempre, fue amor a primera vista, el flechazo llegó algunos años después en Montecarlo, cuando las pasarelas y los sets de la televisión uruguaya, donde Patricia tuvo por muchos años un programa, la llevaron a coincidir una vez más con uno de los hombres más cotizados y deseados del Gotha –la gran guía azul de los títulos de nobleza– y quien la introdujo en el jet set internacional. Un mundo que jamás dejó y del que hoy es protagonista.

De hecho, en plena entrevista, la princesa se excusó un momento para recibir a la condesa Eléonore de la Rochefoucauld, quien recién aterrizaba en Buenos Aires. Porque así es la vida de Patricia. Ya sea en su departamento de la rue Murillo del 8ème arrondissement de París o en la esteña Villa D’Arenberg, siempre tiene invitados especiales. "Me encanta recibir a los que fueron amigos de Rodrigo y que hoy atesoro como propios", cuenta.

Viajera incansable, siempre visita a su primo político y gran amigo, el príncipe Charles-Antoine de Ligne-La Trémoïlle, en su château de Bélgica. Un lugar con más de diez siglos de historia en el que posa en exclusiva para ¡Hola! con los últimos modelos de su colección privada de vestidos de noche. En él, recorre su vida al lado de Rodrigo y descubre al hombre que hoy ocupa su corazón, el filósofo y escritor Jean-Paul Enthoven. Como no podía ser de otra manera: el Château d’Antoing ha sido uno de los escenarios de su historia de amor y el lugar en el que se han hecho algunas de las fiestas más memorables de Europa. "Este castillo es para mí un sitio de refugio, de cariño", cuenta nostálgica.

–¿Cuál es la relación entre las casas Arenberg y Ligne?

–A lo largo de la historia, ambas familias han estado relacionadas, ya que algunos de sus miembros se casaron y eso hizo que siempre estuvieran muy unidas. Es así que uno de los amigos más cercanos de mi marido fue el príncipe Charles-Antoine de Ligne, quien además era su primo.

–¿Cómo fue que Rodrigo llevaba el título de príncipe siendo adoptado?

–Después de que la madre de Rodrigo, Marie-Thérèse de la Pöeze d’Harambure, enviudara de Guillaume Le Verdier, se casó con el marqués Henri de Belzunce y tuvo dos hijos: Rodrigo y Laetitia (quien se casó con el príncipe Leopoldo de Habsburgo). Desgraciadamente, durante la Segunda Guerra Mundial, Henri murió en combate en la batalla de Montecassino, en 1944, y Marie-Thérèse, madre de dos hijos pequeños, quedó viuda una vez más. La suerte, sin embargo, la hizo reencontrarse con un viejo amigo, el príncipe Eric Engelbert, duque d’Arenberg, quien se enamoró de ella y le propuso matrimonio en Lausana, en 1949. Temerosos de un nuevo conflicto armado, los príncipes decidieron marcharse de Europa. Las opciones para su nuevo hogar eran Canadá o Uruguay, y Eric decidió instalarse en Sudamérica, ya que los inviernos del país del norte suelen ser largos y duros. Antes de viajar, en 1956, decidió adoptar a los hijos de su mujer y así formar una familia. Siendo que Rodrigo quedó huérfano a los 2 años, Eric tomó el papel de padre y educó a su hijo adoptivo como si fuera de su misma sangre. Y no solo eso, le otorgo el título de "Príncipe de Belzunce d’Arenberg".

–¿Cómo llegaron a ser tan amigos Rodrigo y Charles-Antoine?

–Cuando la madre de mi marido se casó con el duque d’Arenberg, una parte del verano lo pasaban en este castillo y así fue que desde chicos Charles-Antoine y Rodrigo se hicieron grandes amigos. A pesar de que mucha gente puede pensar que las leyes de la nobleza son muy estrictas, en el caso de Rodrigo la sangre nunca fue un impedimento para que fuera considerado un príncipe y tuviera tratamiento como tal. Desde que me casé, pasé largas estadías en este castillo y cuando se murió Rodrigo, los Ligne fueron un gran apoyo para mí.

SU HISTORIA DE AMOR

María Teresa de Jesús Alvarez
María Teresa de Jesús Alvarez

–¿Cómo fue el flechazo entre Rodrigo y vos?

–Aunque lo conocí en una de las grandes fiestas que organizaba en su casa de Punta del Este cuando aún era un famoso playboy, el flechazo se dio en Montecarlo. El tenía veinte años más que yo y era el hombre más seductor que uno pudiera imaginar. Me causaba cierto nerviosismo mirarlo fijo a los ojos, porque realmente me fascinaba. Recuerdo que corría el año 1988, época en la que tenía un programa en la televisión uruguaya y, mientras estaba en Italia, me llamaron de Montevideo para pedirme que emitiera mi programa desde Mónaco, y me contaron que nuestro anfitrión ¡sería Rodrigo! La noticia me puso feliz porque él me gustaba. Desde ese día nunca más nos separamos. A los pocos meses nos instalamos en Buenos Aires, aunque los veranos los pasábamos entre París y Bélgica. Así fue que empecé a compartir mi vida con los Ligne.

–¿Cómo cambió tu vida cuando lo conociste?

–Conocí muchísima gente interesante. Aprendí francés, el amor por la naturaleza, pero creo que la mayor enseñanza que Rodrigo me dejó fue su filosofía de vida, que básicamente se basaba en la bondad y en el respeto. Era un hombre que valoraba muchísimo el papel de la aristocracia en la historia y que siempre buscaba la forma de ayudar a los que menos tienen.

–Me imagino que este lugar te trae grandes recuerdos…

–Totalmente, ya que este siempre fue un lugar de cariño, de refugio… Además, aquí siempre coincido con gente que quiero mucho, como la madre de Charles-Antoine, a quien cariñosamente llamamos "Yayó".

–¿Qué representa para vos regresar a este castillo sin Rodrigo?

–Una infinidad de recuerdos, pero sobre todo la felicidad de ver cómo sus amigos siguen contando sus hazañas y recordando sus frases. Siempre que entro a este lugar lo siento muy presente, porque hay mucho cariño en el aire, ya que Charles-Antoine lo extraña tanto como yo.

LA FORMULA SECRETA

–¿Cómo es un día en tu vida?

–Soy una persona que adora y respeta la naturaleza por sobre todas las cosas, por lo que me considero una mujer sana y disciplinada. Todas las mañanas me levanto temprano, hago yoga y footing, y llevo una estricta dieta compuesta preferiblemente por alimentos orgánicos. Tengo muy claro lo que me hace mal, así es que no fumo ni tomo alcohol. Cuidarme se ha convertido en parte esencial de mi rutina. Cada día de mi vida es distinto, ya que a pesar de que no tengo hijos, debo ocuparme de la administración de las rentas y las propiedades que heredé de mi marido, tanto en Europa como en Sudamérica. También me lleva mucho tiempo todo lo relacionado con mi colaboración con causas benéficas, museos y fundaciones culturales. Además, me encanta escribir sobre moda, algo que hago desde hace años en varias publicaciones y que me empujó a abrir mi propio blog en 2009.

–¿Le temés al paso del tiempo?

–Para nada. Y, de hecho, creo que lo vivo con alegría. Con solo recordar los años 80, la época en la que era una mujer joven y cuya moda, en mi opinión, fue un horror, me encanta decir que hoy, aunque tengo algunos años más, me siento mucho más plena que cuando tenía 20. Porque estoy convencida de que el paso del tiempo solo te ayuda a conocerte mejor a vos mismo, a la vez que mejora tu personalidad y tu calidad como ser humano. Solo tengo palabras de agradecimiento para el paso del tiempo.

–¿Es la maternidad una asignatura pendiente en tu vida?

–Jamás lo vi así, ya que nunca tuve un instinto maternal muy desarrollado. No lamento no haber tenido hijos y puedo decir que mi sobrina Toscana (hija de su hermana Rossella) ha llenado un poco ese espacio. Es una chica que adoro y a la que siempre que puedo visito en Milán, donde estudia. Tenemos una relación de par a par y me encanta que me vea como a la tía que la malcría. Jamás me sentí sola y soy una persona que, aunque no me creas, disfruta mucho de la soledad.

VOLVER A ENAMORARSE

María Teresa de Jesús Alvarez
María Teresa de Jesús Alvarez

–Después de enviudar, ¿le diste otra oportunidad al amor? ¿Quién es hoy el hombre de tu vida?

–Rodrigo murió en 2007 y realmente jamás pensé que volvería a enamorarme. Pero el corazón no tiene leyes y hace tres años conocí al hombre que hoy lo ocupa. Se trata del escritor y editor Jean-Paul Enthoven, uno de los intelectuales más respetados de Francia y especialista en la obra de Proust, autor que descubrí gracias a él y con el que hoy estoy fascinada. Con Jean-Paul veo el mundo de otra manera… Charlo de política, de filosofía. Es un hombre que no solo me sedujo por su charme, sino también por su inteligencia y su amor por la historia.

–¿Cómo se conocieron?

–Lo conocí por primera vez hace quince años en una comida, ya que tenemos muchos amigos en común, y después, a lo largo del tiempo, nos encontramos varias veces. Debo confesar que siempre lo consideré un hombre encantador y muy educado. Recuerdo que cuando murió mi marido, me llamó para darme el pésame, lo que me pareció un gesto que me dijo todo sobre su don de gente. A las pocas semanas, yo me tomé el atrevimiento de llamarlo porque necesitaba conseguir una orquesta de música clásica para la misa que ofrecí en memoria de Rodrigo en París. Casi cuatro años después volvimos a vernos y a los pocos días me invitó a salir. En esa primera cita, él me confesó que cuando me vio aquella noche quedó muy impactado y que realmente le parecía una mujer fascinante. Desde entonces empezamos a vernos más seguido y hace tres años que estamos juntos. He conocido pocos hombres tan caballeros y seductores como Jean-Paul. Realmente estoy feliz de haberme vuelto a enamorar.

–¿Tienen planes de boda?

–Es un tema que aún no hemos hablado, pero creo que dos personas que se aman no deben casarse para estar juntas y elegirse todos los días. Aunque él vive en París y yo en Buenos Aires, siempre vemos la forma de pasar las vacaciones juntos y de encontrarnos la mayor cantidad de veces posible. Además, los dos somos muy independientes y celamos muchísimo nuestro espacio. Soy una mujer con la que no es fácil tener una relación, por lo que estoy muy agradecida con la vida por haber puesto a Jean-Paul en mi camino y volver a sentir la alegría de estar enamorada.

Texto: Rodolfo Vera Calderón Fotos: María Teresa de Jesús Alvarez