Paul Auster y el cine: una gran película que estuvo a punto de no hacerse y varios intentos fallidos de transformarse en director
La película que será recordada como el mejor acercamiento al cine de la obra de Paul Auster estuvo varias veces a punto de no hacerse. Y casi no se estrena en los cines de la Argentina. Las complicaciones de la adaptación a la pantalla de La historia de Auggie Wrenn, el cuento navideño publicado por primera vez en las páginas de The New York Times y luego transformado en una película de culto que se llamó Cigarros (Smoke), se extendieron al terreno de la distribución, al menos en nuestro país. Hasta que finalmente el público local pudo verla en pantalla grande y se sumó casi de inmediato a la extensa corriente mundial que recibió como un acontecimiento esa gran incursión del escritor neoyorquino en el mundo del cine, del que siempre se sintió muy cerca. Hubo más conexiones entre Auster y el cine, antes y después de Cigarros, pero nunca alcanzaron el mismo vuelo .
Para el estreno de Cigarros en los cines de nuestro país hubo que esperar casi dos años. La película tuvo su lanzamiento mundial en el Festival de Berlín de 1995 y en junio de ese año llegó a las salas estadounidenses. La distribuidora local del film era la filial argentina de Columbia Pictures, que tuvo la película durante casi dos años en sus manos sin decidirse durante todo ese tiempo a estrenarla en los cines o hacer una edición directa en videocassette, como era usual por entonces cuando se dudaba del rendimiento comercial y de la respuesta del público en relación con determinados títulos más cercanos al cine de autor hechos en Hollywood.
Finalmente, Cigarros se estrenó en los cines argentinos el 22 de mayo de 1997 y estuvo en cartel durante un buen tiempo, más del que esperaban originalmente sus distribuidores, en el circuito (hoy casi reducido a la mínima expresión) de cine arte. Muchos recuerdan todavía largas semanas de permanencia de la película en salas como el cine Lorca, siempre a sala llena.
Cigarros fue la adaptación que el propio Auster hizo de su primer cuento. Ya era un novelista muy reconocido cuando se publicó en 1990 en The New York Times ese relato navideño inspirado en la imagen del hombre que le vendía a Auster en Brooklyn (su lugar en el mundo) los cigarritos holandeses que tanto disfrutaba. “ Todo eso me llevó a pensar en los tipos de encuentros que uno tiene en Nueva York con gente que ve todos los días y en realidad no conoce. La historia surgió literalmente de esa caja de cigarros ”, contó Auster después de haber escrito el guion de la película.
Para llegar a esa versión final hubo que esperar mucho tiempo. Cuatro años de trabajo, seis borradores sucesivamente descartados y problemas presupuestarios que estuvieron a punto de frustrar por completo el proyecto. El director de Cigarros es Wayne Wang, nacido en Hong Kong, afincado por entonces en San Francisco y que se dio a conocer por primera vez con la película El club de la buena estrella. Luego filmaría un éxito que todavía perdura con otra adaptación literaria, en este caso de Jane Austen: Sensatez y sentimientos.
Cuentan que el día de Navidad en el que se publicó el cuento, Wang no recibió como todos los días el diario en su domicilio. Finalmente consiguió en un puesto callejero el último ejemplar disponible y cuando leyó el cuento de Auster se convenció de inmediato de que iba a transformarse en su siguiente película.
Al llevar el cuento al cine, Auster mantuvo el eje principal en la cigarrería manejada por Auggie (Harvey Keitel), pero al mismo tiempo fue ampliando el abanico de historias que se desarrollan a partir de ese escenario central. Allí surgen personajes como el escritor Paul Benjamin (William Hurt), suerte de álter ego del autor, ya que el segundo nombre de Auster es justamente Benjamin. Stockard Channing, Giancarlo Esposito, Ashley Judd, Forest Whitaker y Victor Argo completan el elenco principal. Quienes vieron Cigarros no olvidarán sobre todo la extraordinaria (y bellísima) escena en la que Auggie recorre junto a Paul un álbum fotográfico. Lo que maravilla al escritor personificado por Hurt son las fotos que Auggie saca día a día siempre a la misma hora y en el mismo lugar y lo que el propio dueño de la cigarrería le cuenta. Ninguna imagen es igual a las demás.
El éxito de Cigarros entusiasmó a Auster, que encontró una oportunidad inmejorable para profundizar su vínculo con el cine. Desde muy joven imaginó que podía convertirse en director, pero hasta ese momento nunca se había animado a hacerlo. Sentía que su retraída personalidad lo condicionaba y no podía afrontar el desafío de ponerse al frente de un equipo tan numeroso como el que exige cualquier película.
Así surgió, dos años después de Cigarros, una especie de coda o capítulo complementario dedicado a elogiar al tabaco y a la “república de Brooklyn” que se conoció en la Argentina como Humos del vecino (Blue in the Face) y también pudo verse en los cines. Se filmó en seis días y con un estilo casi artesanal, únicamente con tomas sin ensayar que los actores improvisaron por completo. Auster hacía lo mismo, escribiendo notas y apuntes a las situaciones desarrolladas de manera casi espontánea entre toma y toma.
Auster y Wang codirigieron la película, en la que Keitel, Argo y Esposito retomaron sus personajes de Cigarros, junto a apariciones amistosas de estrellas como Michael J. Fox, Madonna, Lou Reed, Lily Tomlin, Mira Sorvino y el director Jim Jarmusch.
Es una pena que ni Cigarros ni Humos del vecino estén disponibles hoy en las plataformas de streaming locales. Lo mismo pasa con el resto de la obra cinematográfica de Auster, cinéfilo confeso que tuvo entre sus autores predilectos a los franceses Jean Renoir y Robert Bresso, al japonés Yashujiro Ozu y al indio Satyajit Ray.
Antes de sus triunfos literarios, cuando era un joven estudiante que residía en París, Auster no logró pasar el filtro de admisión para ingresar en la escuela oficial de cinematografía francesa, el Idhec (Institute des Hautes Études Cinématographiques. En esos tiempos también se animó a hacer un par de guiones de películas mudas con un estilo parecido al de Buster Keaton, pero solo con espíritu vocacional.
El primer vínculo real de Auster con el cine se registró en 1990, cuando el holandés Philip Haas adaptó su novela La música del azar, con James Spader como protagonista y una brevísima aparición del director. Ese mismo año estuvo a punto de escribir un guion para un proyecto del director alemán Wim Wenders que se frustró por falta de presupuesto.
Después de Humos del vecino, Auster estaba convencido de que jamás volvería a dirigir. “ Fue una experiencia increíble y estoy feliz de haberme metido de lleno en el asunto. Pero es suficiente. Es hora de que vuelva a mi agujero a escribir ”, había dicho en ese momento. Pero las ganas de hacer cine fueron más fuertes y en 1997, ahora solo por primera vez, dirigió el film dramático Lulu on the Bridge, con guion suyo, después de que Wenders renunciara a hacerlo. Allí contó de nuevo con Harvey Keitel (interpretando a un saxofonista de jazz que recibe en el escenario un disparo) y Mira Sorvino.
Reincidió en 2007, dos años después de haber confesado que “felizmente” estaba retirado del cine, para escribir y dirigir The Inner Life of Martin Frost (La vida interior de Martin Frost), una comedia negra con toques autobiográficos sobre los desafíos y las complicaciones que enfrenta un escritor en el momento de crear, protagonizada por David Thewlis. La película no fue muy bien recibida pese a que se proyectó en una sección paralela del Festival de Cannes y las críticas llevaron a Auster a tomar la decisión, ahora definitiva, de no volver a dirigir nunca más.