La película con la que Disney cambió su clásico final feliz por uno dolorosamente realista

La década de los 80 fue una de turbulencia artística y comercial para Disney. Fueron los años álgidos de la conocida popularmente como su Edad Oscura, en la que el estudio del ratón Mickey produjo algunas de sus películas más oscuras y alternativas (Taron y el caldero mágico, Oliver y su pandilla), dando lugar a más de un fracaso de taquilla que puso en peligro el imperio que Walt Disney había construido décadas antes. Hoy en día, la mayoría de esas películas son recordadas con mucho cariño y nostalgia, pero por aquel entonces pusieron en más de aprieto a Disney, que hasta no hace tanto hizo lo posible por ignorarlas.

La encargada de inaugurar los 80 fue quizá la más dulce y aparentemente inocente de todas: Tod y Toby. Sin embargo, el clásico número 24 de Disney no era un simple y simpático cuento para niños protagonizado por animales, sino una de las obras más tristes y melancólicas que el estudio de Blancanieves y los siete enanitos ha producido en sus 90 años de existencia; una con la que Disney decidió cambiar el final feliz de los cuentos por un final realista, aunque doliese.

Detalle del póster original de 'Tod y Toby' (Disney, 1981)
Detalle del póster original de 'Tod y Toby' (Disney, 1981)

Dirigida por Ted Berman, Richard Rich y Art Stevens, Tod y Toby marcó un antes y después dentro del estudio, ya que fue la última película en la que trabajaron los miembros de los Nine Old Men de Disney (grupo de animadores originales que trabajaron en la compañía desde su primer largometraje en los años 30, ahora considerados Leyendas Disney), Frank Thomas y Ollie Johnston. Ambos participaron en la fase preliminar de animación, pero tras su marcha, el proyecto cayó en manos de las nuevas generaciones de animadores de Disney, marcando así un significativo punto de inflexión y transición dentro de la compañía.

Uno de los animadores principales que trabajó en Tod y Toby fue Don Bluth, quien dejó el proyecto junto a otros compañeros por desavenencias con la generación anterior, que complicaron la producción y retrasaron el estreno. Tras su marcha a comienzos de los 80, Bluth empezó a despuntar con películas tan emblemáticas como Nimh: El mundo secreto de la señora Brisby, Fievel y el nuevo mundo o En busca del valle encantado, auténticos clásicos de los 80 que le otorgaron un nombre propio en la historia de la animación gracias a su estilo muy personal. Aunque él y su equipo animaron bastantes secuencias importantes de la película, pidieron no ser incluidos en los créditos.

Pero Bluth no fue el único animador de Tod y Toby que acabó convirtiéndose en puntal de la animación de las siguientes décadas. De aquella película salieron nombres tan destacados como John Lasseter, que acabaría fundando los estudios Pixar, John Musker y Ron Clements, que dirigieron algunos de los títulos más exitosos de la compañía (La Sirenita, Aladdin, Hércules), Glen Keane, animador del Renacimiento de Disney que recientemente dirigió Más allá de la Luna para Netflix, Brad Bird, director de El gigante de hierro y Los Increíbles, Henry Selick, referente de la animación stop-motion (Pesadilla antes de Navidad, Los mundos de Coraline), Chris Buck, responsable junto a Jennifer Lee de uno de los mayores éxitos de la historia de la animación, Frozen (y su secuela), y por último, el mismísimo Tim Burton, que tras completar el programa de prácticas como animador en Disney, participó en la fase de diseño de Tod y Toby, pero dejó pronto el estudio porque su estilo particular y siniestro no encajaba con el de la Casa del Ratón (el resto es historia).

Tod y Toby finalmente se estrenó en Estados Unidos en 1981. La película narra la historia de una amistad imposible entre un zorro llamado Tod y un perro de caza llamado Toby (Copper en inglés). Los dos se conocen cuando aun son cachorros y desarrollan un precioso lazo que el mundo se empeña en romper a medida que van creciendo. Tod vive con Big Mama, una amable anciana que tiene por vecino a Amos Slade, un cazador cascarrabias que es el dueño de Toby. Los dos cachorros pasan el día jugando y juran ser amigos para siempre, pero el tiempo y la sociedad les hacen ver que en realidad son enemigos por naturaleza, tras lo cual, mantener lo que tienen será una tarea muy complicada.

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Después de ambientar la mayoría de sus largometrajes en Europa, lugares imaginarios o tierras lejanas, Tod y Toby toma la forma de un relato de la América profunda. La película tiene todas las señas de identidad de Disney, animales parlantes, animación colorida, canciones originales, etc., pero se diferencia de otras por la profunda melancolía con la que está contada (y cantada). Ya desde sus temas musicales, compuestos por Stan Fidel, Jim Stafford y Jeffrey Patch, se puede respirar la tristeza que la recorre, a pesar de sus imprescindibles elementos de color, humor y aventura sin los que no sería una película para niños.

Pocahontas tiene fama de ser el primer Clásico Disney sin final feliz, pero esto no es cierto. Recuerdo enfadarme cada vez que leía dicha afirmación. “¿Es que nadie se acuerda de Tod y Toby?”, pensaba. Sí, Pocahontas no contaba con el clásico “Vivieron felices y comieron perdices”, lo cual en su día resultó bastante llamativo, sin embargo, no fue la primera película de Disney que eligió un final realista por encima de un final feliz. Ya en los 80, Tod y Toby decidió que iba a darle al público una de sus historias más tristes, con un desenlace que daba la razón a los que decían que los dos protagonistas no podían ser amigos.

En relación a esto, Tod y Toby cuenta con una de las escenas más dolorosas y deprimentes que se recuerdan en el cine de animación para toda la familia (y en el cine en general, si me apuran). Una secuencia que se quedó grabada a fuego en la memoria y el corazón de miles de niños, que la siguen recordando como uno de los momentos más tristes vividos ante una pantalla mientras crecían. Hablo de cuando Big Mama asume que no puede tener a Tod en casa, porque lo pone automáticamente en peligro de ser cazado por su vecino, y decide abandonarlo en el bosque.

El camino en coche, acompañado de la canción Best of Friends, nos dejaba siempre devastados. La carita de Tod, ilusionado porque cree que se va de excursión, se transforma en preocupación y nerviosismo al darse cuenta de que algo va mal. Y el momento del abandono es un puñetazo emocional del que es imposible recuperarse, una de las escenas más desgarradoras de Disney. Cualquiera que haya tenido un animal de compañía reconocerá en ella el dolor que supone despedirse de él, y más cuando la decisión ha sido forzada por las circunstancias. Solía llorar desconsoladamente cada vez que veía esa escena, o cada vez que me acordaba de ella.

A partir de ese momento, Tod y Toby afronta la realidad de la enemistad forzada de sus protagonistas con bastante madurez narrativa. El zorro y el perro se enfrentan cuando ya son adultos, pero la amistad que hubo entre ambos no llega a morir nunca y es lo que finalmente salva al zorro de ser cazado. Toby deja marchar a Tod, que huye al bosque, donde tendrá que empezar una nueva vida sin Big Mama y sin su mejor amigo. En lugar de un final feliz idealista en el que Tod y Toby consiguen superar todos los contratiempos y demostrar al mundo que su amistad es posible, Disney optó por romper la burbuja a los más pequeños, separándolos para siempre para decirnos que, a veces en la vida, habrá cosas que tendremos que dejar atrás. En la escena final vemos a Tod observando cabizbajo su antiguo hogar desde el bosque. El zorro ha encontrado una compañera con la que compartir su nueva vida, pero siempre echará de menos a su mejor amigo.

Aunque técnicamente Tod y Toby fue un éxito de taquilla para Disney con 39,9 millones de dólares recaudados en Estados Unidos, de un presupuesto de 12 (por aquel entonces suficiente para convertirla en la película de animación más cara hasta la fecha), no pasó a la historia como uno de los Clásicos Disney más populares. Sin embargo, el paso del tiempo la convirtió en una de las joyas más infravaloradas de la compañía, reivindicada y recordada por muchos espectadores que sienten un apego muy especial hacia ella. En 2006, en pleno fervor por las secuelas animadas directas a DVD, Disney editó la intercuela Tod y Toby 2, que nos devolvía a la infancia de los protagonistas para vivir una nueva aventura. Pero claro, ya no era lo mismo.

A pesar de los intentos fallidos de Disney por reformular Tod y Toby como algo más alegre, la herida de la película original nunca llegó a cicatrizar. Volver a verla era volver a sentir la tristeza del adiós inminente y el dolor ante una amistad a punto de romperse sin que uno pudiera hacer nada para evitarlo. Cada vez que veíamos la escena en la que el pequeño Tod le dice a Toby “Siempre seremos buenos amigos, ¿verdad?”, algo se clavaba más profundo, y su despedida siempre nos recordaba que, a veces, en la vida las cosas no salían como nos habían enseñado otros cuentos. Era un duro golpe de realidad para un niño, pero no lo querríamos de otra manera.

Tod y Toby está disponible en Disney+.

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