Sean Penn y Dakota Johnson te invitan a un viaje muy personal

Aunque transcurre casi en su totalidad a bordo de un automóvil de pago, “Daddio”, el primer largometraje como directora y guionista de Christy Hall -que se estrena este viernes en los cines-, no toma necesariamente la ruta predecible.

Y es que, en lugar de hacer que el vehiculo sea un Uber o algo semejante para tratar de ser ‘moderna’, Hall nos mete en un clásico taxi amarillo y coloca en el volante a un conductor de la vieja escuela al que no le gustan nada distintos aspectos de la sociedad actual (pero que, curiosamente, no se muestra conservador en otros, al menos de manera abierta).

Clark, el conductor señalado, es un tipo mayor que detesta la dependencia actual en las aplicaciones virtuales, que aboga por los formas tradicionales de transporte y al que no le causan mucha gracia los pasajeros que no se despegan de sus celulares durante todo el trayecto que ha sido emprendido, como se lo dice claramente en los primeros minutos de la película a Girlie, la joven que acaba de solicitar sus servicios a la salida del aeropuerto principal de Nueva York.

Desde el comienzo, queda claro que Clark es un tipo al que le gusta hablar y que tiene opiniones muy contundentes sobre diferentes temas. No sucede aparentemente lo mismo con Girlie, quien no se siente necesariamente incómoda con el carácter extrovertido de su inevitable compañero de ruta -le parece quizás gracioso- pero que, poco a poco, va volviéndose más y más comunicativa, hasta el punto de revelar una larga serie de detalles sobre su atribulada vida personal.

Como lo habrán podido adivinar, “Daddio” es una de esas cintas en las que abundan los diálogos y en las que brillan por su ausencia las escenas de movimiento físico, lo que podría convertirla teóricamente en materia ideal para una obra de teatro. Y no es solo una impresión nuestra: como leemos ahora, la idea original estaba destinada a dicho formato, aunque, vista en la pantalla, lleva a imaginar que, en ese caso, hubiera requerido de un juego más o menos complicado de escenografías o de proyecciones para plasmar el traslado y las locaciones que se presentan.

Para dejarlo en claro, no estamos ante un filme que convierta a la Gran Manzana en un personaje adicional; los lugares de la ciudad que se vislumbran funcionan casi como fondos, y lo cierto es que, pese a uno que otro detalle, el relato que se narra podría suceder en cualquier urbe occidental de grandes dimensiones donde un accidente de tránsito o un atolladero tienen el potencial de lograr que los automovilistas extiendan considerablemente el tiempo que pensaban invertir en el camino.

Ese es justamente el artilugio empleado por Hall para darle tiempo a la conversación establecida entre sus únicos personajes visibles y desarrollarlos simultáneamente de manera paciente pero convincente, más allá de que la dinámica que se establece entre ellos no sea siempre totalmente creíble.

Y si tener a dos actores hablando a lo largo de una hora y cuarenta minutos te puede parecer aburrido, este es el momento adecuado para señalar que se trata de Sean Penn (“Dead Man Walking”, “Mystic River”) y de Dakota Johnson (“Fifty Shades of Grey”, “Bad Times at the El Royale”), algo que, en el nivel más básico, debería provocar interés en los seguidores de ambos intérpretes.

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Más allá de la curiosidad, lo cierto es que “Daddio” le da una oportunidad inmejorable de lucimiento a los dos y que es precisamente gracias a ellos que la película funciona tan bien como funciona, porque, al menos en este caso, los aludidos destilan de manera equitativa un sentido del carisma, de la sensibilidad y de la empatía que nos lleva rápidamente a interesarnos en sus representados.

En aras de la igualdad y de los esfuerzos evidentes de los dos intérpretes, sería preferible no inclinar la balanza hacia un solo lado, pero es inevitable señalar que Penn (a quien no veíamos en un papel tan jugoso desde “Milk”, del 2008) está estupendo, lo que constituye una gran noticia para quienes admiramos su talento.

No es que Clark y Girlie sean perfectos, ni mucho menos; cada uno ha cometido o sigue cometiendo errores que pueden afectar a otros seres humanos, pero no se sienten orgullosos de ellos ni, al menos en el momento actual, son personas desagradables o inmediatamente condenables, lo que resulta de algún modo refrescante para el planteamiento de una historia que no fuerza las circunstancias para tratar de convertirse en un ‘thriller’ o en un melodrama desolador.

Por otro lado, pese a sus restricciones de espacio y al hecho de que sus protagonistas no cometen ningún desmán, el guión de Hall tiene momentos bastante explícitos que justifican su clasificación para adultos y plantea tópicos lo suficientemente controvertidos como para no ser un paseo en calesa, mientras se sostiene en una puesta en escena lo suficientemente solvente como para lucir como un trabajo cinematográfico de consideración y no como un simple registro de un montaje para las tablas.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.