Pequeñas casas para personas sin techo

El equipo de padre e hija conformado por Jennifer LaFreniere y Rex Hohlbein, fundadores de The Block Project. Como arquitectos, diseñaron las pequeñas casas sustentables para personas sin techo del programa. (Reva Keller/The New York Times).
El equipo de padre e hija conformado por Jennifer LaFreniere y Rex Hohlbein, fundadores de The Block Project. Como arquitectos, diseñaron las pequeñas casas sustentables para personas sin techo del programa. (Reva Keller/The New York Times).

Doce personas que solían vivir en las calles de Seattle ahora residen en doce acogedoras casas pequeñas, ubicadas en patios traseros por toda la ciudad más grande de Washington. Además, es probable que cada una de estas pequeñas viviendas sea la casa más sustentable de su manzana.

Células solares instaladas en los techos de las casas generan más que suficiente energía para cocinar y brindar calefacción y luz, incluso en el clima poco soleado de Seattle. Además, todos los materiales y equipamientos —desde la madera de enebro para el exterior de las estructuras de 21,3 metros cuadrados hasta las parrillas de inducción en las cocinetas— se eligieron de modo que cumplieran con los más altos estándares ambientales.

Estas son las casas de The Block Project, como se le denominó a esta iniciativa de construcción de viviendas, y el objetivo es erigir una en cada manzana de Seattle. Las residencias las construyen voluntarios bajo la supervisión de Facing Homelessness, una organización local sin fines de lucro.

Sin embargo, fue el equipo arquitectónico de padre e hija el que empezó todo esto cuando se propuso resolver dos problemas que parecen inextricables —la falta de vivienda y el cambio climático— una minicasa a la vez. “A la gente le cuesta entender cómo ayudar”, dijo Jennifer LaFreniere, de 36 años, la hija. “Con The Block Project, puedes hacer algo y tener una influencia, aunque sea a una escala más pequeña”.

La iniciativa nació de la preocupación de su padre, Rex Hohlbein, por los individuos que él y otros residentes de Seattle se habían acostumbrado a ver acampando en los parques, las aceras y bajo los puentes de su ciudad. Se calcula que 40.000 personas están en situación de calle en el condado de King, que incluye a Seattle.

Hohlbein, de 65 años, que dirigía un pequeño despacho donde se diseñaban y remodelaban casas, llegó al punto en que ya no podía hacerse de la vista gorda. Empezó a invitar a las personas sin techo a su estudio de arquitectura, donde escuchaba sus historias y publicaba sus perfiles en una página de Facebook que pronto atrajo a 50.000 seguidores y una avalancha de apoyo económico para estos individuos.

El exterior de una casa de The Block que sigue en construcción en Seattle. Cada casa cuenta con un pórtico delantero techado para que los residentes tengan un espacio donde convivir con visitas. (Reva Keller/The New York Times).
El exterior de una casa de The Block que sigue en construcción en Seattle. Cada casa cuenta con un pórtico delantero techado para que los residentes tengan un espacio donde convivir con visitas. (Reva Keller/The New York Times).

Fundó Facing Homelessness para unir a los residentes de la ciudad con y sin techo, y, a lo largo del tiempo, las campañas de la organización han brindado alimentos, ropa, cortes de cabello y otros servicios a los necesitados. En 2013, Hohlbein renunció a su trabajo como arquitecto para enfocarse en Facing Homelessness.

Al poco tiempo, empezó a reunirse con LaFreniere para tomar un café todos los viernes por la mañana. Ambos ya habían hablado de fundar una empresa juntos algún día y en sus reuniones semanales empezaron a jugar con la idea de usar sus habilidades como arquitectos para ayudar a las personas sin hogar mientras esbozaban diseños en servilletas de papel.

Decidieron que las casas serían estructuras compactas como cobertizos que fácilmente podrían caber en un patio trasero. Según los principios básicos de construcción de una “casa pasiva”, las estructuras estarían bien aisladas para que pudieran calentarse con una cantidad mínima de energía, y estarían orientadas hacia el sur para absorber el calor y la luz natural del sol.

Los arquitectos decidieron no usar revestimientos exteriores de metal por temor a generar derrames tóxicos y mejor optaron por usar enebro, un árbol que ha desplazado especies nativas en partes de Estados Unidos y que podían talar sin culpa; el enebro también ayudaría a que las casas encajaran con la estética boscosa del noroeste. También instalarían pórticos techados al frente de las casas para que los residentes tuvieran un espacio donde convivir con las visitas.

“Queríamos que las casas fueran hermosas de habitar y tan eficientes como fuera posible”, explicó LaFreniere.

Ella también renunció a su trabajo, y en 2017 formó la asociación Block Architects con su papá para poner en marcha su idea de construcción de viviendas. Convencieron a Facing Homelessness, que para entonces ya tenía su propia plantilla de personal y junta directiva, de liderar el proyecto.

Hoy en día, la organización cuenta con un taller de prefabricación donde se cortan, lijan y tiñen los paneles para las casas, cuya construcción cuesta unos 75.000 dólares cada una. El proceso de producción se ha perfeccionado a tal grado que Facing Homelessness podría pisar el acelerador y, con suficiente financiamiento, crear 20 casas al año. Pero la producción en masa y a toda velocidad no es la misión.

Es tardado encontrar propietarios de inmuebles dispuestos a ceder sus patios traseros a la construcción de una vivienda para una persona que antes no tenía hogar. No todas las propiedades tienen el espacio suficiente. (Por ejemplo, Hohlbein mencionó que su patio no es lo suficientemente grande, mientras que LaFreniere y su esposo, cuya familia está creciendo, no planean quedarse mucho tiempo en su residencia actual).

Una vez que se encuentra a un anfitrión, personas de toda la ciudad cooperan, cavan la tierra para los cimientos y montan la casa; aportan al diseño del jardín; o ayudan a financiar un kit de bienvenida con lo básico, como un colchón, ropa de cama, toallas, bolsas de basura y pasta dental. Los anfitriones suelen asumir los costos modestos de los servicios mensuales que consume una casa del proyecto, los cuales suelen rondar los 30 dólares. Por ejemplo, cada vivienda de The Block se suma a la factura de agua del dueño de la propiedad, y se conecta a la red eléctrica por medio de la cuenta del propietario con el proveedor local.

Los residentes, que vienen referidos por trabajadores sociales, viven ahí sin pagar alquiler y están conectados a una red de servicios de apoyo que les facilita la transición y les ayuda a procesar cualquier trauma que hayan experimentado.

Para cuando finaliza el proceso, “esa única vivienda ya conmovió a muchas personas”, afirmó Hohlbein.

De los 20 individuos que han vivido en casas de The Block en Seattle, 19 han permanecido en las viviendas o han encontrado otras residencias estables y permanentes. Dos anfitriones se han retirado del programa; en uno de esos casos, los propietarios, que eran adultos mayores, sintieron que ya no podían con la responsabilidad, y en ambas instancias, los dueños de la propiedad le compraron a Facing Homelessness las casas que se instalaron en sus patios traseros.

Las casas se construyen como viviendas permanentes, pero están diseñadas para desmontarse y transportarse a otro lugar. Hasta el momento, todas las estructuras se han quedado en su sitio original.

Hohlbein y LaFreniere han realizado consultas de campo sobre The Block Project en todo el país y han dado charlas en destinos tan lejanos como Chicago. Estados y municipios de toda la nación están facilitando la construcción de casas pequeñas en patios traseros —oficialmente conocidas como unidades de vivienda accesorias, ADU por su sigla en inglés— para ayudar a resolver la escasez de viviendas en el país y añadir unidades asequibles a vecindarios reservados para residencias unifamiliares.

No obstante, la iniciativa también ha enfrentado críticas, pues a algunos detractores les preocupa el efecto que puedan tener las personas adicionales en sus vecindarios en el tráfico, la seguridad, las escuelas, los servicios municipales y los impuestos.

En 2019, Seattle renovó sus normas con respecto a las ADU, y desde entonces, la construcción se ha disparado. A menudo, las estructuras se erigen rápidamente con metal y placa de cemento.

Sin embargo, las casas de The Block Project se conciben y elaboran con tanto esmero que una de ellas acaba de recibir la certificación de The Living Building Challenge, un programa administrado por el International Living Future Institute que valida que una estructura cumpla con altos estándares de sustentabilidad. El exceso de energía que se produce en las células solares del techo se traslada a la red eléctrica y compensa los costos de consumo del anfitrión, un ejemplo de cómo estas casas para personas sin hogar retribuyen a la comunidad.

“Cuando una persona se muda a una casa de The Block, ha estado en un papel de recibir durante algún tiempo”, comentó Hohlbein. Por lo general, esa no es una posición cómoda. “De verdad queríamos que este hogar y las personas que vivieran en él tuvieran la oportunidad de compartir sus conocimientos sobre la sustentabilidad y sobre lo que es estar en situación de calle”, concluyó.

c.2023 The New York Times Company