Los Peterson, inventores de idiomas para series y películas

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Están tras la creación del dothraki o el valyrio de Game of Thrones y del shakobsa de Dune. Los estadounidenses David y Jessie Peterson son inventores de idiomas y de los pocos que viven de esta profesión que definen como “un juego”.

“Yer athzalar nakhoki anni, zhey qoy qoyi”, es decir, “eres mi última esperanza, sangre de mi sangre”. ¿Qué sería de la serie Game of Thrones sin estos diálogos que sumergen al espectador en la pugna por el Trono de Hierro?

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En las películas de la saga Dune, los fremen hablan en shakobsa haciendo vibrar las erres. Originalmente, el novelista Frank Herbert se inspiró de un dialecto de cazadores para crear este idioma en su libro, llevado ahora a la gran pantalla por Denis Villeneuve.

Sin embargo, tanto Herbert como George R.R. Martin en su saga de fantasía medieval apenas habían incluido en sus páginas unas pocas palabras de estos idiomas.

Los inventores de idiomas también deben divertirse

Tras un concurso organizado en 2009, David Peterson fue elegido para desarrollar el dothraki. Aquel fue su primer encargo remunerado e hizo despegar la carrera de este licenciado en lingüística.

“Los idiomas pueden ser divertidos, pero a menudo se tratan con demasiada seriedad. Hay que reírse cuando uno se equivoca”, observa este experto durante una de las clases magistrales que ha impartido en el festival internacional Séries Mania en Lille, en el norte de Francia.

Con la ayuda de su mujer, Jessie, a la que siempre le han gustado los juegos de palabras, parten del guion y se hacen preguntas sobre el entorno de los protagonistas, su historia, los objetos que utilizan… Y luego “extrapolamos”, dice David.

Por ejemplo, Jessie tenía que crear una lengua “en la que se oyera el fuego” para la película de animación de Pixar Elemental. Así que registró una serie de sonidos (explosiones, el ruido de una cerilla…) y los ensambló para formar palabras.

En la calle ya ha oído a varios niños dirigirse a sus padres en este idioma: un motivo de orgullo para ella.

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Las comunidades de fans de Game of Thrones rinden culto al dothraki o al alto valyrio, que se pueden aprender mediante cursos o, en el caso de este último, en la aplicación Duolingo, donde se pueden oír sus voces.

El recurso a inventores de idiomas aumentó desde la saga Star Trek, en la que se utilizaba el klingon, creado por Marc Okrand en 1985. Sin embargo, muchos de ellos no pueden vivir de su trabajo.

Lenguas vivas

David y Jessie Peterson no se limitan a inventar una serie de palabras. Empiezan incluso por crear una gramática (cuántos géneros, tiempos verbales…). Y luego, David, músico aficionado, trabaja la tonalidad, mientras que Jessie desarrolla el vocabulario.

El trabajo de inventores de idiomas suele ser solitario, pero el apretado calendario de la serie –a menudo solo disponen de dos meses– impone este reparto de tareas.

La pareja prepara el terreno lo mejor que puede para los actores, enviándoles grabaciones de los diálogos a velocidad normal, lenta, e incluso sílaba por sílaba. “Esto nos hace sudar mucho”, manifiesta David.

En la primera proyección de Game of Thorns escuchó un pequeño error. “Fue tan bochornoso”, confiesa.

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Jessie y David Peterson. Foto: Radboud University

El dúo crea a veces nuevos alfabetos para mensajes que aparecen escritos en pantalla, como en la serie Vampire Academy. “Partimos de imágenes, y luego creamos símbolos, que se transforman en letras”, explica David, que establece un paralelismo con la invención de la escritura hace cinco milenios.

La pareja disfruta compartiendo su experiencia con directos en su canal de YouTube, LangTime Studio. Allí, tienen subidos unos 600 episodios para los aficionados al “conlang”, las lenguas construidas o idiomas artificiales.

¿Sería posible acelerar el proceso de creación gracias a la inteligencia artificial? “Sería muy laborioso entrenar a una IA para producir un número reducido de cosas. Prefiero emplear ese tiempo para crear la lengua yo mismo”, concluye David.

“La belleza del lenguaje es que es inherentemente humano. No hay razón para quitarle la humanidad a los idiomas”, coincide Jessie.