Pipi Piazzolla: el día que vio a su abuelo Astor tocar en el Colón y este homenaje especial al autor de “Adiós Nonino”
De la interminable lista de conciertos que brindó en el mundo a lo largo de su vida, hubo uno diferente. “Una noche especial: la del 11 de junio de 1983, cuando el Teatro Colón se abrió en forma íntegra para mi música —le contaba Astor Piazzolla al autor de su libro biográfico A manera de memorias—. El Colón tiene un magnetismo especial para los argentinos. Es una meca dorada y yo no pude escaparle a esa sensación.”
Por eso, el sexteto de jazz Escalandrum, liderado por su nieto, el baterista Daniel “Pipi” Piazzolla, presentará este lunes Piazzolla ‘74 un concierto homenaje en celebración de los cincuenta años de dos álbumes emblemáticos –Libertango y Reunión cumbre con Gerry Mullingan, ambos grabados en Italia y considerados clásicos–, precisamente en el Teatro Colón, el escenario donde el genio bandoneonista vio realizada la consagración de su vida.
“Estamos contentos de poder tocar esta música, de haber elegido los temas que más me gustan —cuenta Pipi en diálogo con LA NACIÓN—y de ofrecerlos en arreglos nuevos en calidad de estrenos”.
–¿Cómo “reestrenar” un repertorio tan querido y presente en el oído del público?
–Preparando arreglos nuevos con improvisaciones, solos y cambios de métrica. Como es un homenaje al ‘74 tenemos un Libertango en 7x4 con otro tema de fondo –”Vayamos al diablo”–, el único que compuso en 7x4 y aquí los tocamos superpuestos. También “Meditango” en otra métrica. Trabajamos en la obra sin perder nuestra identidad, cuidando que las melodías estén claras, los tempos y la esencia de Astor y que surja nuestra impronta dejando bien representada su música.
–Te referís a los temas que más te gustan. ¿Cuáles son y por qué?
–¡Los temas lentos! Prefiero su música nostálgica y profunda, pero debe primar el equilibrio, no se puede tocar todo en el mismo registro. Me gusta Deus Xango que tiene un ritmo estable, gutural, casi afro. Me fascina toda su música y a la hora de armar el programa busco la variedad de improntas y estructuras, la diversidad de ritmos y tempos. Así elijo con mis compañeros lo mejor para la ocasión. Pero no van a faltar “Libertango”, “Años de soledad”, “Violentango” ni “Adiós Nonino”.
Adiós Nonino
“Me propuse mil veces hacer un tema superior a ‘Adiós Nonino’ y no pude. Tiene un tono intimista casi fúnebre y sin embargo rompió con todo. Era la época del Quinteto en que casi toda la música tenía la polenta de Calambre, Los Poseídos y Lo que vendrá. En cambio, Adiós Nonino terminaba al revés, como la vida, se iba yendo. Y a la gente le gustó de entrada. Será porque tiene un aire de misterio, una melodía que contrasta, una parte rítmica fuerte, después el cambio de tono y ese final glorioso con un desenlace triste”. Así describía Astor Piazzolla en el citado libro de Natalio Gorín, su melodía favorita.
–¿Concidís con que fue la mejor? ¿Cómo será la versión de Escalandrum?
–Nuestro “Adiós Nonino” dura diez minutos y tiene las dos cosas que hizo él con esa pieza cuando la tocó en el Colón, primero en los ‘60 y después en el ‘83. Hay un desarrollo que evoca tanto el disco como esos dos shows. Yo coincido con él en que es su gran obra maestra, un tema increíble, el más logrado, pero a la vez el más difícil de interpretar en su espíritu porque hay muchos detalles y una sola cosa fuera de lugar te arruina la obra. Parece que hubiera sido compuesta con el famoso número de oro [el número de Dios o el número áureo de la proporción divina] porque lo tiene todo. Es de una gran belleza y no solo en la Argentina sino en todo el mundo, su música cautiva y emociona.
–¿En dónde está puesto el mayor acento de ese cuidado?
–En la articulación de los vientos, sobre todo de los saxos. Cuando se toca tango con el saxo y se quiere emular la melodía del bandoneón, resulta de mal gusto. No queda bien, es estridente, suena a otra cosa. ¡El bandoneón es todo alma! y si de pronto lo tocás con el saxo y le ponés la misma impronta, suena raro. Lo que busco desde que arrancamos con Escalandrum en Piazzolla Plays Piazzolla allá por 2010 es hacer hincapié en que la articulación sea más jazzera que tanguera. Siempre cuidamos que la estridencia de los vientos no rompa el carácter de esta música y ahí logramos el equilibrio.
–Un punto clave: el color del bandoneón y la necesidad de repartir sus líneas en un nuevo juego tímbrico según los instrumentos de los que dispone la formación.
–Con Escalandrum quedó superada esa cuestión de “Piazzolla sin bandoneón”. Hace quince años que tocamos su música y la prueba de fuego la atravesamos desde el comienzo tocando en el Festival de Tango en presencia de todos los músicos que tocaron con mi abuelo sentados en primera fila. Fue terrible y a todos les gustó. Con ese disco ganamos el Gardel de Oro y fue un reconocimiento importante. Valoro sin embargo los grupos que tocan con bandoneón porque considero que es lo característico y esa manera de tocar hay que sostenerla y cultivarla. Nosotros tomamos sus líneas con los tres vientos, tenemos el clarinete bajo que para mí es un color muy porteño porque hay algo ahí que conecta con la sonoridad de Buenos Aires. Los dos saxos de tesitura más oscura que brillante, con buen sonido y afinación. Entre ellos se complementan muy bien. También están las partes de violín y los contra-cantos que los vamos repartiendo equilibradamente, procurando no tapar la melodía, que se escuchen a nivel, sin opacar la voz principal porque hay de todo en esta música.
–Otro gran tema que mencionaste: “Años de soledad”. Cuenta en una carta cómo le pesaba la soledad en Italia.
–Le afectaba muchísimo. En esa época lo llamó a mi papá para que lo acompañe. “¡Estoy aburrido, no puedo más!” le decía. Mi abuelo nació en Mar del Plata, creció en Nueva York y tocó en las grandes orquestas de tango, en la mejor de todas, la de Aníbal Troilo donde era arreglador con solo 19 años. Pero creo que el tanguero, el tipo porteño es nostálgico por naturaleza. Y Astor supo expresar esa nostalgia de manera magistral.
–¿Por qué el Teatro Colón y cómo se siente Escalandrum en el gran escenario de la lírica?
–¡El Colón es donde mejor sonamos! Me siento feliz en este escenario. Tocamos varias veces incluso el 11 de marzo de 2021 en el que sería el 100º aniversario del nacimiento de Astor. Ahora el teatro nos convocó sabiendo que Escalandrum cumple 25 años y por ese aniversario nos encargó tomar los dos discos y presentarlos de la manera más original posible.
–¿Cómo imaginás a tu abuelo escuchando este tributo? ¿Qué te dio más allá de la música?
–Creo que estaría contento porque lo hacemos a nuestra manera y él festejaba eso. Apreciaba que interpretaran su música. Cuando había bandoneón sí era más crítico, pero no es nuestro caso. Extraño sus conversaciones sobre la música, cómo estudiar, qué escuchar. Era un abuelo cariñoso a pesar de que le gustaba hacer bromas pesadas y lo veía poco porque hacía 300 conciertos al año en el exterior. Al ser baterista me recomendaba que escuche jazz, la música con la cual se inventó el instrumento; que trate de ser creativo, que no me repita y que haga la música que me gusta; que no me quede cómodo en un lugar, que busque cosas nuevas. Él me regaló mi primera batería, pero desafortunadamente nunca me vio tocar. Se enfermó cuando yo tenía 18 años y fue algo tremendo. Estuvo casi dos años internado. Cuando llegaba a visitarlo, me veía y empezaba a hacer ritmos en la baranda de su camilla. No sé si eso era una buena o una mala señal de que estaba consciente de su tremendo estado, de un final doloroso que no se merecía.
Sí en cambio el tributo que se merece de una ciudad que lo recuerda. “Tengo una ilusión –revelaba Astor en la primera frase de sus memorias–: que mi música se escuche en el año 2020 y también en el 3000″, expresando, poco antes de su muerte, el anhelo con el que sueña todo artista: la inmortalidad de su obra. Esa suerte de inmortalidad que hoy, a través de su nieto y Escalandrum, convoca a celebrar esa vocación de trascendencia en los valores universales de su música.
Piazzolla 74, Concierto homenaje 50º aniversario. Por Escalandrum. Única función: lunes 21 a las 19.30. Teatro Colón, Libertad 621