Piru Urquijo o cuando lo clásico se convierte en rabiosamente moderno

HO+ Piru Urquijo
Sobre estas líneas, Piru Urquijo

Dirán que no es elegante ni educado, pero la edad de Piru Urquijo es fundamental para entender que lo de esta señora, en cuestión de estilo, es de otra galaxia. Por adelantada a las tendencias, por arriesgada, por intrépida, por avant garde, por inconformista, por elegante fuera de la norma y por ser, ante todo, una fashion icon casi-casi recién descubierta cuando ya atesora las 90 primaveras. Porque ¿Se acuerdan ustedes de Iris Apfel? ¿De la famosa reina de la Fith Avenue, con sus inmensas gafas de pasta redonda y sus impresionantes 'lookazos' en los que combinaba bisutería de mercadillo con orfebrería y jaspes balineses, alta costura y abrigos de plumas o piel de cabra afgana?

Pues Piru logra estrictamente lo mismo pero sin echar mano de la miopía, de lo estrafalario, de lo disruptivo o de lo imposible para salirse de la regla. Ella no hace eso. Piru jamás roza la caricatura. Pero tampoco lo extravagante ni lo irreverente. Y, sin embargo, su impacto, atrevido y desenfadado en el uso del color y de los complementos, la convierten en una rara —y bella— avis. De la alta sociedad y no solo. Y de la pasarela de salón y, (apunten) de la street fashion. 

HO+ Piru Urquijo
Sobre estas líneas, Piru Urquijo

Porque lo otro, lo de 'despuntar' al precio que sea no está en su brújula. Ni tan siquiera en su pensamiento. Y ni muchísimo menos, forma parte de su pretensión a la hora de abordar un outfit. Su armario no es un infinitum de piezas imponibles, sino que más bien responde a esenciales de calidad y diseño que podría compartir con otras Señoras como Dios manda. Su arte está en la elección y en la combinación. De ahí, su valentía y la importancia del riesgo que acomete. A ella no le hace falta una capa de plumas de pato con puntas doradas y botas Yves Saint Laurent en satén fucsia hasta el muslo tal y como hacía Iris y que, por otro lado, era connatural a su esencia, deshinibida y desprejuiciada. Diríamos que Piru hace más con menos alarde. Con unos zapatos bicolor de chanel y un look en los mismos tonos es una explosión chic en las frialdad de las grises calles de granito madrileño. Imposible pasar desapercibida. Máxime en estos tiempos en los que la elegancia -y la 'finura'- se han confundido con el marrón chocolate.

Apúntense esto: si la moda es actitud, la de Piru Urquijo es mucho más interesante que la del 99% de las influencers de 20 años (o más).

Como Iris, Piru es delgadísima, de estructura pequeña, y casi frágil, pero con cada uno de sus looks consigue tener, al igual que la americana, una presencia imponente. Sin embargo, a diferencia de la matrona neoyorquina, ella no ha elegido ni una coiffeur rala ni un color níveo como el algodón para su cabellera por ejemplo. Ella, muy al estilo madrileño, prefiere el cabello esponjado. Perdón, extra esponjado (muy por encima de lo que, por la regla de las proporciones, le debía corresponder); hueco, pero no compacto;  y con un tono castaño claro rojizo, ficticiamente favorecedor como el de las grandes divas de la escena, porque ese tono, bajo las luces frías o cálidas siempre favorece a la piel. Otro aspecto que en otra mujer sería delicado de tratar, pero que Piru aborda con ardices sublimes. Es un sí al maquillaje. Lo que conlleva un sí al colorete, un sí a la sombra de ojos nacarada y un sí al lipstick. Todo es un sí, pero con un ligero empolvado.

Esta semana, volvíamos a verla en las páginas satinadas de ¡HOLA! como un epítome de la elegancia “alternativa”, pero posible. Les contamos. Alternativa no porque no vaya vestida de acuerdo a su edad, o con prendas extrañas o de firmas de diseñadores emergentes que necesiten de una adaptación de la sociedad a sus nuevas estéticas o con hechuras y colores que no favorezcan. En absoluto. Todo lo que lleva es posible. Un Chanel en sentido estricto (y no hace falta que acudan a la Maison de Rue de Cambon para conseguirlo, ya saben, para lograr el efecto) “blanco tecla de piano” y negro. Pitillo sastre, maglione y collar de varias vueltas, como los que usaba la reina del double tweed… Pero ese mismo outfit, en otra señora, perdonen la ordinariez, pero le quedaría igual que a “un Cristo, dos pistolas”. A ella, no. Ella tiene un charme único, de otro tiempo. Cuando, además, es capaz de ser rabiosamente actual: ¿Dos lazos coquette para recoger las maxi mangas? ¿Maxi pulseras de inspiración centroafricana en las mini muñecas? Piru, tú eres mucho.

HO+ Piru Urquijo
HO+ Piru Urquijo

Pero esto no es un unicum. Cada salida de Piru es una ensoñación. Y no, ella no se hace selfies —aunque debería— ni Get ready with me —que también— para hacerse la foto y ya, la abuela paterna de Teresita Urquijo, consigue arrebatarle los focos a otras mujeres muchísimo más jóvenes o -más destapadas- que ella, sin ella proponérselo y sin que tampoco el fotógrafo intelectualizar el por qué. Ya les decimos un motivo: su singularidad y especificidad. Porque con los 90 sobrevolando su testa coronada, mantiene intacto ese halo de Gran Dama de la Gran Manzana (o de la almendra central). O lo que era lo mismo, de gran mujer detrás de un gran hombre (cuando les llevaban varios pasos por delante) cuya misión era hacerlo aún más poderoso en pro, también, de España. Un cisne, al estilo de Marella Agnelli (vale, era princesa) del que Capote también se habría enamorado hasta el tuétano porque, además, por historia y nobleza, lo de Piru iba mucho más allá de los avatares de la CBS o de la cerveza de Malta.

Con Jaime Urquijo, como vicepresidente de Tabacalera, Piru hizo innumerables viajes y de ellos, como hacía Iris, se impregnó culturalmente y llenó su vestidor. De ahí sus incursiones con el patchwork, como el Yves Saint Laurent de la colección “Dreams of the Orient”, que lució en los Molinillos en una celebración familiar que, para algo, es una de las pocas españolas que compran “Haute Couture”. Porque es una gran amante del orientalismo/etnicismo como fuimos también conscientes en la boda de su nieta con el alcalde de Madrid, con un importante gabán como los que cosía el gran Fortuny con damascos venecianos, muy al estilo también de sus toreritas de La GarÇonne, que combina con collares de ámbar ruso.

piru urquijo
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Piru Urquijo en la boda de su nieta
Piru Urquijo en la boda de su nieta

A ver, que no es que le haya dado por la combinación de patterns, eso que tanto criticaba Karl Lagerfeld, sino que también apuesta por algo tan tendencia como el color block. Acuérdense del “total look” coral subido, con falda tubo y en seda salvaje, de la boda de los Duques de Huéscar y no, no hay nada más luxury silencioso…. Ahora, Piru no es de lujo con adjetivos. Es lujo, fin. Y si es con alaracas, pues mejor. Tanto Iris como ella jamás entendieron eso de que lo menos es más. Lo más es más siempre. De ahí, su derroche de pieles y de complementos. Brazaletes de baquelita, capas con ribetes de zorro rojo, sedas japonesas con estampados Kyoto y, por qué no, una maxi gorra transparente al estilo Courreges para proteger su cardado de las inclemencias del tiempo.

En 2005, la Apfel tuvo su propia exposición en el Met, 'Rara Avis' se titulaba, un recorrido por su vida y legado (muy irreverente por cierto) que reunía 83 conjuntos y más de 300 accesorios en el que cabía incluso un traje de viaje con estampado de tigre diseñado por ella misma: un abrigo de cordero mongol y ardilla para Fendi expuesto en un maniquí que se arrastraba desde un iglú.

“Esta no es una colección”, dijo Apfel en su momento. “Es un asalto a mi armario”. Desde aquí hacemos dos peticiones: al Museo del Traje y a la propia Piru, ese vestidor pide a gritos una antología.

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