Planes en la comarca de Matarraña que no son los que te imaginas
Seguir los pasos de Vargas Llosa por Calaceite
Parece mentira que este apartado territorio aragonés y, en concreto, el pueblo de Calaceite se convirtiera en la capital rural del boom latinoamericano, pero así fue. Gabriel García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Cortázar fueron algunos de los grandes escritores que acudían con más o menos periodicidad a este remanso que les resultaba exótico, precisamente, por su aislamiento y la esencia y pureza de una España rural que desconocían. Para seguir sus pasos hay que comenzar en la calle Ruda, donde estaba la casa de José Donoso.
Contemplar el atardecer en La Fresneda
Es uno de los cinco conjuntos históricos de Matarraña, lo que da idea de que son muchos sus atractivos de este pequeño pueblo que no llega a los 400 habitantes, pero si quieres disfrutar de algo especial sube al cerro de Santa Bárbara, en una colina paralela al antiguo castillo. En él, además de contemplar el antiquísimo grabado del primer 'fresnedino', asistirás a un atardecer otoñal mágico desde la ermita que está en lo alto.
Conocer la llamada Petra de Teruel
Así es como se conoce al apartado santuario de Nuestra Señora de la Virgen de Gracia de La Fresneda. En realidad, una ruina invadida por la vegetación que fue habitada por los monjes Mínimos, que, por sus imponentes dimensiones, se compara con las de la antigua ciudad nabatea de Petra. La fachada, que aún se conserva en pie, de sillares de piedra caliza de tonos ocres y rojizos, recuerda a la del célebre Tesoro de Petra.
Dormir y comer en un molino de papel
Nueve fábricas de papel levantadas a orillas del río Matarraña, que por aquí llaman molinos, llegó a tener Beceite, de donde salió papel utilizado para que Goya estampara sus grabados y Heraclio Fournier sus naipes. Una de ellas ha sido rehabilitada con gusto y estilo y ahora vive nuevos tiempos como La Fábrica de Solfa (fabricadesolfa.com, un precioso hotel de solo 8 habitaciones y un restaurante que ofrece platos tradicionales reinventados donde pasar unos días de slow travel.
Ver ciervos y toros prehistóricos
Son numerosas las huellas íberas que puedes descubrir en este entorno turolense, empezando por el poblado de San Antonio de Calaceite, pero antes que ellos, los hombres prehistóricos se asentaron en el lugar y dejaron muestras de su arte. Las figuras de ciervos y toros de La Fenellosa, pintadas en los roquedos del Parrizal de Beceite, forman parte del Arte Rupestre Levantino y la Unesco las ha incluido en su lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Hacer una cata de aceite… y de vino
Matarraña es tierra de olivos, ahí está su apodo de la Toscana turolense para confirmarlo, y nada mejor que explorar este mundo con una cata guiada de aceite. La cuarta generación de la familia de Mas dels Castellans (masdelscastellans.es) ofrece esta actividad en su olivar de Calaceite, donde crece una variedad autóctona de la comarca: el empeltre. La cata se puede complementar con un paseo por el olivar o una ruta en segway. Si prefieres cata de vino, reserva en la bodega Mas de Torubio (masdetorubio.com) de Cretas, donde han recuperado una variedad local: la garnacha peluda, de la que se obtiene un vino joven, ligero y refrescante.
Excavar dinosaurios
Con niños, un plan de lo más divertido será pasar por Peñarroya de Tastavins y en Inhóspitak, una de las sedes del parque turolense Dinópolis, aprender todo sobre los dinosaurios que habitaron estas tierras. Aquí veréis los huesos originales de Tastavinsaurus sanzi y su réplica a tamaño natural, que alcanza los ¡17 metros de longitud! Entrada desde 4,50 €.