Por qué ver 'El dilema de las redes' es lo mejor que puedes hacer por ti (y por tus hijos)

El documental de Netflix ahonda en los preocupantes problemas que asocian estas plataformas de la mano de sus extrabajadores.

Escena de 'El dilema de las redes', disponible en Netflix. Foto: EFE/Netflix
Escena de 'El dilema de las redes', disponible en Netflix. Foto: EFE/Netflix

‘El dilema de las redes’ (‘The social dilemma’, en inglés) es de esos documentales capaces de remover conciencias o, como mínimo, dejarte con una sensación de inquietud que no tiene por qué generar ningún cambio, pero ahí queda la semilla. No importa si las partes escenificadas se exageran o si la intencionalidad está excesivamente guionizada. Lo cierto es que, como punto de partida, es un buen producto para replantearse el uso que le damos a las redes sociales y, más aún, el uso que estas (o sus responsables) hacen de nosotros.

“Solo hay dos industrias en el mundo que llaman a sus clientes usuarios: la de las drogas ilegales y la del software”, reza una de las frases más llamativas que se recogen en ‘El dilema de las redes sociales’, estrenado en 2020 en el Festival de Cine de Sundance, en Estados Unidos, y disponible en Netflix. Un paralelismo con el que el documental dirigido por Jeff Orlowski se sumerge en los peligros del uso excesivo de estas plataformas a las que cedemos la totalidad de nuestros datos y la singularidad de nuestras vidas. Que lo saben todo acerca de nosotros, no es nada nuevo. El problema es todo lo que esa información, a priori, inocente que ponemos a su alcance se emplea con el objetivo de guiar nuestro actuar y, en el peor de los casos, resquebrajar el entramado social. Somos partícipes del juego del capitalismo económico más despótico, pero ni siquiera nos damos cuenta de hasta qué punto siniestro eso es así. Somos el producto a la venta, nuestra atención lo es.

La información es poder y como tal, se vende al mejor postor. Plataformas como Youtube, Instagram, Twitter, Pinterest o Facebook quieren que pasemos más y más tiempo frente a la pantalla porque es ahí donde radica su negocio. Nosotros somos el negocio: los millones de datos de personas que las redes sociales acumulan diariamente y en tiempo real y que, perfilados, son moneda de cambio para los anunciantes que los compran. Entidades que toman la forma de empresas, organizaciones, partidos políticos, lobbies, etc., etc., etc. “Cada acción que uno realiza es vigilada y registrada. Todo. Exactamente qué imagen se mira, cuánto tiempo…”, explica Jeff Seibert, exejecutivo de Twitter, actual X, en el documental. El éxito de esta transacción se mide en compras, en visualizaciones, en audiencia, en el refuerzo de la ideología o su radicalización. Y esto último es lo verdaderamente preocupante, como denuncia ‘El dilema de las redes’ en palabras de sus extrabajadores.

“Imagina por un segundo que Wikipedia dice: ‘Vamos a dar a cada persona una definición diferente y nos pagarán por eso’. Wikipedia te espiará y calculará qué puede hacer para que esa persona cambie por algún interés comercial. Y luego cambiará la entrada. ¿Te lo imaginas?”, señala Jaron Lanier, pionero en la realidad virtual y una de las voces más autorizadas para hablar de los peligros que se traducen de lo que él denomina “totalitarismo cibernético”. Es decir, la capacidad de las máquinas de, algún día si no es ya, generar un entramado capaz de “proclamar el camino único y totalmente completo a la comprensión de la vida y la realidad”.

Y en este camino hacia la polarización y el pensamiento único, las redes sociales tienen su cuota de culpa. Nosotros no hacemos otra cosa que alimentar su algoritmo con datos y más datos que ponemos a su disposición sin cuestionarnos la auténtica finalidad de su uso ni el cómo están manipulando nuestra forma de consumir la realidad, primero, y de actuar después. En un mundo en el que contrastar es cada vez más complicado y el refuerzo es parte indivisible del uso de las redes sociales, nos estamos convirtiendo en portadores de verdades axiomáticas, como si ahí fuera no hubiera todo un contexto de certezas alternativas.

De acuerdo con la última radiografía del uso de las redes sociales en México, 90,2 millones de personas emplean plataformas digitales de forma habitual, lo que equivale al 70% de la población. Esto supone cantidades ingentes de información cedida, tiempo empleado y atención, mucha atención desatendida. ‘El dilema de las redes’, en el que se mezclan entrevistas con escenas dramatizadas, no pretende condenar el uso de estas plataformas en toda su magnitud, sino dar luz sobre su uso responsable. Un último apunte: cuando les preguntan a los extrabajadores de las principales redes sociales que gobiernan el mundo si dejan que sus hijos las usen, la respuesta es unánime: no a edades tempranas y sí con limitaciones cuando los menores son adolescentes y ya no hay forma humana de mantenerlos fuera de la burbuja digital.

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