El príncipe Eduardo siembra la polémica con su negativa a estrecharle la mano al público

El príncipe Eduardo, conde de Wessex credit:Bang Showbiz
El príncipe Eduardo, conde de Wessex credit:Bang Showbiz

Los condes de Wessex, el príncipe Eduardo y su esposa Sophie, sorprendieron gratamente al público congregado este sábado en las inmediaciones del palacio de Buckingham para poder ver en primera fila el cortejo fúnebre de Isabel II, quien ha sido formalmente despedida este lunes con la celebración de un solemne funeral de estado, a su paso por la avenida conocida como The Mall.

El hijo menor de la fallecida soberana quiso agradecer personalmente a los ciudadanos su paciencia y todo el cariño exhibido desde que se anunciara el deceso de la monarca el pasado 8 de septiembre. Al igual que otros miembros del clan Windsor, como el propio rey Carlos y la reina consorte Camilla, Eduardo y Sophie salieron del palacio de Buckingham sin previo aviso para deleite de la multitud, que no tardó en celebrar la llegada de la pareja y extender sus manos para poder ofrecerles debidamente el pésame.

Sin embargo, Eduardo se negó a estrechar manos al tiempo que hablaba animadamente con los presentes sobre el legado de su madre y la admiración que le profesa toda la nación. Esa negativa a tocar directamente al público contrastó notablemente con su carácter cercano y sencillo, por lo que no faltaron las personas que le preguntaron sin miramientos sobre las razones de su llamativa decisión.

El príncipe se excusó con un argumento ligado al agravio comparativo. Bajo su punto de vista, uno o varios apretones de manos le obligarían a saludar de la misma forma a todos los ciudadanos que se concentraban en los alrededores del paseo, aunque ese no ha sido ni mucho menos el caso de su regio hermano o de los hijos de este, Guillermo y Harry. Lo cierto es que todos los miembros de la casa real, incluidos la princesa Ana y los duques de Sussex, se han ofrecido con gusto a estrechar las manos del pueblo e incluso han dado algún que otro abrazo, aunque lógicamente no pueden satisfacer a todo el mundo por igual.