Primavera Sound Madrid: Rosalía ya está lista para disputarle el trono a Miley Cyrus, pero también para tomarse un respiro
MADRID.- “Tengo el talento de hacer que lo que me imaginé, se dé”, canta Rosalía en “Tuya”, su nueva canción. Pura verdad, dicho sin fanfarronerías. Pura confesión. Como la que lanza en escena en el momento de máxima adrenalina de la primera vez de Primavera Sound Madrid, el festival creado en Barcelona que tendrá su próxima parada en Buenos Aires, el 25 y 26 de noviembre.
Cuenta que su abuelo solía decirle, cuando ella era muy chica, “qué triste la vida del artista”. Lo dice en catalán y la sonrisa con sabor a recuerdo entrañable de pronto cede a otra emoción, la de las lágrimas que intenta en vano contener. “Lo tomé como una premonición o algo así. Yo no sabía que me iba a dedicar a esto... No creo que la vida del artista sea triste, pero una ya siente el peso. Es un año y medio de gira. Echo de menos a amigos, pareja, familia”.
De los gritos impacientes previos a su salida y la efervescencia de la mayor parte de las casi 50.000 personas que poblaron la Ciudad del Rock de Arganda del Rey (a casi 30 kilómetros de Madrid), en unos pocos minutos Rosalía provocó que su público la aplaudiera como intento de contención. El regreso al pago le provocó sentimientos diversos y dejó al descubierto su estado de situación. “Es una reina” es la frase que más se escucha y claro que lo es. O la princesa del pop hispanoparlante que le disputa el hipotético trono global a Miley Cyrus. Las dos talentosas, las dos queribles. Las dos vulnerables.
En 18 meses de gira, la “Motomami” pasó dos veces por Buenos Aires, en agosto pasado por el Movistar Arena y en marzo último por Lollapalooza. También pasó un par de veces por las ciudades más grandes de España, desde “su” Barcelona, a donde regresó una semana atrás a esta nueva ocasión en Madrid, en ambos casos como plato fuerte de Primavera Sound. Solo los tenistas profesionales deben tener tantas millas como ella en ese período. Por eso debemos escucharla a Rosalía. Puede que sea un pedido de descanso, puede que sea un mensaje también para su entorno.
El show estuvo a la altura de lo que ya vimos en suelo porteño, vale aclararlo, pero es verdad que lo que impacta la primera vez difícilmente pueda generar la misma sensación si se repite. El show de Rosalía está milimétricamente diseñado, hasta el momento en el que ella corre a empaparse con una botella de agua. Y el más mínimo “error” puede robarle una sonrisa a la artista, solo por el hecho de sacarla de lo pactado. “Hace un año y medio que estoy de gira y es la primera vez que me pasa. Se me mojaron los in ear (auriculares). A ver si me electrocuto”.
El público canta, baila, celebra sus canciones, hits de este tiempo que la llevaron del pop aflamencado a la música urbana más refinada, personal e inclasificable. Pero la gente también sabe qué canción es la siguiente. Ahí es cuando se le vuelve complicado a Rosalía: una cosa es la competencia hipotética y juguetona con otra artista y otra muy distinta la competencia con ella misma.
Perreo, noise, guitarras chirriantes y los ídolos menos esperados
Un festival de música no es un mero entretenimiento. Y si no quédense a ver completo un set de Villano Antillano. Ella canta, baila, invita al perreo y en un descanso declara: “Por mucho tiempo se nos impidió el espacio y ahora lo hacemos en el mismo lugar que ustedes”. La artista trans provoca una ovación, igual que cuando más tarde se refiere a los cánticos y expresiones racistas que recibe regularmente en España Vinicius Junior, el jugador brasileño de Real Madrid. “Mirar pa’l lado y quedarse callado es igual de malo. Alza la voz”, promueve.
La Ciudad del Rock de Arganda del Rey es un predio ideal para los festivales de música como Primavera Sound. Su diseño circular es facilita moverse de un lugar a otro. Es una especie de sol como lo dibujábamos cuando éramos chicos: de su centro salen disparados los rayos en todas las direcciones y éstos terminan ahí donde nacen los escenarios.
Si Villano Antillano pone a todos a bailar con el reggaetón como bandera, en otro tablado Sevdaliza sorprende con el costado más experimental e intimista del dance. La artista iraní radicada en Países Bajos logra con suma facilidad despabilar a la gente, ponerla en acción. Pero no es lo que más la divierte: prefiere desafiarla con ritmos sincopados, con quiebres, con un viaje tan atípico como el que carga su historia.
Lo suyo no llega a ser noise como sí lo es el proyecto de Julian Casablancas, The Voidz. Hace una década que el cantante de The Strokes creó esta banda para descomprimir, para separarse un tiempo (largo, corto, lo que deba ser) de los muchachos con los que creció y se volvió casi de la noche a la mañana en la nueva gran cosa del rock neoyorquino. Y si hay una constante en los shows de esta banda es la alegría de su líder. Lo vimos años atrás con este proyecto en Buenos Aires, algo perdido, tal vez lidiando con algunos fantasmas. Pero ahora es otro cantar: lanza comentarios que ni el mismo entiende, como siempre, pero su actitud y su lenguaje corporal transmiten seguridad.
The Voidz es una marea de ruidos, pero con la capacidad de golpearnos de repente con una melodía tan sencilla como efectiva, de esas que acarician.
¿Dónde va toda esa gente? Aun falta bastante para el show de Rosalía y una buena porción del público aprovecha para ir en dirección contraria al escenario donde más tarde cantará la catalana. Van en busca de esa rara avis que es Maneskin, la banda italiana de rock que primero ganó Eurovisión y que después se ganó la credibilidad de las audiencias europeas y americanas con su set adenalínico y una fórmula de manual: dar la vida en el escenario y transpirar más que la gente que está del otro lado.
Calvin Harris es una antesala de lujo para la “Motomami”. Deja la zona bien caliente, predispuesta para el gran final. En las pantallas laterales ya se habla de una preventa para la próxima edición que se lanzará en un mes y en el local de un sponsor se invita a bailar libremente a cambio de participar de un sorteo gratuito para ganarse pases VIP. La rueda mágica de los festivales nunca se detiene. Próxima parada: Buenos Aires.