La infeliz vida de la princesa Margarita por su amor prohibido
La vida en la Familia Real tiene sus ventajas, sin embargo en casos como el de la princesa Margarita también se paga un alto precio por pertenecer a la saga ‘royal’ de Isabel II. La relación entre Margarita y su hermana Isabel siempre fue buena, sin embargo hubo un punto de inflexión que hizo que las cosas jamás volvieran a ser iguales.
Margarita vivió de todo en su vida, desde alcoholismo a maltrato, pasando por la depresión, la traición de su propio hijo y una hermana que, atareada con sus quehaceres de la corona, no tenía tiempo para ocuparse de la salud mental de ella aunque siempre intentó protegerla.
Todo esto le pasó factura a la ‘royal’ que terminó muriendo con un gran sentimiento de angustia y soledad, sin apetito alguno y con el corazón roto por una decisión que jamás pudo perdonar, la prohibición de Isabel II y la Iglesia para que se casara con el hombre de su vida.
La hija menor del rey Jorge VI nació en Escocia en 1930 y, como no, tenía el tratamiento de alteza real y princesa del Reino Unido desde la cuna. Cuando Margarita tenía 20 años se enamoró locamente de un capitán, ayudante de su padre, llamado Peter Townsend, él era un hombre de plena confianza del rey y además un auténtico héroe en el terreno bélico.
Margarita perdió la cabeza por Peter casi de inmediato pero su familia no lo toleraba, ella era 16 años menor que él y, peor todavía, él ya tenía una esposa. Con el tiempo ese sentimiento fue creciendo y Townsend se divorció, la princesa vio entonces la oportunidad de oro para compartir su vida junto a él.
Un gesto sutil de cariño de Peter a Margarita en un acto público fue recogido por la prensa y la monarca, con total apoyo de la Iglesia, dijo hasta aquí. Isabel II es Jefa de los Anglicanos y en su estricta ideología aquello era inconcebible así que Margarita tuvo que anteponer a la fuerza su vida institucional a su vida personal.
El dolor fue infinito, Margarita tuvo que seguir con su vida que para ella era un sinsentido y, además, poner buena cara debido a su condición de princesa. Eso sí, en su foro interno aseguran que enloqueció cuando Peter rehizo su vida comprometiéndose con una chica joven, de 19 años, de origen belga. Fue tal la humillación que sintió que corrió a casarse de inmediato intentando ocupar ese hueco en su corazón.
Rebelde como ninguna, siete años después de la negativa de la Iglesia a su enlace con Peter, se acabaría casando con el célebre fotógrafo de la alta sociedad Anthony Armstrong-Jones, que era un plebeyo. Fue la primera de la familia real británica en romper una norma tan arraigada pero no estaba dispuesta a perder el tren dos veces por protocolo injustos.
‘Infobae’ recoge que Isabel II se sentía un poco culpable debido a la historia de amor fallida de su hermana y, como el fotógrafo era querido por la familia, aunque no fuera de ‘sangre azul’ no podían prohibirle una segunda vez que fuese feliz.
Sin embargo la felicidad le duró poco a la princesa y es que a los pocos años empezaron los malos tratos. Según el citado medio “Anthony tomó por costumbre dejar a su mujer notas, con insultos desagradables y denigrantes, en los cajones o entre las hojas de las revistas de moda”, hay que ser retorcido.
Margarita terminó sin autoestima y se tiró al tabaco, al alcohol y a las drogas. Fumaba más de 50 cigarrillos al día y eso terminó obligándola a operarse para extraer parte de su dañado pulmón. En cuanto a la bebida, el medio recoge que antes de mediodía ya había bebido vodka y media botella de vino. La marihuana y el popper también eran su rutina.
Todas estas desgracias sumadas a las infidelidades y a la alocada vida sexual que llevaba su marido la llevaron al límite y ella empezó a hacer lo mismo como venganza. Tras años de tormento llegó su último amor duradero, un jardinero 17 años más joven que ella quien consiguió hacerla feliz en 1973.
No fue hasta 1978 que Margarita y Anthony se divorciaron siendo este el primer divorcio en la realeza desde 1540, que se dice pronto. Desde aquel momento Margarita tuvo varios amantes pero lo peor era su salud mental, la tristeza y la depresión se apoderaron de sus últimos años de vida en los que tampoco gozó de buena salud.
Margarita murió en Londres en 2002, con la mitad del cuerpo paralizado y con muy poca visión, usando silla de ruedas y con el anhelo de un amor que no pudo vivir en esta vida pero que quizá, si existiera otra, no volvería a dejar escapar, le pese a quien le pese.
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