La profunda tristeza de Andrea Politti al recordar a su padre Luis Politti

Andrea y el recuerdo de su padre, Luis Politti
Andrea y el recuerdo de su padre, Luis Politti

“Tengo recuerdos maravillosos con mi papá. Jugábamos mucho a la generala y yo siempre le ganaba. Fue un padre presente que me venía a buscar para pasear por los estudios de televisión, cine o teatro, según correspondía a lo que estuviera haciendo en ese momento. Eso me marcó profundamente porque amaba tanto la actuación que simplemente es lo más maravilloso que un padre te puede transmitir: hacer lo que amás con un profundo respeto y profesionalismo, pero no exento de disfrute”, se sincera la actriz Andrea Politti con LA NACION. Este año se cumplen 42 años de la muerte de su padre, el actor Luis Politti, y como cada 14 de julio ella no puede evitar una profunda tristeza.

Luis Politti nació en Mendoza el 8 de abril de 1933 y fue uno de los más destacados actores argentinos. Ya de chico supo cuál era su destino y mientras cursaba la escuela secundaria, estudiaba piano, trompeta y contrabajo en la Escuela de Música de la Universidad Nacional de Cuyo, donde además lo animaron a estudiar actuación. Debutó haciendo radionovelas, trabajó en circos e hizo títeres al tiempo que tomaba clases de teatro con Galina Tomalcheva e ingresaba a la Escuela Superior de Arte Escénico de la Universidad Nacional de Cuyo, donde estudió durante cuatro años. A principios de los 60 viajó a Buenos Aires con una beca del Fondo Nacional de las Artes y pronto hizo la obra El vicario, y tuvo su primer papel en televisión, en Las tres caras de Malvina, junto a Malvina Pastorino. Entre 1968 y 1973, integró el elenco estable del Teatro Municipal General San Martín, donde actuó en once obras, entre ellas varios clásicos, como Macbeth, de William Shakespeare y El círculo de tiza caucasiano, de Bertolt Brecht, con Norma Aleandro, Alejandra Boero, Onofre Lovero y un gran elenco. De ese momento, Andrea guarda un recuerdo especial. “Esa foto es sobre una obra en el teatro San Martín que me marcó profundamente. Todos los actores estaban maquillados con una base blanca y con labios muy rojos, lo que les daba un aspecto muy espectral. Y como buen actor, con papá llegábamos dos horas antes de que comenzara la función. Entonces empezaba el juego previo en el que yo me filtraba por los camarines y hablaba con todo el mundo para ver la obra “entre patas”, o sea de costadito y sin molestar a nadie. Sentía con mucha emoción ese momento mágico en el que el murmullo del público se va apagando y todos los actores están en silencio, muy serios y muy concentrados en sus personajes”.

Politti, en una obra en el teatro San Martín
Politti, en la obra El círculo de tiza caucasiano, que subió a escena en el teatro San Martín

Y agrega con nostalgia: “El círculo de tiza caucasiano es una obra muy intensa en la que mi papá estaba impresionante, tanto que en un momento yo me asusté creyéndome toda su actuación, profundamente dramática. Él se dio cuenta y en plena función de gritos desgarradores, me sonrió y guiñó un ojo sin que nadie se diera cuenta. No solo me estaba tranquilizando sino que también me estaba dando lecciones magistrales de teatro”.

Politti también dejó su huella en televisión con Rolando Rivas taxista, Yo compro esta mujer, Alguien como usted, Historia de medio pelo, El inglés de los güesos y Mundos opuestos. Andrea Politti recuerda los años en que todavía era una nena y su papá brillaba en Rolando Rivas. “Tengo recuerdos imborrables de su momento de máxima exposición con esta novela -se paraba el país para verla. Él hacía del padre de Soledad Silveyra y era muy malo, y recuerdo que la gente en la calle lo miraba mal y eso a mí me daba bronca porque no entendía nada, y él me explicaba que eso era justamente lo mejor que le podía pasar como actor, que la gente creyera su personaje”, dice sin disimular su orgullo.

En cine, el actor comenzó con pequeños personajes en Turismo de carretera y Ufa con el sexo, ambas dirigidas por Rodolfo Kuhn y Los traidores, de Raymundo Gleyzer, una película rodada en la clandestinidad, no estrenada comercialmente y por la que fue secuestrado y torturado durante la última dictadura y que luego motivó su exilio. Se destacó en films como Los siete locos y Boquitas pintadas, dirigidas por Leopoldo Torre Nilsson; Luces de mis zapatos, de Luis Puenzo; Los golpes bajos, de Mario Sábato; La tregua, de Sergio Renán; Los gauchos judíos, de Juan José Jusid, y por la que ganó el premio al mejor actor, otorgado por la Prensa Latina de Nueva York, La Raulito, dirigida por Lautaro Murúa; Solamente ella, de Lucas Demare. En 1976 filmó sus dos últimas películas en nuestro país: Tiempos duros para Drácula, de Jorge Darnell, que nunca se exhibió acá, pero sí en España, y No toquen a la nena, de Jusid, que se estrenó luego de una larga negociación con las autoridades responsables de la censura.

El exilio

El 21 de junio de 1976 Politti fue secuestrado y torturado durante treinta y seis horas por haber participado en la película Los traidores, en donde interpretó al general Lanusse. El director del film, Raymundo Gleyzer, todavía está desaparecido. Cuando fue liberado, Politti se exilió en México durante un año y luego viajó a España, en donde pudo volver a trabajar en cine, teatro y televisión. Filmó La escopeta nacional, de Luis García Berlanga; El corazón del bosque, de Manuel Gutiérrez Aragón; Dedicatoria, de Jaime Chávarri; El nido, de Jaime de Armiñan y Sus años dorados, de Emilio Martínez Lázaro.

En España también hizo televisión: Rosaura a las diez, Esta noche tampoco y Pigmalión, junto a Marilina Ross. Su única labor teatral fue en abril de 1980 con Motín de brujas, junto a Carmen Maura y María Paredes. Murió el 14 de julio de 1980. Y si bien la causa de muerte fue una hepatitis mal curada, sus allegados consideran que la tristeza influyó mucho en su partida, así lo sostuvo Norma Leandro tiempo atrás: “Sufrimos mucho el exilio, como Politti, Politti se murió allí [en referencia a España] de tristeza. Éramos muy amigos y Luis se nos murió de pena”. Tenía 47 años.

“Yo era muy chica y me enteré de su exilio de una forma muy extraña. Era el día del padre y él no llegaba. Fue una situación muy traumática. Por suerte, pude estar en España con él y siento que en esos meses fue el mejor padre del mundo. Se emocionó mucho cuando se enteró que yo iba a ser actriz. Se murió en 1980, en el exilio y no me pude despedir. Intuía que algo malo pasaba porque las cartas no llegaban. Llamé y me atendieron de la morgue. Ahí se me cayó el teléfono. Me llevó mucho tiempo superarlo. Cada vez que llega el 14 de julio siempre estoy triste, pero me pasa que haciendo teatro me encuentro con él”, se emociona Andrea Politti.

Fabián Stolovitzky escribió el libro Cadencias y otros cielos, una biografía sobre el actor en la que asegura que Luis Politti “no tenía políticamente una posición frontal. Era ante todo un artista apasionado por su oficio, y no parecían interesarle demasiado los laberintos de la política, pero estaba donde tenía que estar, acompañando los movimientos progresistas. El secuestro duró dos días, y durante ese lapso fue sometido a simulacros de fusilamiento. Una vez liberado, marchó al exilio, primero a México y después a España, donde su existencia no era precisamente alegre, como si la doble herida de esos años difíciles, la individual y la histórica, constituyera el papel más comprometedor e insoportable que nunca hubiera interpretado”.

Casado con Ana María Peña, Politti tuvo cuatro hijos: Sergio, Andrea, Carolina y Livia, todos dedicados a alguna rama del arte. Andrea, la más popular, lo recuerda así en la intimidad: “Era muy optimista y alegre. Le encantaba contarme historias de cosas que supuestamente le pasaban hasta que no podía más y se estallaba de risa viendo mi cara de horror porque me creía todo el cuento. Era muy culto, aunque ni siquiera había podido terminar la escuela en Mendoza, en donde vivía con mi abuela Santina, que era muy humilde y que para sobrevivir le lavaba la ropa a los curas a cambio de dejarla vivir con sus dos hijos en la iglesia. Yo tenía mucha química con mi padre, nos entendíamos con solo mirarnos”, asegura la actriz a LA NACION.