¿Qué pruebas acercan a los hermanos Menéndez a la libertad? Cuando la realidad supera a la ficción

Hermanos Menendez
(Getty Images)

Erik y Lyle Menéndez podrían estar cerca de salir de prisión, después de treinta y cinco años encarcelados por el asesinato a tiros de sus padres, José y Kitty Menéndez, el 20 de agosto de 1989. En aquella fecha, los parricidas tenían veintiún y diecinueve años, una vida en apariencia envidiable en la fabulosa residencia de los Menéndez, ubicada en una exclusiva zona de Beverly Hills. Sin embargo, dentro de los muros de esa mansión sucedieron una serie de hechos, todos ellos turbios y oscuros, que acabaron provocando un doble crimen que impactó como pocos a la sociedad estadounidense. En su día, su caso ocupó portadas, programas de televisión y miles de minutos en tertulias radiofónicas. Con los años, lejos de olvidarse este tema ha adquirido vigencia por, entre otros factores, la serie “Monstruos”, de Ryan Murphy, y el documental de Netflix "Los hermanos Menéndez", un relato de los trágicos hechos contado desde el punto de vista de Erik y Lyle, dos hombres marcados de por vida por sus actos, pero también por sus circunstancias.

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En este clima de interés por un antiguo caso, George Gascón, fiscal del distrito del condado de Los Ángeles, ha realizado una declaración que podría indicar que la revisión del caso se está, no solo realizando, sino que la balanza se inclina hacia una sentencia más magnánima, a la luz de las nuevas pruebas. George Gascón no cree que los hermanos Menéndez, si salen de la cárcel, supondrían un peligro para la sociedad. De hecho, ya hay fecha para una nueva audiencia: el 29 de noviembre.

El 8 de diciembre de 1992, cuando el gran jurado de Los Ángeles acusó a los hermanos Menéndez de asesinato en primer grado, quienes seguían, con cierto morboso interés, el caso se dividieron entre los que pensaban que la pena tenía que ser máxima, porque el motivo del crimen era económico –los jóvenes querían disfrutar de una cuantiosa herencia–; y quienes defendían que los muchachos habían realizado tamaña locura por el daño que su progenitor les había infringido desde niños y por la indiferencia de su madre ante su dolor. Muchos familiares de Erik y Lyle se han unido en una sola voz para pedir su liberación. Joan Vander Molen, una tía nonagenaria de los hermanos, ha declarado: “A medida que salían a la luz los detalles de los abusos sufridos por Lyle y Erik quedaba claro que sus acciones, aunque trágicas, eran la respuesta desesperada de dos niños que intentaban sobrevivir a la crueldad indescriptible de su padre”.

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Recientemente, ha aparecido una carta que Erik le escribió a finales de los ochenta a su primo, Andy Cano. En ella el niño relata un escalofriante capítulo delo que ocurría en esa residencia de los horrores que era su hogar: "He estado tratando de evitar a papá. Todavía está pasando, Andy, pero es peor para mí ahora. No puedo explicarlo. Tiene tanto sobrepeso que no soporto verlo. Nunca sé cuándo va a pasar y me está enloqueciendo […] Cada noche me quedo despierto pensando que va a entrar. Necesito sacar eso de mi mente". Por otro lado, el último testimonio de Roy Rosselló, uno de los integrantes de la famosa banda juvenil Menudo, acusando explícitamente a José Menéndez de pedofilia, ha impactado a la opinión pública. “Este es el hombre que me violó”, decía Rosselló señalando en una foto al padre de los hermanos Menéndez.

El impacto de la imagen

Si la serie “Monstruos” ya generó un nuevo debate público en torno a este tema–entre las reacciones las de los propios Erik y Lyle que se mostraron disgustados por la imagen que se ofrecía de ellos en la misma–, el documental antes citado vino a dar otra perspectiva de los hechos.

En los ochenta y en los noventa, cuando el tema estaba en pleno auge, muchos se decantaron por la versión de que los hermanos eran unos sádicos psicópatas, ansiosos de los más de catorce millones de dólares que recibirían en herencia. Sostenía esta visión la saña con la que ejecutaron a su madre quien, sobresaltada por el ruido la noche del crimen, salió de su habitación y recibió hasta nueve tiros en distintas partes de su cuerpo: una pierna, un brazo, el pecho, la cara y las rodillas. Frente a esta barbarie, en el documental de Netflix, grabado desde la cárcel de Richard J. Donovan, Erik, de cincuenta y seis años, afirma que “extraña muchísimo” a su madre y desmintió la versión de que no la querían: “Nada más alejado de la realidad […] Ojalá pudiera regresar el tiempo para hablar con ella. La abrazaría y le diría lo mucho que la quería y lo importante que era para mí que se sintiera feliz y orgullosa de tenerme como hijo”.

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En cuanto a la relación con su padre, Erik habló con un profundo dolor: “Cuando era niño, no lo veía solo como una figura masculina. Para mí, era como la versión moderna de un dios griego. Era alguien único, diferente a cualquier otra persona que hubiera conocido. Lo idolatraba y quería parecerme a él. Sin embargo, casi nunca fue un verdadero padre”. Cabe recordar que José Menéndez, interpretado por Javier Bardem en la serie, era uno de esos hombres hechos a sí mismos. Sus padres le enviaron de La Habana a Estados Unidos para estudiar. Y él, gracias a su fortaleza física y su pericia para la natación, se ganó una beca para la Universidad del Sur de Illinois. De ahí llegó a ser uno de los productores más poderosos de la industria del entretenimiento. Durante el juicio, varias personas declararon en torno al perfil psicológico de José Menéndez. Un subordinado de alto rango de Live Entertainment lo calificó como alguien “muy controlador” y que “infundía miedo”. Por su parte, el profesor de tenis de Erik y Lyle declaró que José Menéndez era “la persona más dura que él había conocido”.

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En 1990, Erik reveló durante una entrevista con Los Angeles Times: “Mi padre era muy perfeccionista. A veces era difícil para Erik y para mí. Tanto que no podía hacer nada lo suficientemente bien para él”.

Amor en prisión

Tras el “boom” tanto de la serie como del documental, se multiplicaron las voces que pedían una revisión del caso, para analizarlo desde la perspectiva de los abusos sexuales que los hermanos Menéndez reclaman haber sufrido de su padre. En esta línea, Kim Kardashian, defensora de la reforma penitenciaria, tomó su causa como propia y visibilizó aún más su caso y la necesidad de analizar de nuevo la sentencia. A principio de los noventa, la truculenta historia de los hermanos Menéndez ocupó miles de titulares y acaparó la atención de un público ávido por saber la verdad, no tanto de lo que había ocurrido, sino de los motivos que los llevaron a cometer semejante atrocidad.

Sin embargo, después de años de litigios, suspensiones de juicios, y vueltas a empezar, en 1996 se los condenó a cadena perpetua, sin posibilidad de libertad condicional. Desde entonces, pasaron al olvido, salvo en esporádicas situaciones como cuando se casaron. Tanto Lyle como Erik contrajeron matrimonio a pesar de su vida carcelaria. El primero fue Lyle, en 1996, con Anna Eriksson, una exmodelo que comenzó a escribirle cartas a prisión. Como el sistema penitenciario de California impide las visitas conyugales o la interacción con presos condenados de por vida, intentaron casarse antes de que se dictara la sentencia definitiva, pero no lo lograron. Finalmente lo hicieron a través de una conferencia telefónica. Una abogada, Leslie Abramson, colocó el anillo en el dedo de Anna en lugar de Lyle. Durante años se dudó de la validez de este matrimonio, que terminó en 2001, cuando Anna acusó a Lyle de haberle engañado con otras mujeres con quienes también intercambiaba cartas. En 2003, se casó por segunda vez con una amiga de la infancia, Rebecca Sneed. En esta ocasión, sí pudieron celebrar una íntima ceremonia en la prisión de Mule Creek y siguen juntos.

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Por su parte, Lyle lleva veinte años de matrimonio con Tammi Saccoman, a quien conoció estando en prisión, en 1997, y con quien se casó en 1999. Su historia de amor comenzó también por correspondencia: "Vi la carta de Tammi y sentí algo. Recibí miles de cartas, pero dejé de lado esta. Tuve una sensación y le respondí. Tammi y yo continuamos escribiéndonos. Disfrutaba escribiéndole. Fue una amistad lenta. Fue especial para mí porque no estaba asociada con el juicio ni con los medios de comunicación. Tammi era alguien que no estaba en medio de la locura", compartió en su día Lyle con People. Tammi escribió años después unas memorias Dijeron que nunca lo lograríamos: mi vida con Erik Menéndez. Tammi era madre, fruto de una relación previa, de Talia, una joven muy activa en redes sociales que se ha convertido en una de las defensoras más consistentes de los hermanos Menéndez y quien, a través de sus redes, expone la actualización del caso. Ante las últimas noticias, escribió: “Estoy rezando para que el fiscal y el juez tengan compasión no solo por lo que mi padre y mi tío sufrieron, sino también por el hecho de que todos nosotros, la familia, los queremos en casa”.