Psychedelic Furs y Jesus and Mary Chain le dieron nueva vida al post-punk de los '80

Hay quienes dicen que la fascinación por los ‘80 que se intensificó hace algunos años a través de actos musicales, películas y series de televisión ya pasó de moda, y que ahora, los chicos ‘que saben’ están pegados a los ‘90.

No les falta completamente razón; a fin de cuentas, hemos sido testigos del surgimiento de más de una banda local de adolescentes que se dedica a tocar ‘grunge’ o esa clase de rock alternativo que se impuso durante la misma década.

Pero los ‘80 no están muertos, ni mucho menos. Basta con ver el éxito que están teniendo los festivales protagonizados por artistas que tuvieron su mejor momento en esa época, empezando por el Cruel World, que se realiza desde el 2022 en los alrededores del Rose Bowl de Pasadena, y que convoca a enormes multitudes.

Y no se trata solo de nostalgia, porque la nostalgia sólo puede provenir de quien ya ha vivido algo, sino también de una admiración que proviene de las nuevas generaciones, como lo hemos podido apreciar en el citado festival y como lo notamos también durante un concierto angelino realizado el pasado fin de semana.

Nos referimos a la última fecha de la gira estadounidense conjunta de The Psychedelic Furs and The Jesus and Mary Chain, dos bandas afiliadas al post-punk que se estuvieron presentando juntas en varias ciudades de esta atribulada nación sin que una de ellas primara sobre la otra, es decir, cumpliendo cada una por su lado el papel de ‘headliner’ y disponiendo del mismo tiempo sobre la tarima, pese a que la primera ocupaba siempre el puesto central.

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No es extraño que así sea, ya que, además de ser la más conocida, PF (vamos, el nombre completo es muy largo) fue la que impuso la mayor cantidad de éxitos y la que sonó con mucho mayor frecuencia en las radios, incluyendo las de Latinoamérica, donde cuenta todavía con numerosos fans. Sería difícil imaginar a un seguidor del rock que no conociera estos temas, más allá de la rama en particular del género que sea su favorita.

En ese sentido, PF era también la propuesta más comercial de la noche, y algunas de sus intervenciones lo demostraron claramente. Pero descartar al grupo inglés como una simple máquina de ‘hits’ sería absolutamente incorrecto, porque, a lo largo de su larga carrera, iniciada en 1977, este ha lanzado canciones dueñas de una diversidad que supera ampliamente lo predecible.

Y quiso demostrarlo desde el inicio de la presentación, porque el primer corte que interpretó, “The Boy That Invented Rock & Roll”, proveniente de su álbum más reciente, “Made of Rain” (2020), es una pieza reflexiva que, sin dejar de lado las melodías que caracterizan al conjunto británico, resulta bastante más oscura y experimental de lo que se podría esperar.

Pero lo es incluso más “Wrong Train”, otra composición del mismo trabajo que se inscribe sin problemas entre lo mejor que ha creado el grupo, y que incursiona incluso en los terrenos del ‘shoegaze’ mientras le da al vocalista Richard Butler la posibilidad de mostrar las cualidades de una voz que, en este caso, recuerda más que nunca a la del gran David Bowie.

Más adelante, PF le dio riendo suelta a su faceta más punk con dos temas de su primera etapa, “Mr. Jones” y “Pulse”, cuando no se habían metido todavía de lleno en los terrenos del pop, aunque es necesario decir que “Pretty in Pink”, uno de sus temas más comerciales -que no faltó en el concierto, por supuesto- estuvo incluido en el mismo álbum que el segundo corte citado, “Talk Talk Talk” (1981).

Hablando de éxitos, no faltaron, claro está, “The Ghost in You”, enmarcado por el sonido distintivo de unos teclados de lo más ‘wave’; “Love My Way”, otro surco de medio tiempo con sintes abundantes; “Heartbreak Beat”, cuya excesiva introducción original fue debidamente moderada; y, ya para el cierre, “Heaven”, tan plácida y positiva como siempre.

Fuera de lo que tiene que ver con el repertorio, PF contó con un sonido absolutamente impecable, hasta el punto de que, a veces, parecía que uno estaba escuchando las grabaciones originales. Esta circunstancia le debe mucho al excelente estado en el que se encuentra la garganta de Richard Butler, quien es además un ‘frontman’ carismático y tremendamente expresivo.

Para ser claros, la banda mantiene únicamente en su formación actual a dos integrantes originales: el mismo Richard y su hermano Tim, quien, además de tocar el bajo, ha sido coautor de muchas de las canciones esenciales del combo. Lamentablemente, John Ashton, el guitarrista más emblemático del conjunto, no forma parte del mismo desde el 2018, aunque el formato de sexteto de este concierto -en el que incluyó al gran guitarrista Richard Fortus- no dejó nada que desear.

Los más oscuros 

Pese a la probada popularidad de PF, estaba claro que un considerable número de asistentes se encontraba ahí principalmente para ver a The Jesus and Mary Chain, que a lo largo de sus cuatro décadas de trayectoria, ha logrado mantener intacta su reputación como proveedora de sonidos interesantes. El combo escocés tiene incluso un álbum más reciente que PF, porque, en marzo de este año, publicó su octava producción inédita, “Glasgow Eyes”, que fue muy bien recibida por los fans y los críticos.

La placa llegó bien representada al YouTube Theater, también desde la apertura del set correspondiente, que se dio con la interpretación de “Jamcod”, un corte con fuertes toques electrónicos en el que, sin embargo, no faltan ni las cuotas necesarias de locura, ni los poderosos riffs de guitarra, cortesía del legendario William Reid, fundador de la banda y compositor principal de la misma al lado de su hermano Jim, quien toca varios instrumentos en las grabaciones pero que, en vivo, se limita al canto, y que mantiene intacta esa voz cálida y misteriosa que puede asumir a veces tonalidades ciertamente intensas.

Más adelante, se escuchó “Venal Joy”, procedente del mismo álbum, más acelerada pero igualmente intensa y más inclinada a esas exhibiciones de ‘shoegaze’ que resultan inevitables en una agrupación que ha sido catalogada como precursora del subgénero, pero que se expandieron mucho más en otros momentos, como cuando le tocó el turno a la clásica “Some Candy Talking”, cuya aparente dulzura se interrumpe de repente para darle paso a un saludable sesión de noise que remite inevitablemente a Velvet Underground.

Llegaron también a su tiempo los cortes más conocidos -porque no sabemos si llamarlos ‘hits’-, entre ellos, “Head On”, la accesible pero contundente pieza de fines de los ‘80 que fue retomada por los Pixies poco después; “All Things Pass”, que pese a su relativa novedad -se lanzó en el 2017-, tiene sabor a clásico; “Just Like Honey”, la inesperada balada dark de mediados de los ‘80 que, en esta ocasión, contó con la participación de Frankie Rose -quien fungió como telonera horas antes- en lugar de Hope Sandoval; y “Reverence”, la provocativa -y curiosamente bailable- composición de los ‘90 con la que se cerró la faena.

Acompañada por un vistoso juego de luces que le brindaba a todo una atmósfera sugestiva, JAMC no necesitó de mayores aspavientos ni artilugios escénicos para seducir a sus seguidores. De hecho, la mayor parte del set encontró a sus integrantes casi en penumbras o sumergidos en unos tonos rojizos que le daban un carácter irreal al asunto entero. Pero su música, respaldada igualmente por condiciones inmejorables de sonido, no necesitaba realmente de adornos para entusiasmar a los entendidos en la materia.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.