Ha llegado la hora de prohibir la venta de purpurina
Sostiene el adagio popular, acertadamente, que no es oro todo lo que reluce. A menudo las cosas que creíamos preciosas son en realidad un “bluf”. El dicho es conocido en todas las culturas, y de hecho los anglosajones tienen un refrán exactamente igual: “not all that glitters is gold”.
¿Sabíais que los ingleses llaman “glitter” a la purpurina? Cualquiera que haya estado en Reino Unido en navidades, se encontrará con toneladas de este polvo brillante (compuesto por una combinación de aluminio y microplásticos) por doquier. De hecho, si se la mezcla con adhesivo, encontraréis purpurina en multitud de adornos de navidad, tarjetas de felicitación, envoltorios de todo tipo, zapatos infantiles, disfraces, ropa, etc.
Es cierto, algunos británicos tienen un punto kitsch navideño que hace que se vuelvan locos por el brilli-brilli, supongo que forma parte del mismo espíritu hortera que les lleva a combinar sandalias y calcetines, pero esa es otra historia. Hoy voy a centrarme en la purpurina, un producto que – seamos francos – también resulta popular en España. No hay más que entrar en un chino típico y comprobarlo.
El caso es que algo está cambiando en Albión, y según puedo averiguar leyendo The Guardian, algunos se han plantado y han alzado la voz contra la tiranía de la purpurina. “Es hora de prohibir su venta” han dicho, y lo cierto es que su propuesta parece de lo más sensata, ya que este polvo brillante tiene la capacidad de aparecer en todas partes.
Cualquiera que la haya empleado en un trabajo decorativo seguirá encontrándose partículas durante meses en todas partes, desde la alfombra, pasando por el pelo del perro, y acabando en la comida. Así no es de extrañar que hayan calculado el volumen de plástico que acabamos por ingerir, para descubrir alarmados que asciende a 5 gramos a la semana. ¡El equivalente a una tarjeta de crédito!
Este es el súper poder oculto de los microplásticos, partículas diminutas que se descomponen, con el paso del tiempo, a partir de objetos grandes como botellas o bolsas y viajan movidos por el viento o el agua. Su ubicuidad es tal que han acabado por colonizar todo el planeta.
Un estudio reciente publicado en Science, descubrió que los microplásticos pueden encontrarse incluso en medio de la espesura de los bosques ya que son transportados por el aire y caen al suelo con la lluvia. El año pasado se descubrió su presencia en el hielo ártico, y hace unas semanas supimos por científicos australianos, que hay entre 9,25 y 15,87 millones de toneladas de plástico incrustadas en el fondo del océano.
Al contrario que con los microplásticos “normales”, que como he dicho se degradan con el paso del tiempo, la purpurina ya se vende lista en el tamaño justo para contaminar al ambiente desde el momento en que se abre. No es de extrañar entonces que algunos minoristas británicos, incluyendo Morrisons, Waitrose y John Lewis, hayan decidido eliminar estas navidades la purpurina en todos sus productos, incluyendo el papel de regalo, un detalle nada baladí. ¿Sabías que si el papel contiene purpurina se hace imposible su reciclaje?
No es que la purpurina per se esté provocando un problema serio de contaminación. De hecho según el New York Times comprende menos del 1% de la contaminación ambiental por microplásticos, pero existen pruebas de que este material está dañando de forma significativa la ecología de ríos y lagos, tal y como pudo leerse en un trabajo publicado este año en Journal of Hazardous Materials.
Así pues, ahora que nos acercamos a fechas en las que tradicionalmente el consumo se dispara, provocando un notable aumento de los residuos plásticos que van a parar a nuestros vertederos y plantas de reciclaje, tal vez sea el momento adecuado para hacer efectivo eso de que “no todo lo que reluce es oro” y nos olvidemos de una vez por todas de la purpurina.
Nota: ¿Por qué este año no pruebas a decorar tus regalos navideños con frutas secas?
Me enteré leyendo The Guardian.