Qué hay detrás de la tartamudez

La disfemia, comúnmente conocida como tartamudez, se caracteriza por la presentación de interrupciones involuntarias en el habla, las cuales se acompañan por repeticiones de sílabas, alargamiento de letras, tensiones musculares en rostro y cuello, con lo que la comunicación se ve afectada, potencialmente provocando sentimientos de miedo, estrés y desvaloración en la persona que la padece, afectando así su calidad de vida.

La afección aparece desde las primeras etapas del lenguaje, de los dos a los cinco años de edad, y puede continuar hasta la adultez; suele presentarse solo en presencia de un interlocutor, despareciendo, entre otros ejemplos, cuando la persona habla sola, canta o lee en voz alta con otras personas.

Aunque las causas de la tartamudez permanecen aún sin conocerse con certeza, se cree que puede existir un componente genético, ya que padres que presentaron esta alteración tienen hasta un 30% de probabilidades de heredarla a sus descendientes, especialmente a los varones, quienes tiene mayor propensión de presentar disfemia que el sexo femenino (hasta en un 75% más).

Se cree que algunas pequeñas alteraciones en el cerebro pueden llegar a interrumpir la adecuada coordinación de los muchísimos músculos utilizados en el habla, provocando que el mecanismo de lenguaje se vea afectado.

A pesar de que no se puede asegurar que la disfemia tiene su origen en situaciones sociales, existen algunos factores que pueden ser desencadenantes de la afección, como por ejemplo un ambiente de estrés continuo.

Cerca de un 5% de los infantes llega a atravesar por un periodo de tartamudez, y tres de cada cuatro de estos niños recuperan la fluidez del habla antes de la pubertad, volviéndose un padecimiento crónico en los niños que no la recuperan.

Cuando se tiene la impresión de que un niño pueda tener problemas de disfemia, lo recomendable es acudir al médico, quien podrá asesorar a los padres del pequeño y, en caso de ser necesario, remitirlos con un especialista.

La adecuada intervención en etapas tempranas del padecimiento puede significar una considerable recuperación. Si se realiza principalmente en la edad preescolar del niño, el tratamiento llega a abarcar dinámicas familiares que incluyen actividades psicomotrices, en las que los padres del pequeño deben resaltar las habilidades de este a fin de que supere su inseguridad y se decida a interactuar más.

En el caso de pacientes adolescentes o adultos, lo que se sugiere es que lleven seguimiento psicológico y a su vez realicen lecturas en voz alta y, de ser necesario, consultas con el psiquiatra.

Recuerda consultar a tu médico ante cualquier duda que tengas en relación al adecuado desempeño físico de tus hijos.

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