5 consejos de la filosofía clásica que debes recordar cuando todo vaya mal

“No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara y con la frente bien levantada” - Friedrich Nietzsche [Foto: Getty Creative]
“No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara y con la frente bien levantada” - Friedrich Nietzsche [Foto: Getty Creative]

A veces la vida se tuerce. Inesperadamente. La adversidad nos golpea con toda su fuerza hasta dejarnos abatidos. Nuestro mundo se viene abajo y nos quedamos sin asideros. Sentimos que nada de lo que hagamos puede cambiar las cosas. El desencadenante puede ser un problema de salud, un corazón roto o un revés en nuestra carrera.

Todos atravesamos etapas así en la vida. En esos momentos es difícil encontrar algo positivo y pocas cosas sirven de consuelo. Sin embargo, ceder ante la desesperanza y la desesperación nos hundirá aún más. Necesitamos una tabla salvavidas a la cual aferrarnos para salir a flote. La filosofía antigua puede ser ese faro que nos ilumine en medio de la tormenta y nos dé la fuerza que necesitamos para salir adelante.

Cuando todo vaya mal, tu pensamiento y tu actitud decidirán el camino

1. El mal actual no durará por siempre

“Nada es permanente, excepto el cambio” – Heráclito [Foto: Getty Creative]
“Nada es permanente, excepto el cambio” – Heráclito [Foto: Getty Creative]

La desgracia termina por amainar. Los vientos no siempre soplan del mismo cuadrante ni con igual fuerza”, escribió Eurípides. Este gran poeta griego, incansable explorador del alma humana, sabía que cuando estamos sufriendo o encadenamos un revés tras otro, es fácil caer en el pesimismo, pero debemos darnos cuenta de que antes o después las tornas cambiarán.

En la vida atravesamos etapas buenas y malas. Asumir que las cosas no mejorarán y que siempre irán mal es una trampa que nos tiende nuestro sesgo de negatividad. Tenemos la tendencia a enfocarnos en las cosas negativas que pueden dañarnos y les damos tanta importancia que nos vendan los ojos, impidiéndonos ver la luz al final del túnel.

Por tanto, por muy mal que estemos, debemos ser conscientes de que lo que estamos sintiendo en este momento es transitorio, no nos acompañará durante toda la vida. Esa certeza nos dará la fuerza que necesitamos para capear el temporal y resistir un poco más. Cuando logremos mirar más allá del dolor, las pérdidas o los contratiempos, podremos volver a ver la vida a través de una lente más positiva.

2. Cada lucha encierra la semilla del crecimiento

“Soporta y resiste: ese esfuerzo te será muy útil un día” – Ovidio [Foto: Getty Creative]
“Soporta y resiste: ese esfuerzo te será muy útil un día” – Ovidio [Foto: Getty Creative]

Cada lágrima enseña a los mortales una verdad”, dijo Platón. A pesar de que el sufrimiento no es bienvenido a nuestra vida, este filósofo estaba convencido de que es un medio para tomar conciencia de que necesitamos seguir evolucionando.

Lo consideraba un aguijón que nos impulsa a progresar ya que nos obliga a salir de nuestra zona de confort para explorar nuevos territorios y expandir nuestros límites. De hecho, a veces los problemas son ese empujón que necesitamos para cambiar y dejar atrás el lastre del pasado o los malos hábitos que nos condujeron precisamente hasta el agujero negro en el que nos encontramos.

El sufrimiento platónico, por tanto, no es vacuo sino pleno, y recompensa a quienes lo aceptan como “maestro de vida”. Quien ha caído y se ha levantado es mucho más fuerte que quien nunca ha caído. Enfrentar pérdidas, fracasos y decepciones nos pone a prueba, pero también nos demuestra nuestra fortaleza.

La resiliencia se forja en las situaciones difíciles, de ellas emana esa confianza en que, pase lo que pase y cueste lo que cueste, seremos capaces de volver a ponernos en pie. Por tanto, cuando lo estemos pasando mal, vale la pena recordar que esa experiencia puede fortalecernos de cara al futuro y prepararnos para afrontar mejor los problemas que vendrán.

3. Cada esfuerzo cuenta, por pequeño que sea

El primer paso no te lleva adonde quieres ir, pero te saca de donde estás. [Foto: Getty Creative]
El primer paso no te lleva adonde quieres ir, pero te saca de donde estás. [Foto: Getty Creative]

Un árbol enorme crece de un tierno retoño, una torre de nueve pisos comienza con un puñado de tierra, un viaje de mil millas empieza con el primer paso”, escribió Lao-Tse. Imbuidos en la cultura de las prisas y la inmediatez, la filosofía budista pone el acento en la paciencia y la constancia. Nos anima a centrarnos en las pequeñas cosas, ir poco a poco, sin violentar nuestro ritmo, de manera constante.

A veces, cuando tocamos fondo, cuesta recuperarnos. Podemos sentir que nadamos contracorriente y que nuestros esfuerzos no dan frutos. Cuando no avanzamos al ritmo que desearíamos, nos desesperamos y angustiamos. Entonces puede sobrevenir la indefensión aprendida, nos rendimos porque pensamos que nuestros esfuerzos son inútiles y así terminamos cayendo aún más profundo.

Para contrarrestar esta tendencia debemos ser conscientes de que cada esfuerzo, por pequeño que sea, cuenta y nos ayuda a salir de esa situación. También debemos aceptar que, aunque los reveses y las recaídas son duros, forman parte del proceso. La evolución no es una línea recta ascendente sino una espiral donde la evolución y el retroceso se intercalan. Esta visión nos permitirá valorar cada uno de nuestros pasos y no desanimarnos los días malos.

4. Preocupaciones, las justas

“En la vida nada es tan importante como crees que es mientras estás pensando en ello” - Daniel Kahneman [Foto: Getty Creative]
“En la vida nada es tan importante como crees que es mientras estás pensando en ello” - Daniel Kahneman [Foto: Getty Creative]

Hay más cosas que pueden asustarnos que aplastarnos; sufrimos más a menudo en la imaginación que en la realidad”, escribió Séneca. El estoicismo es la filosofía por excelencia de la tranquilidad de espíritu y la no-preocupación. Séneca, uno de sus máximos representantes, decía: “algunas cosas nos atormentan más de lo que deberían; otras nos atormentan antes de llegar y otras nos atormentan cuando no deberían atormentarnos en absoluto. Tenemos el hábito de exagerar, imaginar o anticipar la tristeza”.

Cuando estamos atravesando un mal momento, es fácil obsesionarnos con los eventos dolorosos. Nos quedamos atascados regurgitando lo que fue y lo que podría ser. Así terminamos alimentando los vientos de tormenta, sin darnos cuenta de que esas preocupaciones no nos llevarán a ninguna parte, sino que tan solo sirven para añadir un peso adicional, que será cada vez más difícil de soportar.

Por tanto, en vez de preocuparnos por las cosas que escapan de nuestro control, debemos asumir una perspectiva más pragmática y centrarnos en aquello que realmente podemos controlar. Como dijera Marco Aurelio, otro gran estoico, “tú tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto y encontrarás la fuerza”.

5. Es natural no sentirse bien todo el tiempo

“A veces, cuando cesa la resistencia, el dolor se limita a desaparecer o disminuye hasta quedar reducido a una molestia tolerable. En otras ocasiones permanece, pero la ausencia de cualquier resistencia ocasiona una sensación de dolor tan desconocida que resulta difícil de escribir. El dolor ya no es problemático” - Alan Watts [Foto: Getty Creative]

Es la enfermedad la que hace agradable la salud; el mal, el bien; el hambre, la saciedad; el cansancio, el descanso”, decía Heráclito. El mensaje de este filósofo griego colisiona con una sociedad que ensalza continuamente lo positivo y el bienestar, por lo que es comprensible que hayamos dejado de percibir el sufrimiento y el malestar como estados naturales de la vida.

Sin embargo, Heráclito creía que no podemos escapar de la adversidad porque es la otra cara de la suerte, así como no podemos eludir el sufrimiento porque es el anverso de la felicidad. Uno no existe sin el otro. No obstante, también pensaba que al final, la realidad se resuelve en una armoniosa unidad –no exenta de tensiones opuestas.

Es obvio que todos queremos sentirnos bien cuanto antes, pero cuando estamos mal y nos recriminamos por sentirnos abatidos o derrotados, es probable que terminemos odiándonos por no estar bien. En su lugar, debemos darnos tiempo para procesar el dolor y la pérdida, sin castigarnos por ello o sentirnos frustrados porque esos sentimientos no desaparecen tan rápido como deseamos.

Necesitamos validar lo que estamos sintiendo. Aceptar que no pasa nada por llorar, derrumbarnos o desahogarnos. Reconocer nuestra vulnerabilidad puede dar miedo, pero sentir no es una debilidad. En realidad, se necesita mucho valor para admitir que no estamos bien.

A veces, la vida puede parecer demasiado dura o increíblemente injusta, pero sea lo que sea que estés pasando, solo recuerda que te recuperarás. No te precipites. Afronta cada día como venga. Lucha una pelea a la vez. Descansa para recuperar fuerzas. Aléjate para tomar perspectiva. Y permítete sentir. Siempre con la certeza de que saldrás más fuerte.

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