Nominada al Oscar: Los que se quedan, un espléndido y redentor cuento navideño con actores colosales
Los que se quedan (The Holdovers, Estados Unidos/2023). Dirección: Alexander Payne. Guion: David Hemingson. Fotografía: Eigil Bryld. Música: Mark Orton. Edición: Kevin Tent. Elenco: Paul Giamatti, Dominic Sessa, Da’Vine Joy Randolph, Carrie Preston, Andrew Garman. Distribuidora: UIP. Duración: 133 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: excelente.
El tardío estreno en la Argentina de Los que se quedan nos coloca por fin frente a una de las grandes protagonistas de la actual temporada alta de premios. Desde fines del año pasado (el momento exacto en el que debió llegar a los cines de nuestro país) se viene hablando con justicia de esta película sobre todo alrededor de los méritos de sus principales actores. Hoy, a casi un mes de la ceremonia del Oscar, casi no hay dudas de que Da’Vine Joy Randolph se llevará el premio a la mejor actriz de reparto y que Paul Giamatti está más cerca que cualquier otro nominado de ganar como mejor actor protagónico.
Pero la Academia de Hollywood fue injusta y sobre todo mezquina al reconocer los méritos de Los que se quedan, que llega al Oscar con cinco nominaciones (entre ellas, una como mejor película) y una ausencia notable. Quedó inexplicablemente afuera de los candidatos a mejor director Alexander Payne, el artífice de este espléndido relato sobre el arte del reconocimiento y la curación de algunas heridas profundas que guardamos en el alma.
Payne nos ha dado muestras de sobra de su talento para rescatar pequeños e iluminados momentos de generosa humanidad en medio de situaciones protagonizadas por personajes imperfectos, resentidos por los golpes de la vida. Descubrir esos instantes mágicos creados por Payne en medio de una sucesión de episodios y situaciones que a primera vista tienen una apariencia completamente banal es un verdadero premio que esta película le concede a quien la ve.
Como esos libros que nos invitan a la relectura permanente para disfrutar alguna de sus líneas o el retrato de sus personajes, además de plantearnos preguntas que nunca se responden de una sola vez, Los que se quedan es una de esas raras películas que crecen en la memoria y el corazón del espectador cuando se ven más de una vez. Payne nos invita a conocer la vida de un pequeño grupo de personas que aprendió resignadamente a aceptar la derrota, pero guarda en algún pliegue oculto de su conciencia la energía suficiente como para reemplazar egoísmos, rencores y cálculos varios por un maravilloso instinto redentor.
Lo más notable de todo es que no hace falta énfasis o subrayado alguno para enfocarse en esta experiencia de reconciliación que de manera simultánea y múltiple experimentan los tres personajes centrales del relato. Payne nos lleva desde los títulos iniciales a un viaje por el tiempo lleno de reminiscencias de la vida a comienzos de la década de 1970 en un colegio secundario de élite de Nueva Inglaterra, que funciona como internado. El receso navideño devuelve a casi todos los alumnos a sus hogares, pero quienes se ven impedidos de hacerlo comparten una forzada convivencia en el lugar. Allí se quedan, como indica el título del film, un profesor de historia antigua (Giamatti) gruñón y misántropo, la encargada de la cocina (Joy Randolph) que acaba de perder a su hijo en la guerra de Vietnam y un alumno tan inteligente como problemático (Dominic Sessa) con serios problemas familiares.
Payne, apoyado en el magnífico guion de David Hemigson, explora ese vínculo desde todos los ángulos posibles de una narración casi perfecta en clave de tragicomedia, rica en peripecias dramáticas que adoptan siempre en el momento justo algún giro irónico o humorístico. La misantropía del docente, la rabia contenida del muchacho y la aflicción de la mujer encuentran vías de escape literales y simbólicas.
Fiel a una máxima del filósofo clásico Demócrito que pone en boca del profesor rezongón (“El mundo es decadencia, la vida es percepción”), Payne nos dice que el enemigo máximo que tienen en común es la hipocresía expresada en todas sus formas. También sugiere el mejor camino para que estos tres extraordinarios personajes consigan mitigar y superar las determinantes ausencias de sus vidas. Cada uno de ellos expresa una distinta manera de ser y sentirse huérfano.
Con sabiduría de gran narrador, Payne elude cualquier riesgo de manipulación cada vez que expone problemas físicos, penurias románticas y ciertas incómodas dependencias (al alcohol y a los fármacos) y sostiene todo el tiempo un tono amable, ligero y hasta divertido que estimula nuestra empatía con lo que estamos viendo.
Nada de esto sería posible sin el aporte de tres actores colosales : Giamatti entrega el papel de su vida, a Sessa se le abre desde aquí una promisoria carrera y Da’Vine Joy Randolph cumple con una de las máximas pruebas de sensibilidad interpretativa de toda la actual temporada de premios. Inolvidables como esta película.