Yo quiero a Lucy: Conflictos de pareja, infidelidades, censura y una versión hecha en Argentina
El estreno en Amazon Prime Video de Being The Ricardos -recorte biográfico sobre la vida de Lucille Ball y Desi Arnaz- amerita una revisión de la creación y devenir de I Love Lucy (para nosotros, Yo quiero a Lucy). Y es que la mega producción protagonizada por Nicole Kidman y Javier Bardem, además de tener gusto a poco se concentra en un momento muy puntual del programa y la pareja, en apretada síntesis e intenciones dramáticas bastante alejadas del revisionismo histórico.
Como se sabe, Lucille Ball llegó al éxito que la consagró para siempre luego de múltiples rechazos y papelitos intrascendentes. Nadie creía en su talento, salvo su madre que cuando cumplió 15 la empujó a seguir sus sueños, aunque eso significara dejar la casa materna para mudarse sola a Nueva York. En la escuela de Arte Dramático no la tomaron en serio, poniendo los profesores ojos y fichas en una de sus compañeras de curso, una tal Bette Davis. Con la recomendación de que se dedicara a otra cosa, pasó por la compañía del reconocido productor Florenz Ziegfeld, hizo participaciones en un capítulo de Los tres chiflados como interés romántico de Larry, y también apareció en Room Service (1938, una de las películas menos recordadas de Los Hermanos Marx) y Sombrero de copa (1935), entre otras breves participaciones. Le fue mejor como modelo, pero no era lo que realmente quería: su destino era ser estrella. Aunque en ese momento no sabía que la fama llegaría en compañía.
Desde Cuba, con amor
Lucille Ball conoció a Desiderio Alberto Arnaz y de Acha III en el set del film Too Many Girls. La atracción fue casi inmediata. Su porte seductora, sus virtudes como actor, cantante y músico, y su acento cubano bastaron para que la pasión se convirtiera en romance, el romance en pareja, y la pareja en matrimonio. Todo en menos de un año.
Los planetas parecían alinearse para Ball hacia 1942, además de consolidarse su unión con Arnaz, había conseguido su primer coprotagónico importante en The Big Street, junto a Henry Fonda. Sin embargo, los estudios prescindieron rápidamente de ella y le recomendaron que se dedicara a la radio. Fue otro duro golpe para la actriz, quien no se imaginaba que ese consejo iba a cambiarle la vida para siempre.
De un ignoto libro llamado Mr. and Mrs. Cugat: The Record of a Happy Marriage surgió en 1948 la idea de hacer un programa de radio llamado My Favourite Husband. El matrimonio del título (que cambió el “Cugat” por el “Cooper”) fue interpretado por Lucille Ball y Richard Denning. Si el libro había sido un éxito de ventas, el programa de radio se convirtió en uno de los más escuchados durante cuatro años. En CBS vieron la racha ganadora y comenzaron a preparar un programa de televisión con la misma idea y protagonistas.
Pero la estrella dudó, no estaba preparada para otro fracaso. Una cosa era la exposición que le daba la radio y otra muy distinta la de la televisión. Hasta que una noche soñó que su amiga Carole Lombard (que había muerto en un accidente aéreo en 1942) le decía que lo hiciera. Decidida, Ball aceptó pero con una condición: para la adaptación a la pantalla chica quería a su marido Desi Arnaz junto a ella, en un intento de ayudarlo en su descendente carrera. Era eso o nada. Y fue.
También por entonces, para disipar dudas y mantener el control creativo, la pareja fundó la compañía Desilú Producciones, que debutó con I Love Lucy, pero a lo largo de los años fue puntal de proyectos tan disímiles como Los intocables, Misión imposible o Star Trek.
En virtud de jugar con los límites entre realidad y ficción, el guion cambió sus nombres a Lucy y Ricky Ricardo, pero mantuvo muchos rasgos de su personalidad. Ella era una ama de casa con aspiraciones, y él un músico que intentaba ganarse la vida con su profesión. Como sucede hasta el día de hoy con las sitcoms, los Ricardo también tenían vecinos, los Mertz, interpretados por William Frawley y Vivian Vance. Lo curioso en este caso es que ambos actores nunca congeniaron, y promediando la primera temporada ya directamente se odiaban. ¿Cómo hicieron para mantenerse juntos? Más allá de que Desi y Lucy funcionaban como constantes mediadores, la CBS llegó a pagarles un bono extra para que mantuvieran sus diferencias fuera del set. Incluso la productora llegó a soñar con un spin-off que, por obvias razones, nunca sucedió.
La pareja protagonista también tuvo que lidiar con los problemas de alcoholismo de Frawley, quien le prometió a Arnaz nunca ir borracho a una grabación. Incluso llegó a decirse que en muchas de las escenas se lo puede ver al actor con las manos en los bolsillos por no poder controlar el temblor de sus manos.
Matrimonio y algo más
Yo quiero a Lucy debutó el 15 de octubre de 1951, con una propuesta que con el tiempo lo consolidó como un programa revolucionario. Los méritos fueron muchos, pero en los libros de historia de la televisión se destacan algunos puntuales, como haber sido el primero en trabajar en fílmico a tres cámaras (algo que no es del todo cierto ya que hay registradas experiencias anteriores), también la importancia de que no se utilizaran risas grabadas, sino que cada emisión se realizara con público en vivo. Y las pocas veces que fue necesario hacer tomas fuera del estudio el material se le mostraba al público, se grababan sus reacciones, y a la hora del aire se editaban para mantener la espontaneidad. También fue pionero en grabarse en Hollywood en lugar de Nueva York, como era lo habitual.
Pero quizás la transgresión más grande que realizó la comedia (para los cánones de la época) fue sugerir una relación sexual entre sus protagonistas. De acuerdo a la pacatería reinante entonces, en CBS habían dejado claro que los Ricardos dormirían juntos, pero cada cual en su cama. El problema fue cuando promediando la segunda temporada Lucille quedó embarazada y peleó contra productores y anunciantes para que su estado se trasladara a la ficción en otra vuelta de tuerca de aquello de borrar límites. Las discusiones fueron fuertes y muchas, pero la pareja logró su objetivo: la panza de la protagonista pasó a ser un elemento más de la comedia. De todos modos, el tema se trató con excesivo cuidado, al punto de que el episodio en que ella le da a su marido la noticia se llamó “Lucy is enceinte”, pirueta afrancesada para no usar la palabra “embarazada”. Fue un éxito. Y la emisión en la que nace el bebé, que coincidió con el día en que la actriz realmente dio a luz, fue visto por 44 millones de espectadores.
Pero si en la pantalla era todo risa, del otro lado de la lente había una mujer controladora, mordaz y obsesiva con su carrera y su producto, y un hombre que no siempre dejaba sus desprolijidades fuera del set. Por eso Yo quiero a Lucy también tuvo sus detractores.
El actor Jerry Hausner, quien interpretó al representante de Ricky Ricardo, fue muy duro en sus recuerdos de la serie: “No disfruté trabajando ahí. Estuve desde el principio, porque iba a ser el mejor amigo y manager de Desi, ni siquiera habían pensado en los Mertz en ese momento. Lucy siempre estaba concentrada en lo que estaba haciendo, ya había hecho varios capítulos y si le preguntaban mi nombre no lo sabía. Pero tengo un gran respeto por su talento. Ella era una trabajadora incansable. Trabajaba 16 o 18 horas incluso estando embarazada. Arnaz, en cambio, era un borracho con un temperamento abusivo. Estaba borracho la mayor parte del tiempo. Una vez nos peleamos en el set y le grité: ‘Todo tu éxito es por tu esposa’, y no volví al show. A la gente le gusta pensar que las estrellas de cine y televisión son personas maravillosas, y a su manera lo son. Pero también son como máquinas, no pueden llevarse bien con nadie por mucho tiempo”.
Industria nacional
Tratándose del arquetipo televisivo que fue, estaba claro que Yo quiero a Lucy trazaría un camino para lo que vendría después. No solo por el formato, el estilo de trabajo o la construcción de los engranajes de una sitcom, sino como producto en sí mismo. Recientemente, WandaVision, la serie de Disney+ basada en el universo Marvel tomó muchos elementos referenciales en su primer tercio. Incluso guiños sutiles para espectadores atentos y conocedores de muchas de las historias “tras bastidores”.
Pero Yo quiero a Lucy también tuvo una relación muy estrecha con Argentina. La primera y más obvia fue al momento de su estreno local en 1958, con el título de Te adoro, Lucy. No eran tiempos de subtítulos, ni de doblajes hechos en México. Los Ricardos debutaron en la televisión argentina con las voces de Carmen Vallejos y Pepe Díaz Lastra (coequiper y suegro de Pepe Biondi).
Y no fue el único, porque al momento del desembarco en nuestras costas, hacía ya varios años que otra comedia de factura autóctona había tomado idea, formato y hasta el espíritu de su título.
¡Cómo te quiero, Ana! estaba protagonizada por Ana María Campoy y Pepe Cibrián. La actriz nunca necesitó copiar a Lucille Ball y Cibrián tenía infinitamente más talento que Desi Arnaz, pero ser una de las parejas más queridas del mundo del espectáculo despertó en 1953 la idea de recrear el espíritu del programa estadounidense, con libros de Abel Santa Cruz. A pesar de contar con una formación teatral (o tal vez por eso), la pareja pudo adaptarse sin problemas a los ritmos de la televisión. Lo que no fue de extrañar si se tiene en cuenta que su debut en el formato había sido en 1951, el mismo año de su nacimiento.
¡Cómo te quiero, Ana! debutó en segmentos de media hora en mayo de 1953, los miércoles en horario central, y cosechó un éxito tan grande que marcó a fuego la trayectoria de sus protagonistas.
Seis temporadas y 181 episodios de Yo quiero a Lucy, entre 1951 y 1957 fueron los que colocaron a Lucille Ball en un pedestal del que nunca más se bajó. Ni siquiera cuando en 1960, cansada de sus infidelidades se separó de Arnaz por segunda vez (la primera había sido en 1943). Continuó sola en El show de Lucy (1962-1968), Aquí está Lucy (1968-1974) y La vida con Lucy (1986). Murió el 26 de abril de 1989 a los 77 años.
Obsesiva y dueña de un timing único para la comedia, Lucille Ball aprendió que el único secreto de la vida es empujar siempre para adelante. Y recibir cualquier situación adversa con una sonrisa. Como declaró alguna vez sobre sus épocas de gloria: “¿Cómo nació I Love Lucy? Decidimos que en lugar de que los abogados especializados en divorcios se beneficien de nuestros errores, era mejor si nosotros nos beneficiábamos de ellos”.