Raíces: el drama antiesclavista que convulsionó a la sociedad estadounidense y “creó” el formato de la miniserie
Gracias a su retrato del pasado esclavista de los Estados Unidos, la miniserie basada en el éxito literario de Alex Haley elevó a Kunta Kinte al rango de símbolo setentista en la atemporal lucha por los derechos civiles de la población afroamericana. Por su tenor revolucionario, Raíces despertó tanto temor en la cadena ABC , que sus mandos jerárquicos terminaron creando la miniserie como formato televisivo –hoy se habla también de “serie limitada”– para que la superproducción se viera poco y rápido. Fue al revés: el enorme éxito de la ficción no solo modificó la forma de programar contenidos en la TV, sino que disparó un inédito debate social sobre la autenticidad de algunos de los datos vertidos en la pantalla. Entre la manipulación y el registro documental, las secuelas de esta historia privilegiaron el espectáculo por sobre la verdad histórica. Pero nunca abandonaron el compromiso con los valores que terminaron consagrándola en el mundo entero: libertad e igualdad.
Fresco social norteamericano
No era algo que hubiera buscado, simplemente le pasó. A principios de los 70, un recorrido por el Museo Británico le disparó al escritor estadounidense Alex Haley la pregunta que cambiaría su vida: “¿Y si rastreara el origen de mi linaje hasta sus raíces en África?”. Le pareció un buen punto de partida para abordar el racismo . Además de su ascendencia afroamericana, irlandesa y cheroqui, tenía una vasta experiencia periodística sobre el tema gracias a una serie de (hoy clásicas) entrevistas que realizó con Miles Davis, Martin Luther King, Muhammad Ali, George Lincoln Rockwell (fundador del Partido Nazi Estadounidense) y Malcolm X para la revista Playboy.
El devenir de su familia, custodiado por su abuela, guardaba dos referencias fundacionales: la costa del Kamby Bolongo, nombre nativo del río Gambia y la figura de su ancestro más antiguo, Kunta Kinte, nacido en 1750 y llevado como esclavo a los EE. UU., donde murió en 1822. Con estos datos, Haley viajó a Gambia, el país más pequeño del África occidental y se entrevistó con el griot, salvaguarda de la historia oral de su poblado. Él le contó sobre el clan Kinte, sus años en la aldea Jufureh, su conversión a la fe musulmana, las 16 lluvias vividas por Kunta Kinte antes de ser embarcado hacia lo desconocido el 5 de julio de 1767.
Entre Londres y los Estados Unidos, Haley terminó de armar el rompecabezas. Descubrió que Kunta Kinte había llegado a América a bordo del barco Lord Ligonier para ser vendido a la familia Waller de Virginia, que cambió su nombre por el de Toby. “Pude rehacer la historia familiar hasta mi propio nacimiento -contó-, y escribir mi propio fresco social norteamericano al cruzar los abusos contra los Kinte con la construcción del país”. Yendo de 1750 a 1967, enfocó el pasado colonial, la Guerra Civil, las dos guerras mundiales, el Ku Klux Klan, la Gran Depresión y los movimientos populares por los derechos civiles de los afroamericanos. Raíces llegó a las librerías en octubre de 1976 y, en menos de un mes, se ubicó en el primer puesto del ranking nacional de no ficción. E productor ejecutivo David Lloyd Wolper entendió que ese material tenía destino televisivo. Y llamó por teléfono a Haley.
El origen de una especie
No le costó mucho trabajo. De inmediato, Haley aceptó la propuesta y, lo más importante para Wolper, aprobó las intervenciones sobre el texto. Una era netamente formal: por cuestiones de tiempo y presupuesto, la serie se enfocaría en la primera parte del libro, la que va de 1750 a 1870. “Estábamos hablando de una enorme cantidad de actores y un gran despliegue visual. Si íbamos a hacerle justicia a la obra, teníamos que elegir una parte. Y el principio nos pareció lo más adecuado”, contó el productor.
La otra cuestión, algo más complicada, era de fondo. “El racismo no era un tema fácil de abordar –se sinceró Wolper–. Nunca lo fue, pero en ese momento no estaba claro cómo respondería el público”. Contra todos los pronósticos, había logrado que grandes actores blancos aceptaran interpretar personajes moralmente opuestos a los que habían representado durante sus carreras. Y tenía apalabrada a la ABC, comprometida a emitir el programa en horario central. “Buscando calmar los ánimos, creamos la figura de un capitán esclavista engañado en su buena fe, para que el público blanco no se sintiera tan mal con el papel histórico que le tocaba”, señaló.
Al abarcar un periodo histórico tan amplio, el reparto multiestelar variaba por completo cada dos episodios. Entre los afroamericanos se encontraban LeVar Burton y John Amos (Kunta Kinte joven y adulto); Madge Sinclair, Leslie Uggams, Ben Vereen y George Stanford Brown (esposa, hija, nieto y bisnieto de Kunta); Louis Gosset Jr., O.J. Simpson y Richard Roundtree, entre otros. El elenco se completaba con Ed Asner (el capitán esclavista engañado), Lorne Greene, Robert Reed, Linda Day George, Vic Morrow, Chuck Connors, Lloyd Bridges, George Hamilton, Carolyn Jones y Doug McClure.
La serie evitaba las sutilezas a la hora de mostrar el devenir del clan Kinte, plagado de ventas y reventas, intentos de fuga, torturas, violaciones, separaciones forzosas y un amplio catálogo de violencias simbólicas y concretas. Es cierto que no todos los blancos resultaban igual de desdeñables. A pesar de defender el régimen esclavista, algunos se mostraban renuentes a la aplicación de castigos físicos y las mujeres, en su mayoría, exhibían conductas compasivas. “Cuando los ejecutivos de ABC vieron los episodios, se quedaron mudos. Su incomodidad era obvia”, recordó Wolper. La televisora tenía dudas con la explícita crueldad del metraje, pero le daba más pánico la rebeldía de Kunta Kinte. No les cerraba que, aún en un relato que criticaba el pasado esclavista, el protagonista terminara reconfirmando su fe en el islam por sobre el impuesto catolicismo; y su estirpe africana frente a la identidad estadounidense.
Segura del fracaso estrepitoso que obtendría el programa, ABC tomó una serie de medidas que terminarían afectando a toda la industria. Los doce episodios originales se reeditaron para completar ocho, cuatro de 90 minutos y cuatro de 45 minutos. Para que el mal trago pasara lo más rápido posible, el jefe de programación ordenó que se los emitiera de manera diaria y no semanal. “No se animaron a descartar el programa por la alta inversión que tenía, y buscaron minimizar los daños –aseguró Wolper–. Por miedo, terminaron inventando el formato de la miniserie”.
Raíces (Roots) se estrenó en los Estados Unidos el 23 de enero de 1977. El éxito fue abrumador. Con más de 140 millones de espectadores (la vio el 65% de la población adulta), se convirtió en la serie más vista de la historia del país. Obtuvo nueve premios Emmy (miniserie, director, guion, actor protagónico y de reparto en miniserie, actriz de reparto en miniserie, música, edición y sonido) y se alzó con el Globo de Oro a la Mejor Serie Dramática. A pedido de la BBC, la miniserie fue nuevamente reeditada, en este caso en seis episodios de 90 minutos cada uno, formato con el cual copó el mercado internacional. “Raíces dividió las aguas -definió Wolper-. Modificó la forma de abordar y representar la discriminación en la TV. Era obvio que no podía terminar ahí”.
Historia del éxito norteamericano
En poco tiempo, Raíces devino en fenómeno sociocultural sin precedentes. En los almuerzos y las cenas de los hogares norteamericanos se empezó a hablar de esclavismo y genealogía. Según el Archivo Nacional de Washington, los pedidos sobre la historia ancestral de las familias se multiplicaron por cien, y las universidades sumaron cursos sobre los orígenes africanos de la población. Consagrado a escala global, Haley ganó el Pulitzer y el libro disparó sus ventas y traducciones a otros idiomas de manera incontenible.
“Hicimos lo que había que hacer, que también era lo más fácil”, aseguró Wolper. Con más prisa que pausa, se pusieron a trabajar en la adaptación de la segunda mitad de la novela, que iba de 1870 a 1967. “Pensamos que iba a ser sencillo, pero una cosa era hablar de libertad y otra muy distinta de igualdad”, reflexionó años después el productor. El racismo de su propia época preocupaba aún más a ABC, que quería evitar cualquier posible conflicto con instituciones o personalidades. Sobre todo porque, antes de iniciar el rodaje, la segunda miniserie ya había sido vendida a veinte países y tenía contratadas tandas y tandas de publicidad a 260.000 dólares el minuto.
La solución vino por el lado menos esperado. Sin que nadie lo viera venir, el antropólogo Harold Courlander demandó a Haley por plagio, acusándolo de haber copiado parte de su novela The African, editada en 1967. Y tenía razón. El caso terminó dirimiéndose extrajudicialmente, con un pago de 650.000 dólares y el reconocimiento público sobre la infracción cometida. En un santiamén, el mundo académico empezó a desconfiar de la veracidad de Raíces. El Archivo Nacional de Gambia aseveró que el relato del griot no coincidía con los registros oficiales en su poder. Un grupo de genealogistas comprobó que la historia norteamericana del clan Kinte había sido manipulada, y que el Toby real había vivido 90 años antes de lo que aseguraba Haley, por lo cual no podía tratarse de Kunta Kinte.
Sin intervenir, ABC había seguido estas implicancias muy de cerca. “Cuando Haley admitió que su novela de no ficción era una ficción histórica construida con tantas fuentes documentales como imaginación, el camino quedó allanado”, remarcó Wolper. Juntos, todos los involucrados acordaron cambiar drásticamente el rumbo de la segunda miniserie. Moderaron el nivel de violencia visual, cambiaron el enfoque documentalista por el melodrama telenovelesco y alteraron hechos y personajes históricos de acuerdo con las necesidades comerciales.
Sin que les temblara el pulso, crearon ligazones con militares y políticos para que cruzaran las tramas de las guerras mundiales, la crisis de los años 30 y el advenimiento de Malcolm X. Con tal de ensalzar el espíritu progresista de la Unión, inventaron un matrimonio interracial en una época en la que algo así era impensable e imposible. Para Frank Rich, por ese entonces crítico televiso de la revista Time, “apuntaron al sentimentalismo más básico sobre el amor familiar y los ideales democráticos, hasta convertirla en una irresistible historia del éxito norteamericano”.
Para remarcar la relevancia de la propuesta, sumaron al elenco a superestrellas de la talla de Marlon Brando, Henry Fonda, Olivia de Havilland y James Earl Jones (como Alex Haley), secundados por George Stanford Brown (retomando su rol de bisnieto de Kunta Kinte), Pam Grier, Robert Culp, Irene Cara y Philip Michael Thomas. Los siete episodios de Raíces: las siguientes generaciones (Roots: The Next Generation), se emitieron del 18 al 24 de febrero de 1979. Como su predecesora, acaparó el encendido del país, reventó las mediciones nacionales y fue galardonada con sendos Emmy para la miniserie y para Brando, por su trabajo como George Lincoln Rockwell, fundador del Partido Nazi Estadounidense.
Cierre inadecuado
El escándalo alrededor de Haley no impactó en su obra. Tanto el libro como las miniseries siguieron reproduciéndose alrededor del mundo, conquistando mercado tras mercado. Las repeticiones alcanzaban mediciones altísimas, la venta de los VHS se multiplicaba y los capítulos se exhibían en diversos colegios de los EE.UU. Al acercarse el décimo aniversario del estreno de Raíces, Mark Wolper, hijo de David Wolper, convenció a la ABC y a Haley para filmar una tercera entrega que cerrara la saga. Además, logró que LeVar Burton y Louis Gosset Jr. retomaran sus papeles originales de Kunta Kinte y su amigo Fiddler. Como broche de oro, el propio Alex Haley aparecería en persona al principio del film, en el rol de anfitrión del público.
La propuesta consistía en un especial navideño afroamericano sobre la esclavitud. Lo increíble no es que a Wolper se le haya ocurrido esta idea, sino que ABC y Haley la aprobaran. “Vamos a contar una parte desconocida de la historia de Kunta Kinte”, adelantó Mark Wolper. Ambientado al inicio de la primera miniserie, el film mostraba el escape de un grupo de esclavos mientras en la plantación se preparaban los festejos navideños. Por razones obvias, Kunta no alcanzaba a huir entre la nieve, pero sí lograba que los demás ganaran la libertad, celebrando ese logro como un verdadero obsequio de Navidad.
La realización se demoró tanto, que Raíces: un regalo de Kunta Kinte (Roots: The Gift) llegó a las pantallas casi un año después de lo planeado, el 11 de diciembre de 1988. Nadie esperaba un éxito como el de antaño, pero tampoco una caída semejante. Ver a Kunta Kinte disfrazado de camello en un pesebre viviente y emocionado por la Nochebuena y la Estrella de Belén, fue demasiado. La crítica le pegó muy duro, el público le dio la espalda y la comunidad afroamericana musulmana aclaró que, por la fe islámica que Kunta Kinte nunca había abandonado, la Navidad no debería haber representado nada importante para él. “Fue un cierre inadecuado para semejante saga -reconoció años después Burton, también muy recordado por su trabajo en Star Trek-. Por eso prefiero quedarme con la impresión que, en su conjunto, Raíces sembró en la sociedad. Amplió la conciencia de la gente. Por ella, negros y blancos empezamos a vernos los unos a los otros como personas y no como estereotipos. Eso es lo que queda y es lo único que importa”.