Cómo la realeza europea levantó la moral durante la Segunda Guerra Mundial
La reina Wilhemina de los Países Bajos, Haakon VII de Noruega y Christian X de Dinamarca son tres perfectos ejemplos de cómo la realeza europea levantó la moral de su pueblo durante la Segunda Guerra Mundial. La primera se convirtió en un salvavidas de esperanza para el mundo, el segundo fue todo un símbolo de su época para Noruega y, finalmente, Christian X de Dinamarca convivió hombro con hombro con su pueblo. Ahora, en estos difíciles tiempos de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, recordamos las aportaciones reales en esa complicada etapa histórica, todo un mensaje de esperanza para el futuro.
La reina Wilhemina de los Países Bajos: Un salvavidas de esperanza para el mundo
La era moderna había traído la Blitzkrieg (guerra relámpago), las bombas y los tanques. Pero también trajo el milagro de la radio y, en un momento de crisis, ésta, en manos de una sola mujer, se convertiría en una fuerza explosiva para levantar la moral aún desde la lejanía. La Alemania nazi llegó a los Países Bajos el 10 de mayo de 1940 y a los pocos días estaba claro que el valiente pero pequeño ejército holandés no era rival para la máquina de guerra alemana. Sin embargo, incluso cuando la resistencia holandesa colapsó, se habían asegurado de que su arma más potente permanecía secreta y fuera del país para la seguridad de Gran Bretaña.
Una fuerza de la naturaleza, formidable en su abrigo de piel y majestuosa en su desprecio por Hitler, la reina Wilhemina se convirtió rápidamente en un duradero y querido símbolo de la resistencia holandesa durante los años del terror nazi. Siempre que podían, sus súbditos se acurrucaban en secreto y, a pesar del riesgo, sintonizaban las emisiones de radio de la prohibida BBC desde Londres, donde como jefe de su gobierno en el exilio, la reina exhortaba a su pueblo a mantener alto el espíritu hasta la liberación de la nación. Denunciando al dictador alemán como "el archienemigo de la humanidad" se ganó el respeto y la admiración de todos, incluyendo otros líderes aliados, con Churchill describiéndola como “el único hombre de verdad” entre los muchos gobiernos en el exilio con los que tuvo que tratar.
La Reina Corazón de León sabía que esta era una guerra que se libraba no sólo en las olas del océano sino también en las ondas del aire y, aunque no podía estar con su gente, podía, en su hora más oscura, tocarlos de todos modos. Entre aquellos a quienes brindó coraje y consuelo estaba la trágica Ana Frank. Aunque confinada y aislada del mundo exterior, gracias a las emisiones de la BBC holandesa, ella y su familia podían, de vez en cuando, acoger en su casa y en sus corazones a esta visitante real, con su mensaje de esperanza.
Haakon VII de Noruega: El poder de un símbolo
El noruego Haakon VII lloró inconsolablemente mientras tomaba la decisión más difícil de su vida: abordar el HMS Devonshire de la Marina Real y huir con su gobierno para continuar la tenaz resistencia de su país en Gran Bretaña. Mientras los nazis invadían el país, el Rey de 67 años habría querido quedarse y desafiar al invasor a quien ya se había enfrentado heroicamente oponiéndose a las demandas alemanas de nombrar un Primer Ministro títere. Pero el gobierno británico le convenció de que era mejor que continuara en la lucha como un rey libre y no como uno muerto o, peor aún, como prisionero de los nazis. Durante los siguientes cinco años el trono permaneció vacío, pero los alemanes tenían la impresión de que el rey ausente parecía estar en todas partes a la vez. No eran solo las conmovedoras emisiones de radio que hacía desde el exilio. Eran las pequeñas cosas, ya que los desafiantes noruegos convirtieron a su Rey en un símbolo de resistencia, libertad, justicia y un futuro mejor para todos.
Muy despacio, al principio, el misterioso monograma H7 -una alusión al nombre y número del rey- comenzó a aparecer por todas partes, como una V de la victoria exclusiva de los noruegos, plasmada en las paredes, escondida en las ilustraciones, o labrada en las joyas. Pronto el goteo se convirtió en una inundación. Un periodista señaló que "por cada mil carteles nazi, el monograma del rey Haakon aparecía diez mil veces". Mientras tanto, en los breves anuncios que aparecían en los periódicos nazis supuestamente de personas buscando pareja, se guardaban mensajes ocultos como ¡Viva el Rey! En el 70 cumpleaños del Rey, en agosto de 1943, los ciudadanos de Oslo llevaron flores en sus solapas en abierto desafío, por lo que fueron arrestados en lo que fue la mayor manifestación antinazi de la época. En todo el país, desde las ciudades a los fiordos, se susurraban frívolas rimas, chistes y fábulas en las que el astuto Rey se burlaba de los nazis. Incluso aquellos que no habían sido monárquicos antes de la guerra vinieron a reunirse en torno al ausente, pero siempre presente monarca, que finalmente regresó a su amado país en medio de una entusiasta bienvenida, en junio de 1945.
Fue una prueba, si es que se necesitaba alguna, de que mientras Haakon, el hombre, podía haber estado lejos, el Rey, como un símbolo poderoso, estuvo siempre presente en la larga, terrible pero finalmente victoriosa lucha contra la tiranía.
Christian X de Dinamarca: hombro con hombro con su gente
Mientras su hermano, el rey Haakon de Noruega, huía de la embestida nazi para continuar la lucha con sus aliados, el danés Christian X se dio cuenta rápidamente de que el ejército y la población de su país eran demasiado pequeños, su terreno demasiado llano, su poderoso vecino demasiado cercano e implacable, como para dar una lucha exitosa. Rindiéndose a las pocas horas del ataque sorpresa alemán, el valiente país estableció una enérgica resistencia por cinco años, que frustró los más horribles crímenes de los nazis. En ningún lugar se expresó mejor la tenaz resolución de un rey, quien a pesar de su edad y de la precaria situación, daba un paseo diario sobre su caballo, Jubileo, por las calles de Copenhague, sin la compañía de un mozo de cuadra o de un guardia. Una historia que se contaba en las rondas relataba que un día, un soldado alemán comentó a un joven que le parecía extraño que el Rey cabalgara sin guardaespaldas. El muchacho respondió: "Toda Dinamarca es su guardaespaldas".
El rey estaba mostrando que a pesar del dictador de Berlín, seguía estando aquí para ellos, que nunca los abandonaría y que haría todo lo posible para protegerlos de los horrores de la ocupación. Y en el momento más peligroso de Dinamarca, hizo precisamente eso, reuniendo a la nación para salvar a los judíos del país. Mientras los nazis preparaban los vagones para deportar a la pequeña comunidad judía a los campos de la muerte, Christian y su gobierno animaron audazmente a la policía, a la resistencia y a sus súbditos a lanzar una atrevida misión de rescate nacional, escondiendo a los que estaban en peligro antes de meterlos de contrabando en barcos de todos los tamaños y llevarlos a un lugar seguro en la Suecia neutral.
Fue el mejor momento de Dinamarca y dio lugar a una historia popular sobre cómo el rey se puso una estrella de David amarilla en solidaridad con sus súbditos judíos. Aunque la historia ha demostrado que no fue real, refleja su valentía y determinación de no detenerse ante nada para ayudar a los necesitados, de estar a su lado a toda costa y de inspirar a otros a hacer lo mismo.
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