Recorridos por el desierto y nadar con leones marinos: las atracciones perdurables de La Paz, México

Las aguas costeras color cobalto del mar de Cortés (también conocido como el golfo de California), en la costa este de Baja California Sur, cerca de La Paz, México, una región con una mezcla única de océano y desierto rojizo, el 24 de marzo de 2024. (Tanveer Badal/The New York Times)
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Las aguas costeras color cobalto del mar de Cortés (también conocido como el golfo de California), en la costa este de Baja California Sur, cerca de La Paz, México, una región con una mezcla única de océano y desierto rojizo, el 24 de marzo de 2024. (Tanveer Badal/The New York Times) ‌

En nuestra última noche en La Paz, México, no quisimos complicarnos: un par de cervezas Pacífico frías en lata, una banca en el malecón, el paseo marítimo de la ciudad, y el atardecer con destellos color naranja sobre el deslumbrante azul plata del mar de Cortés.


Mi esposo Alex y yo habíamos pasado casi una semana haciendo recorridos en auto por paisajes desérticos y caminatas relajadas por la ciudad, visitando playas y montañas asombrosas y disfrutando una dieta continua de tacos de pescado y mezcalitas. Pero ahora estábamos llenos de sal y sucumbiendo al bendito agotamiento que solo llega después de un día de buceo.


La Paz es la ciudad capital de Baja California Sur, el estado mexicano en el que casi el 42 por ciento de la tierra y el agua son áreas naturales protegidas, y se sitúa en el mar de Cortés, también conocido como el golfo de California, el cual se considera uno de los ecosistemas marinos con mayor diversidad en el mundo. Desde hace mucho tiempo, los viajeros se han visto atraídos a la espléndida vida al aire libre de esta región, una mezcla única de océano y desierto rojizo, para pasar los días no solo buceando, sino también navegando, surfeando jalados por una cometa, practicando kayak, senderismo o ciclismo de montaña, pescando y acampando.

En los últimos años, la ciudad ha mantenido su gran compromiso con la conservación del medioambiente, pero también ha aceptado con gusto a restaurantes y hoteles nuevos que cumplen con el deseo cada vez mayor de quienes viajan a México para encontrar experiencias auténticas detrás de los muros de los enormes complejos turísticos.


“Este es un destino para la aventura”, comentó Luz María Zepeda, directora del consejo turístico de la ciudad. “Queremos gente deseosa de explorar y de conservar el medioambiente tal y como está y que nos ayude a protegerlo”.


Hay desarrollo, pero se mantiene bajo control

La Paz, hogar de casi 300.000 habitantes, tiene, en definitiva, un ambiente relajado —como su nombre lo indica— y a menudo se ve eclipsada por Los Cabos, un municipio del mismo estado ubicado en la punta sur (donde se encuentran Cabo San Lucas y San José del Cabo), así como por el pequeño Todos Santos, un destino elegante para el arte y la comida en la costa del Pacífico.

Atardecer en el hotel Baja Club, en La Paz, la capital de Baja California Sur, México, el 22 de marzo de 2024. (Tanveer Badal/The New York Times)
Atardecer en el hotel Baja Club, en La Paz, la capital de Baja California Sur, México, el 22 de marzo de 2024. (Tanveer Badal/The New York Times)


De hecho, aunque La Paz tuvo una afluencia histórica de 600.000 turistas en 2023, Los Cabos —tan solo por medio de cruceros y vía aérea— recibe tres millones de viajeros cada año.


La cantidad reducida de visitantes que recibe La Paz en comparación se debe, en parte, a una cuestión de acceso: el aeropuerto de La Paz atiende casi exclusivamente a destinos nacionales y los vuelos directos disponibles suelen salir de Ciudad de México y Guadalajara. La mayoría de los visitantes extranjeros optan por llegar al Aeropuerto Internacional de Los Cabos, que es más grande, y conducir dos o tres horas hasta La Paz.


El camino desde el aeropuerto ya es en sí un trayecto que vale la pena porque hay rutas que van por la costa del Pacífico y pasan por Todos Santos y El Pescadero, donde está la playa Los Cerritos, un destino muy popular para surfear. Un trayecto un poco más largo, pero hermosísimo, pasa por la cordillera Sierra La Laguna.

La Paz es una ciudad para caminar que cuenta con buenas rutas y muchos servicios. Aquí no hay grandes complejos turísticos ni tampoco planes para construirlos. No es un destino que anhele imitar el ambiente lleno de turistas en vacaciones de primavera que se asocia con Los Cabos. En vez de un muelle en el que predominan los accesos privados restringidos, La Paz tiene su malecón, el cual fue renovado en 2020 y 2021. El pasado mes de abril, después de la oposición de las personas de la localidad, se descartó una propuesta para construir un gran puerto para cruceros.

“No queremos enormes cantidades de turistas”, señaló Iván Félix, gerente del departamento de viajes y recorridos del consejo turístico de La Paz. “La idea es no crecer en cantidad, sino en calidad”.


Esto se ha traducido en una serie de inauguraciones de hoteles pequeños de más lujo: tanto el hotel Indigo, que antes era el CostaBaja Resort & Spa, renovado y reinaugurado por IHG en diciembre, como el Republica Pagana, un hotel “boutique” solo para adultos con bar y restaurante en la terraza, recibieron a sus primeros visitantes en enero. En 2021, Grupo Habita abrió el hotel Baja Club en una antigua finca colonial en el malecón. Hilton tiene planeado terminar para fines de este año la renovación del histórico hotel La Perla inaugurado en 1940.


Ese crecimiento sofisticado también puede encontrarse en el panorama culinario de la ciudad, el cual sigue estando dominado por los mariscos frescos de la región, las tortillas de harina y la comida de rancho como los molcajetes de carne y los tentempiés de burritos. Los tacos de pescado frito siguen siendo los bastiones desde los puestos callejeros hasta los lugares informales para comer, como Taco Fish La Paz (que sale en la serie de Netflix “Las crónicas del taco”) y Toto Frito, donde se puede probar la totoaba de cultivo sustentable, un pez endémico del mar de Cortés.


Nos deleitamos con una variedad de chilaquiles en María California, un lugar muy popular para almorzar, y devoramos un picante aguachile de camarón en un puesto playero en Playa El Tecolote, justo al norte de Playa Balandra. En Los 32 Sabores, una cena memorable de tacos de mantarraya y de tripa en tortillas recién hechas y ensaladas César convertidas en guarnición fue un indicio del anhelo de la ciudad por convertirse en un auténtico destino de gastronomía y mixología.

El restaurante Nemi ofrece nuevas interpretaciones de platillos tradicionales, que pueden incluir pescado fresco servido crudo o cubierto de mantequilla de hoja santa, pato confitado con tortillas de harina, o panza de cerdo servida con frijoles y nopales. Este restaurante es el primer proyecto en solitario de Alejandro Villagomez, quien en 2011 llegó procedente de Ciudad de México, donde era el jefe de cocina del restaurante Pujol.


“La Paz es un lugar mágico”, comentó Villagomez. “Estamos rodeados de mar y desierto y procuramos encontrar los mejores ingredientes que hay tanto dentro como fuera de la ciudad”.


Arena blanca y aguas color cobalto

A pesar de los hoteles nuevos y los restaurantes dignos de visitar, la naturaleza sigue siendo el principal atractivo de La Paz. Chrissy Capellano, una entrenadora de buceo certificada con el título de “master scuba diver” y originaria de Long Island, en Nueva York, vive en esta ciudad desde 2018.


“Hay que planear varios viajes para verlo todo”, comentó acerca de la rica vida marina de la región. “Hay temporadas de tiburones ballena, de ballenas y de leones marinos”.


Conocí a Cappellano cuando dirigió nuestro viaje de buceo de todo el día con la empresa Carey Dive Center, el cual incluyó un avistamiento sorpresa de ballenas jorobadas y nado con tiburones ballena, esos peces de boca ancha que se alimentan por filtración y llegan a crecer hasta más de nueve metros. Pasamos el resto del día alrededor de las islas Espíritu Santo y Partida —el archipiélago es parte de una reserva de la biósfera de la UNESCO, un parque nacional y queda a 45 minutos en auto de la ciudad— buceando alrededor de una colonia protegida de leones marinos llamada Los Islotes.

No es difícil ver cómo y por qué los visitantes se enamoran de estas aguas color cobalto y por qué los residentes locales las protegen tanto. Espíritu Santo es un pastel de capas geológicas tallado con un sinfín de pequeños anclajes, muy apreciados por los marineros y los aficionados a la pesca. Pero también hay mucho por explorar en tierra, ya que la isla es un destino muy popular para el senderismo y los campamentos de lujo, aunque a menudo se nombra a Playa Balandra como una de las playas más bellas del país por su arena blanca y aguas poco profundas color turquesa. También es un área protegida, ubicada a unos 20 minutos en auto del centro de la ciudad, y restringe la cantidad permitida de visitantes al día; las horas de entrada son a las 8:00 a. m. y a la 1:00 p. m.


La Ventana, que está a 40 minutos en automóvil, es un destino famoso para el surf con cometa, o “kitesurf”. También encontramos ciclismo de montaña, paseos en areneros, senderismo y campismo.


“Se puede elegir una playa dependiendo del viento. Hay cascadas y aguas termales. Aquí los atardeceres casi siempre son asombrosos. Hay muchísima naturaleza que disfrutar”, señaló Cappellano.

c.2024 The New York Times Company