¿Qué repercusiones tendrán las victorias del Oscar en el mundo latino y en las causas que nos interesan?
No se equivoquen: pese a la enorme controversia que rodeó su presencia masiva en la lista de nominaciones de los Premios de la Academia, plasmada en 13 candidaturas, “Emilia Pérez” no fue responsable de ofrecer el momento más fuerte de la ceremonia realizada el domingo pasado en el Dolby Theatre de Hollywood.
Esa situación le correspondió más bien a “No Other Land”, un contundente documental hecho por activistas palestinos e israelíes que retrata y denuncia las atrocidades cometidas por el estado de Israel en la Franja de Gaza mientras este desaloja a la fuerza a las poblaciones que han vivido allí durante varias generaciones con la finalidad de instalar a sus propios colonos.
Como si haberse llevado el triunfo en la categoría de Mejor Largometraje Documental no hubiera sido suficiente, los dos directores principales del trabajo, Basel Adra y Yuval Abraham, ofrecieron inmediatamente después un extenso y apasionado discurso que fue tan intenso como valeroso.
“Hace unos dos meses fui padre, y mi esperanza para mi hija es que no tenga que vivir la misma vida que yo vivo ahora, siempre temiendo la violencia, las demoliciones de casas, los desplazamientos forzosos a los que mi comunidad, Masafer Yatta, se enfrenta cada día”, dijo Adra. “‘No Other Land’ refleja la dura realidad que llevamos décadas soportando y a la que aún nos resistimos mientras pedimos al mundo que tome medidas serias para detener la injusticia y poner fin a la limpieza étnica del pueblo palestino”.
Por su lado, sin dejar de exigir la liberación de “los rehenes israelíes brutalmente tomados en el crimen del 7 de octubre”, Abraham clamó por el fin de “la atroz destrucción de Gaza y su gente” antes de asegurar que “hay un camino diferente, una solución política sin supremacía étnica, con derechos nacionales para nuestros dos pueblos”.
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El balance necesario
En vista de lo sucedido, muchos de los que nos encontrábamos en la sala de prensa cubriendo el evento esperábamos con ansias la llegada de los realizadores a nuestra zona de trabajo; pero esta no se produjo, pese a que, curiosamente, la persona que adelantaba el ingreso de ganadores al recinto los anunció de manera equivocada cuando se habían instalado ya en la tarima otros individuos.
Sea como sea, resulta profundamente significativo que la industria hollywoodense, conformada en buena medida por personas judías, haya celebrado de este modo una propuesta de mensaje tan punzante, más allá de que, por otro lado, le brindara dos de sus premios principales (el de Mejor Actor y el de Mejor Actor de Reparto) a personas que interpretaron a judíos afectados de un modo u otro por las acciones nefastas del nazismo.
De algún modo, se trató de una suerte de balance que, sin haber sido necesariamente intencional, habla bien de la pluralidad de una Academia que ha sido acusada de numerosas taras a lo largo de su existencia. Y lo más interesante para nosotros es que, tanto en su larguísimo discurso de agradecimiento (que estuvo a punto de ser interrumpido debido a su extensión) como en sus declaraciones en la sala de prensa, Adrien Brody (premiado como Mejor Actor por “The Brutalist”) insistió en la necesidad de abandonar la intolerancia y evitar los conflictos internacionales.
“Estoy aquí una vez más para representar los traumas persistentes y las repercusiones de la guerra, así como los de la opresión sistemática, el antisemitismo, el racismo y la otredad”, señalo. “Rezo por un mundo más sano, más feliz y más inclusivo, y creo que, si el pasado puede enseñarnos algo, es como un recordatorio para no dejar que el odio quede sin control”.
Más allá de la especificidad de lo expresado, lo que dijo adquirió otras dimensiones en el ‘backstage’, cuando, tal y como lo hizo en los Globos de Oro, recalcó en el hecho de que es un inmigrante de tercera generación al recordar a sus abuelos húngaros y la luchas que estos tuvieron que emprender para salir adelante en los Estados Unidos.
“Tuve la oportunidad de homenajearlos en esta película, y las verdades y la percepción que he adquirido de estas penurias sufridas por tantas personas de orígenes y etnias diferentes me han hecho tomar conciencia de la necesidad que tenemos de ser empáticos”, señaló.
A lo largo de toda la temporada de premios, Brody fue lo suficientemente ambiguo como para no despertar conmociones; pero no hay que esforzarse mucho para imaginar que sus palabras tenían que ver con el ambiente enrarecido que se respira en el presente.
Contra el autoritarismo
En términos estrictamente latinoamericanos, la única victoria fue la de “I’m Still Here” (“Ainda Estou Aqui”), una película que, por su contenido mismo, es completamente clara en lo que respecta a su intención social y política, y que, hablando de empatía, asume la perspectiva de Eunice Paiva, una abogada y activista de la vida real que perdió a su esposo en manos de la dictadura militar que azotó a Brasil desde 1964 hasta 1985.
Más allá del modo en que visibiliza el lamentable tema de los desaparecidos, y que ya ha sido revisado por otros analistas, “I’m Still Here” es una denuncia abierta de abusos de poder que pueden hacerse fácilmente extensivos a lo que ocurre actualmente en la Casa Blanca, pese a que, en consonancia con la tibieza inesperada de un Oscar en el que el nombre del actual mandatario no fue mencionado ni una sola vez, el director Walter Salles evitó referirse al mismo sujeto tanto en el podio del Dolby como en la sala de prensa.
Eso no quiere decir que el cineasta no haya tratado de trazar paralelismos, claro está, porque, luego de decir que esta puede ser vista por un lado como una película sobre una reacción ante la pérdida que, eventualmente, se convierte en una reacción contra la injusticia, se puede entender también como “una película sobre la fragilidad en la que encuentra actualmente la democracia, incluso en este país”.
El triunfo fue ciertamente histórico, porque, pese a haber sido nominado cuatro veces en la misma categoría -que se llama ahora Mejor Película Internacional-, Brasil no había recibido nunca un Oscar, lo que desató una gigantesca fiesta nacional en el país sudamericano, como se puede ver en las redes sociales. Adicionalmente, el asunto tuvo una secuela inmediata: el anuncio de la creación de un museo de cine en la casa donde se rodó la cinta, hecho por el alcalde de Río de Janeiro en medio del furor de los festejos.
Dos pasos adelante, tres atrás
En el plano de los hispanos radicados fuera de Latinoamérica, el asunto luce más complicado debido a que todos los triunfos que nos incumben por ese lado le pertenecieron a “Emilia Pérez”, una cinta francesa de carácter particular cuyas numerosas polémicas han sido descritas hasta el cansancio.
Estas son sin duda responsables de empeñar el logro de Zoe Saldaña, que es enormemente importante para ella porque se trata de su primer Premio de la Academia, y que es además histórico en términos más amplios porque la ha convertido en la primera persona de ascendencia dominicana en recibir un Oscar (más específicamente, el de Mejor Actriz de Reparto).
No nos cabe duda de que Saldaña es una excelente actriz y de que trabajó intensamente para desarrollar a un personaje que, como lo dijo ella misma, se expresa no solamente de manera constante en español -el idioma de sus propios antepasados-, sino que tiene tanto escenas de diálogo como de baile y de canto, lo que obligó a la intérprete a salirse completamente de su zona de confort -porque no había practicado nunca de manera formal la segunda disciplina-.
Más allá de lo señalado, el triunfo le dio la oportunidad de abogar por los inmigrantes en el podio del Dolby, es decir, una actitud que resulta más necesaria que nunca en una coyuntura donde nuestra comunidad se encuentra profundamente satanizada; y el hecho de que lo primero que dijo en su discurso de agradecimiento fuera “¡Mami!” (así, en español) no puede pasar inadvertido en momentos en los que el presidente de la nación ha decretado prácticamente que el inglés es el único idioma permitido en este país.
“Soy una orgullosa hija de inmigrantes con sueños y dignidad y manos trabajadoras”, dijo la protagonista de “Avatar” en el teatro donde se entregaron los galardones, luego de dedicarle el premio a su abuela ya fallecida, -quien, como lo describió, llegó a estas tierras en 1961-.
¿Por qué no están todos celebrando, entonces? Porque Saldaña obtuvo lo que obtuvo gracias a “Emilia Pérez” -por supuesto-, y porque muchos consideran que el papel que interpretó (el de una abogada cínica que pasa a convertirse en una abnegada defensora de los derechos de los desaparecidos) debía haber sido para una actriz mexicana. Esto no es culpa suya, obviamente; pero no podemos dejar de pensar que, en vista de los severos cuestionamientos que ella mismo recibió por haberse puesto en la piel de un icono afroamericano en “Nina” (2016), era de esperar que estuviera ya consciente de las sensibilidades culturales que la rodean.
Y si Jacques Audiard, el director del filme, no le hizo ningún favor a la obra entera -ni se lo hizo a sí mismo- durante una conferencia de prensa en México en la que reconoció que no había hecho prácticamente ninguna investigación para escribir el guión -despertando con ello furias fundamentadas-, Saldaña se fue por un camino semejante en el ‘backstage’ del Oscar al asegurar que “el corazón de esta película no fue México”, pese a que la misma cinta -que se rodó en un estudio de París- se desarrolla completamente en el país vecino y toca ampliamente el fenómeno de los carteles del narcotráfico.
“No hicimos un filme sobre un país, sino sobre cuatro mujeres que podrían haber sido rusas, dominicanas, negras de Detroit, de Israel o de Gaza”, agregó. “Y estos personajes femeninos siguen siendo muy universales, luchando cada día por sobrevivir la opresión de un sistema y al mismo tiempo encontrando sus voces más auténticas”.
Es triste que todo esto le haya quitado brillo a la posibilidad de celebrar debidamente los aspectos relevantes de una cinta que desafiaba desde el inicio las convenciones al colocar al frente a una mujer trans y que tuvo que haberse convertido en un aporte positivo para una comunidad LGBTQ que, como lo ha dejado en claro lo que acaba de suceder en el Congreso, se encuentra ahora mismo en una situación terriblemente vulnerable, como se encuentran también los inmigrantes.
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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.