RESEÑA | Resistencia: En defensa del Panchen Lama (onda Ghost in the Shell)
Más como premisa que como objeto de exploración, el uso y la evolución de la inteligencia artificial y los robots dan paso a Resistencia (80%). Pero antes que trabajar su libreto con mordacidad y una crítica severa, los elementos que retoma de otros relatos como Avatar (83%), Blade Runner (90%) e Interestelar (71%), componen un hombre de hojalata que rechina pese a lo reluciente y prometedor de su fachada metálica. La dificultad, como suele pasar, está en sostener una propuesta ambiciosa cuando los editores son ejecutivos más encaminados al gusto de un público imaginario que a la realidad de lo que cuenta el director.
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¿De qué trata Resistencia?
La película llega a cartelera a partir del 28 de septiembre. Dirigida por Gareth Edwards, se desarrolla en una distopía en la que Estados Unidos declara la guerra contra la inteligencia artificial a causa de un accidente nuclear.
Es entonces que el país emprende una campaña contra la región conocida como Nueva Asia, territorio que las protege a las inteligencias artificiales y a Nirmata, un misterioso programador que continúa desarrollando este tipo de tecnología. Es para dar con él que el gobierno norteamericano envía a Joshua (John David Washington), un agente especial, y también para destruir un arma que podría cambiar el rumbo del conflicto armado.
Los efectos visuales son impecables, y hay algo de transgresor en el diseño de producción que se imagina a los robots en escenarios rurales de Asia, antes que en las polutas urbes casi postapocalípticas de costumbre, equiparándolos así como entidades propias y más cercanas a la naturaleza y espiritualidad que los propios humanos.
Los robots son un pivote para contar una historia sobre intervencionismo militar. Más precisamente sobre la violencia que ha enfrentado el Tíbet a manos de China. La temida arma que los estadounidenses buscan acaba por ser un robot con forma de niña, la cual recibe el nombre de Alphie y es una alegoría del Panchen Lama. Aquí, algo digno de mención, para contextualizar las implicaciones de esta alegoría.
El Panchen Lama es una de las figuras centrales del budismo tibetano. A mediados de los noventa, el niño Ghedun Choekyi, de apenas cinco años, fue reconocido por el actual Dalai Lama como la onceava reencarnación del Buda que recibe ese título. Días después de este hecho, fue secuestrado y su paradero al día de hoy es desconocido pues permanece detenido por el gobierno chino, quien ha estado en disputa con la independencia del Tíbet por décadas. Su importancia para el movimiento tibetano es clave, pues es esa figura la que tradicionalmente reconoce a la siguiente reencarnación del Dalai Lama, líder espiritual de la región.
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La buena intención de Edwards por aludir a este agravio cultural y religioso en Resistencia, interesante por cierto, sólo se queda en eso: en una buena idea que no explora y apenas cuestiona. Antes que profundizar en las consecuencias de lo violento que resulta para una cultura arrancar de raíz a un líder espiritual, el guión se va por la tangente de proteger a un “niño”, símbolo de toda inocencia. Y personaje al que acerca al público mediante la relación paternal que desarrolla con Joshua, el protagonista. Se desvía de forma muy similar al tercer acto tan criticado de Interestelar (71%) de Christopher Nolan, por sentimentalista y conveniente. Así que si ese filme les gustó, puede que este logre también conmoverlos.
Temáticamente, la crianza de Alphie, y el hecho de que su “infancia” le permita aprender a distinguir entre lo correcto e incorrecto, otra perspectiva que el cine ha buscado explorar en cuanto a la inteligencia artificial, se diluye. Lo abordó con matices, por ejemplo, la vapuleada Chappie (33%), de Neill Blomkamp, y con mayor y más sincera dulzura la poco conocida Finch (73%) de Miguel Sapochnik.
Aunque el marketing de Resistencia (80%) quiere aprovechar el furor de las discusiones sobre el uso de inteligencias artificiales, realmente la película no las aborda, lo cual es algo lamentable por el potencial que representa tanto para la película como para una realidad que ya nos alcanzó.
Tumultuosa, si no complicada, la trama y la narración del filme del director de Rogue One: Una Historia de Star Wars (85%) son sus puntos débiles. Contiene una estructura llana, con la que desenvuelve sus revelaciones. Los hallazgos no complementan o cuestionan su temática, que se antoja digna de reflexión, y se arrojan en momentos de conveniencia más a forma de exposición, no con narrativa.
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