RESEÑA | The Last of Us | episodio 7: El error trágico como pivote de la fe
“Ser papá es un estado mental”, dice Pedro Pascal para justificar sus papeles recientes. Igual que la soledad, diría Bella Ramsey de su personaje Elli en The Last of Us (98%). O la adultez, si nos remontamos a su célebre personaje de Game of Thrones (83%) y lo enlazamos con éste que hoy nos ocupa. Pero que no se confunda: no es un estado mental que nace sólo del interior como un azar metafísico. Es un resultado de vivir arrojados a un planeta que carece de piedad o el mínimo interés en nuestras vidas.
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El último capítulo de The Last of Us (98%) se enfoca en el la hamartia de Ellie. La hamartia es el error trágico o fatal en el que cae el héroe cuando intenta hacer lo correcto. Por ejemplo, tener una vida “normal” en medio de todo el quilombo que viven cada día. Vimos el de Joel en el primer capítulo, cuando pierde a su niña. La intención es explicarnos la decisión que tomará Ellie respecto a la situación en la que se encuentra Joel después de herida tremenda que le asestó un prángana el capítulo pasado. Finalmente, de las miserias anteriores es de donde extraemos las fuerzas para continuar en la batalla llamada vida.
Vemos, de hecho, al inicio del capítulo, cómo Ellie lidia a duras penas con el paquete que es Joel tornado bulto de cemento, con el único respaldo de un caballo. La adolescente y Joel están a punto de darse por vencidos. Entonces acontece la analepsis tan esperada: un flashback a la noche que transformó de manera irreversible la vida de Ellie.
Parece que o Forsetes e o Sath gostam bastante do Homem de Ferro
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¿Recuerdan que Ellie alude a una escapada que resultó letal para unx amig@? Pues bien, aquí nos enteramos de lo que sucede. Quién era, cómo se llamaba y el papel que jugaba en la vida de la co-protagonista. Notamos las bases fundantes de un mundo que sí conocemos: la crueldad entre jovencitos que ya se sienten adultos sacalepuntas cuando apenas sí han aprendido a limpiarse correctamente la sopa de la barbilla. Notamos el modo en que ella capotea la violencia cotidiana e intenta compaginar su espíritu rebelde con la realidad en la que se encuentra incrustada.
Este capítulo se centra más en proveernos de elementos psicológicos para entender por qué un personaje toma las decisiones que dan pie a la continuidad de la historia cuando todo parece perdido. Es decir, el de Ellie, al cual sólo habíamos conocido por su presente con Joel, no por su pasado. La textura y los detalles narrativos de esta última entrega son bastante menores si los comparamos con episodios como “Cuando estés perdido en la oscuridad”, “Mucho, mucho tiempo” o “Familia”. Incluso la veintiúnica secuencia acción del séptimo capítulo es bastante caótica en su coreografía, con poca intensidad en ello. Pero eso se debe a que éste es un relato breve, un cuento, como otros tantos, que hemos visto anteriormente, donde el protagonista es el amor y su agonía.
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La actuación de Bella Ramsey aquí lo es todo. La violencia intrínseca de su carácter, la búsqueda de un asidero emocional, aparecen de inicio, lo que nos ayuda a identificar aquello que ya estaba ahí antes de la mordida; pero, al inicio, está ausente su rechazo a la orfandad y la soledad como camino único. En ella, vemos pasar al personaje de la ira, a la resignación, la alegría contenida, el enamoramiento, la frustración y el dolor en sólo 55 minutos de nudos en la garganta. Y con ello, el capítulo nos permite entender mejor por qué ella se aferra tanto a Joel por encima de cualquier cosa. ¿Cómo? Bueno, en este caso, los guionistas escogieron un relato de una excursión prohibida; una “ida de pinta” de Ellie.
La amistad es uno de los tesoros más preciados de la adolescencia. Y el primer amor, las primeras aventuras, las escapadas. Todo sabía a caramelos agridulces o picosos cuando éramos barrosos, rejegos y atascados de hormonas. ¿Recuerdas esa primera cita? ¿Qué sonaba de fondo? ¿Fue como subirse a un carrusel mientras repicaba algo como “Just Like Heaven”, de The Cure, en versión canción de cuna? ¿Te acuerdas de esas ganas de besar incontenibles y restringidas por el miedo al rechazo? Claro que sí.
Ahora, imagínate que, en medio de esta ensoñación, la devastación del mundo que tanto nos han cantado intelectuales, científicos, politólogos y economistas, rompe el ensueño. Te rompe la crisma y te arrebata lo que te da esperanzas, felicidad, una sensación de que vale la pena despertarse cada mañana. ¿A qué te aferrarías?
Posiblemente a esa absurda, aunque heroica, justificación de quienes portan la misión de destruir algún anillo único: que todas las muertes y sufrimientos hayan valido la pena. Que ya no dejemos a nadie más atrás. Y que de algún modo, aunque sólo sea por un arte de esperanza en un milagro, nuestras acciones nos conduzcan a un nuevo amanecer donde reduzcamos al mínimo, a través de nuestras acciones, las desolaciones.
The Last of Us (98%) toma nuevos bríos y nos ha proveído ya, hasta ahora, de soluciones al pasado de ambos protagonistas. Ahora, es momento de ver cómo ambos, con este nuevo vínculo ya bien definido por los dos, dan todo de sí para intentar, aunque sólo sea para enmendar sus respectivos errores, sus hamartias, una esperanza para el resto de la humanidad. Y no importa si pocos seres o ningún ser querido les queda en este mundo matraca y honguificado: ya se tienen, a partir de ahora, el uno al otro hasta que la aventura se termine.
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