La revolución de Bob Dylan: las tres canciones que lo convirtieron en “traidor” y que cambiaron para siempre los años 60

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Bob Dylan en 1965, el año en que cometió el "pecado" de electrificar su sonido en un festival folk - Créditos: @B3590/_

Con más de 60 años de carrera, es indudable la importancia de Bob Dylan en la historia de la música popular occidental, con una influencia que es tan profunda y fundamental como la de The Beatles. Sin embargo, hubo un momento, precisamente al poco tiempo de su consagración como uno de los máximos exponentes del nuevo folk norteamericano, en el que fue considerado un traidor por haberlo “electrificado”; es decir, incorporado instrumentos eléctricos típicos del rock and roll a un género históricamente acústico y despojado de ornamentos, donde lo más fuerte era la palabra, el mensaje a transmitir.

Un completo desconocido (A Complete Unknown en inglés), la nueva biopic del músico protagonizada por Timothée Chalamet, dirigida por James Mangold (Walk the Line, The Wolverine) y estrenada este jueves 30 en Argentina, alcanza su clímax en el episodio de su carrera en el que pateó el tablero y cambió las reglas para siempre: el Festival de Folk de Newport de 1965.

El evento fue creado en 1959 por George Wein -también fundador del Festival de Jazz de Newport-, Albert Grossman -manager de varios artistas del movimiento, entre ellos Dylan- y los músicos Pete Seeger, Theodore Bikel y Oscar Brand. Bob se presentó por primera vez en la edición de 1963. Había sacado su segundo LP, The Freewheelin’ Bob Dylan, y todas las miradas estaban puestas sobre él. Tras su llegada a Nueva York dos años antes, en los que tocó incansablemente para hacerse un nombre en el circuito folk del Greenwich Village, ese álbum sacó a relucir sus dotes como compositor y poeta. Había una nueva forma de escribir canciones y él la había inventado.

Canciones como “Masters of War”, “A Hard Rain’s a-Gonna Fall” y “Don’t Think Twice, It’s All Right” hablaban de las causas del movimiento por los derechos civiles y del desarme nuclear, dos temas por los que su generación estaba peleando y que provocaron el resurgimiento de la música de protesta. Sin quererlo, Bob se convirtió en el portavoz de esos jóvenes que luchaban por un mundo mejor, más igualitario y pacífico.

The Freewheelin’ Bob Dylan abría con el clásico “Blowin’ In The Wind”, que Peter, Paul and Mary transformaron en un hit internacional al poco tiempo de su lanzamiento. Aunque ellos eran los artistas del momento, Grossman logró que Dylan cerrara el Festival de Newport en 1963, a pesar de que era la primera vez que se presentaba. Para el final, invitó al trío, a Seeger, a Joan Baez, a Theo Bikel y a los Freedom Singers a cantarla junto a él y terminar con la tradicional “We Shall Overcome”, que popularizada por Seeger se consagró como himno del movimiento.

En 1964, presentó las canciones de The Times They Are a-Changin’, adelantó algunas de Another Side of Bob Dylan -que salieron con apenas meses de diferencia- y compartió el escenario con Joan Baez. Nuevamente era uno de los artistas principales. En esa edición del festival, por fin conoció en persona a Johnny Cash, con quien había intercambiado cartas en las que ambos se expresaban admiración mutua. El “Hombre de negro” interpretó en su set una canción de él.

Un completo desconocido está basada en el libro Dylan Goes Electric! Dylan, Seeger, Newport, and the Night that Split the Sixties, de Elijah Wald, que relata al detalle lo ocurrido en la edición de 1965 del Festival de Newport. Bob era una de las principales figuras y debido a su personalidad huraña había generado toda una mística alrededor de él. El revival del folk estaba creando estrellas que lideraban los rankings y vendían millones de discos, algunos con canciones que había escrito el propio Dylan. Él, en cambio, era una leyenda viviente, un profeta que para muchos había venido a salvar la música.

La primera noche, el 24 de julio, dio un concierto en su formato tradicional, en solitario, apenas con su guitarra acústica y su armónica. Esa misma tarde se presentó la Paul Butterfield Blues Band, que tocaba con instrumentos eléctricos. Si bien la inclusión era poco usual, Johnny Cash había empuñado una guitarra eléctrica el año anterior y no había causado ningún estupor.

El etnomusicólogo Alan Lomax, que formaba parte de la organización y era uno de los encargados de la curaduría, presentó al grupo con desprecio. Junto a su padre, John Lomax, había dedicado su vida a recuperar las raíces de la música norteamericana, el folk, el country y el blues que habían sido transmitidos a lo largo de las generaciones y que merecían ser grabados para la posteridad. Como uno de los responsables del renacimiento del folk, era un purista absoluto y consideraba que el género debía mantener su clásico sonido acústico.

Aunque Lomax fue una figura fundamental en la formación de Dylan, él no pudo tolerar su actitud displicente hacia la banda de blues de la que formaba parte su amigo, Mike Bloomfield, quien acaba de colaborar en la grabación de su más reciente sencillo, nada menos que “Like A Rolling Stone”. Como respuesta, decidió que la presentación que debía dar al día siguiente tenía que ser con una banda de rock and roll.

Si bien, como plantea Wald, esta performance partió los 60 en dos y dio paso a la hegemonía del rock en los Estados Unidos, Bob ya había coqueteado con él en su primer simple, “Mixed-Up Confusion”, de 1962, bastante olvidado porque en términos comerciales fue intrascendente. En abril de 1965 editó Bringing It All Back Home, cuyo lado A estaba compuesto por canciones en formato eléctrico, como “Subterranean Homesick Blues”. “Like A Rolling Stone”, que había salido apenas cinco días antes de los acontecimientos en Newport, representaba una novedad: era un folk totalmente electrizado y electrizante que no daba lugar a medias tintas.

Presentarse de esa forma en el festival era provocador y no estaba inicialmente en sus planes. Si había algo que no le gustaba a Bob era llamar demasiado la atención. Pero no pudo quedarse de brazos cruzados viendo cómo un sector del público más reaccionario condenaba al género a su estancamiento, todo porque no toleraban un poco de electricidad. Le pidió a Bloomfield que reuniera a algunos músicos y esa misma noche fueron a ensayar a la mansión de George Wein.

El 25 de julio, Pete Seeger lo presentó con bombos y platillos tras criticar el curso de la Guerra de Vietnam y proclamar la lucha por los derechos civiles. De alguna forma, adelantó que el recital de Dylan iba a cambiar el curso de la historia, pero de una manera diferente a la que hubiera imaginado. Como describe Howard Sounes en la biografía que escribió del compositor, “la mayoría de los artistas de folk eran tradicionalistas que encarnaban los valores liberales, y el público [...] esperaba una actuación acústica con canciones de contenido social”. En cambio, Dylan apareció con campera de cuero, pantalones negros ajustados y lentes oscuros y arremetió con los primeros acordes de “Maggie’s Farm”. El sonido no había sido ajustado para tocar de esa forma, por lo que sobre la multitud reinaba la confusión, que empezó a silbar y a abuchear. “Aquello superaba el folk-rock”, señala Sounes. “Era un estruendoso sonido blanco a un volumen que resultaba increíble”.

Según testimonios de la época, buena parte de la audiencia estaba realmente escandalizada por lo que estaba escuchando. Algunos se quejaban de la calidad de sonido, mientras que otros se indignaron por la corta duración del show. Bob era el artista principal y tras “Like A Rolling Stone” cerró con “Phantom Engineer”, una primera versión de “It Takes A Lot To Laugh, It Takes A Train To Cry”. Tres canciones era todo lo que habían podido ensayar.

Seeger estaba furioso. Hay una historia apócrifa que afirma que intentó cortar los cables con un hacha para silenciar la presentación. Sin embargo, aunque lo escucharon decir que quería destruir la Fender Stratocaster de Dylan, él negó el episodio. “Si hubiera tenido una lo habría hecho”, admitió.

Peter Yarrow, de Peter, Paul and Mary, le pidió a Bob regresar al escenario para calmar los ánimos. Él se calzó la acústica e hizo un bis con “Mr. Tambourine Man” e “It’s All Over Now, Baby Blue”. Fue su despedida del Festival de Newport, al que regresó recién en 2002.

Un mes más tarde salió Highway 61 Revisited, que rompió todas las reglas del folk: salvo una, las canciones fueron grabadas con la instrumentación y la energía del rock and roll. Para presentarlo, salió de gira con The Hawks como banda de apoyo (que luego se transformó en The Band y tuvo vuelo propio) y fue testigo de cómo el público de todo el mundo rechazaba su nueva propuesta. En Manchester, un fanático le gritó “¡Judas!”, una forma de calificarlo de traidor, a lo que él respondió pidiéndole a sus músicos que tocaran más fuerte. Ese concierto también quedó en la historia -es el cuarto volumen de sus Bootleg Series- y culminó la transición de Dylan, que así coronó al rock como la verdadera música de las nuevas generaciones. Su presentación en el Festival de Newport fue tan solo el comienzo de su revolución.